Con los pies en el escenario
"Río Negro" entrevistó al actor luego del estreno de "El tenor", la obra que protagoniza en Buenos Aires.
EDUARDO ROUILLET
Desde el 9 de enero y de miércoles a domingo, Fabián Gianola encabeza «El Tenor», la comedia de Ken Ludwig que Carlos Olivieri dirige en el Teatro Metropolitan de Buenos Aires. Rodolfo Ranni completa la dupla central, acompañada por Germán Kraus, Melina Petriella, Cristina Albero, Darío Lopilato, Mimí Ardú y Sabrina Rojas.
«Río Negro» dialogó con Fabián Gianola, ni bien se levantó, al día siguiente del estreno. Los ojos pequeños, la sonrisa ancha.
«Soy un tipo muy tranquilo. Es mi personalidad, soy muy calmo y si me pasa algo, lo guardo. No ando mostrando a los demás mi malhumor. El día del estreno la pasé bien, estuve acá en casa, descansé, llegué a última hora al teatro. Si tengo todo arreglado, como generalmente me ocurre de tan obsesivo que empiezo a ensayar cuatro meses antes, cuando llega la noche inaugural todo está resuelto. Sabía que la función iba a comenzar más tarde, por un corte de luz en la zona, así que llegue nueve menos veinte calculando que saldríamos a las diez. Empezamos diez y cuarto. Diez y cinco ya quería actuar, ahí es donde me da un poquito de ansiedad», cuenta el actor
«Me quedé en el camarín. Fui arreglándome tranquilo, me tomé unos mates, charlé con mis compañeros, los saludé, después los llamé a todos y les dije que teníamos una gran obra, una temporada -esperemos larga- por delante, que disfrutáramos de lo que estábamos haciendo. Nada hay mejor que hacer lo que a uno le gusta…» , dice Gianola, encantado con hacer temporada teatral nuevamente.
-¿ Repasás el texto, ensayás gestos nuevos?
– Ayer mismo se me ocurrieron dos cosas en el escenario y las hice, porque trabajo todo el tiempo y seguramente situaciones nuevas seguirán apareciendo… Pero, no voy a cambiar el texto o el personaje, no puedo darle una sorpresa así a mis compañeros…
– Pero hay muecas tuyas que juegan con la complicidad del público -cuando ya estás vestido y maquillado para cantar «Otello- que podés variar»…
– Sí, pero yo no miro a la gente y le hago un guiño. Mi personaje se oculta
en esa cuarta pared, es un tipo que no sabe a quien mirar, está desesperado por el compromiso que se le viene y no puede creer lo que está viviendo. Es ahí donde dirige su cara al público. La reacción de ayer cuando aparecí con toda el rostro pintado de negro, fue tremenda, ni yo me la esperaba…
– La primera vez con público, hay que considerar los tiempos de sus risas, por ejemplo.
– Te diste cuenta que más de una vez nos pisamos, hablamos sobre la risa. No me tocó, pero Ranni y Germán, cuando la gente reía, siguieron con el texto porque no esperaban esa respuesta. Sí, empezás a medir eso, noche a noche. Como nos pasó con el sonido, que debido al apagón no se pudo ecualizar y no se nos escuchaba con la misma intensidad en todas partes.
– Una vez terminada la obra, tomaste fuertemente de las manos a tus compañeros cercanos, moviste los brazos como diciendo salió bien, aplaudiste mientras bajaba el telón.
– Salir al público después de hacerla, el logro, el parir -como se dice- da una inmensa alegría. El trabajo realizado, mostrado, terminado por primera vez, tiene un valor enorme. Cuando uno tiene la suerte de encabezar elenco, se carga de responsabilidades. Con las chicas, Melina Petriella, Sabrina Rojas, a quienes veía nerviosas, que no le quedaba bien la peluca, que esta ropa me tira, hice un trabajo especial, las estimulaba, les daba tranquilidad. De algún modo me convierto en un referente porque tengo más de veinticinco comedias, más cuarenta obras de teatro hechas, veintisiete años de profesión. El tano (Rodolfo Ranni) es un sabio, pero se encierra más, es más grande… Y yo, por edad, a lo mejor estoy más cerca de ellas. Darío Lopilato venía y me consultaba. Entonces, me hice cargo. Y cuando termina, hay que estar, es un logro de todos, aunque me sentí responsable de los demás. Por fin terminó y por fin empezó… Es rarísimo porque concluyó el ciclo de ensayos con mucho trabajo, traumático por momentos cuando hay cosas que no salen, ves que un compañero está en alguna dificultad, yo tengo las mías.
Después de dos meses de ensayo ya no causa gracia nada y empiezan las dudas. Con experiencia, decíamos con Ranni, confíen en esta comedia, en lo que están haciendo.
El momento más difícil es cuando van dejando de mirar a sus compañeros, se aburren con lo que ellos hacen. Claro, hay cosas que ya tenés cerradas y como no hay público, comenzás necesitarlo. Estábamos a veintiséis de diciembre y no nos entregaban el escenario… Recién el veintiocho lo pisamos por primera vez con la escenografía, pero cama, mesas, sillones, objetos de mano, todavía no habían llegado. El decorado estaba parado, pero faltaba la utilería mayor y menor. Yo estrené copas ayer, Germán descorchó por primera vez el vino, antes hacía que lo destapaba.»
– Detalles que generan tensión…
– A Rodolfo lo vi con traje y sombrero ayer. Entonces cuando termina ese proceso, da alegría. El estreno marca su fin y el comienzo de otro. Las funciones, el público, saber cómo va, que a la gente le guste y que nos vaya bien. Si vienen cuatro personas, se cae todo. El estreno es una bisagra.
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