Con Sabbatella, cualquiera puede tocar el 'fueye'

El maestro Alfredo Sabbatella ya cumplió 62 años de relación con el fueye. Se decidió a relatar su génesis, la historia de su llegada al Río de la Plata y su posterior proyección hasta convertirse en el emblema del tango. En su libro, que se presentará dentro de unos días en la UNC de Neuquén, el maestro describe "su" método para que a cualquiera que le guste el tango pueda aprender a tocar el bandoneón, sin guía. Si él lo dice, así será. Por ahora cuenta parte de su trayectoria.

NEUQUEN (AN).- El hombre arrastra las palabras y en su relato se cuela la humedad adoquinada de Buenos Aires. Se incluye en la tradición iniciada por Eduardo Arolas, «el tigre del bandoneón» y que continuaron Pedro Laurenz, Pedro Mafia, Osvaldo Fresedo y Aníbal Troilo.

Ahora, este porteño de casi 74 años que hace dos se radicó en Cipolletti, está a punto de publicar un volumen que se titulará «De mi fueye, un libro que canta el pasado, presente y futuro del bandoneón» y que sirve para «aprender a mi modo» la ejecución del instrumento.

Escribió la historia del bandoneón desde sus orígenes en Alemania, la llegada al Río de la Plata y su adopción en la segunda oleada del tango, casi cuando salió de los prostíbulos.

Con su método, «que es de diseño exclusivo, tomado de Maffia y del 'pequeño Pichna' para piano, cualquiera puede aprender por música». Según Sabbatella, «con un bandoneón y el método casi no necesita guía, puede aprender a tocar».

El libro, que se publica en esta capital con una tirada de 100 ejemplares, será presentado el 11 de junio próximo a las 21 en el Aula Magna Salvador Allende de la Universidad del Comahue. Lleva un prólogo de Miguel Angel Barcos, y esta semana Sabbatella viajará a Buenos Aires donde se entrevistará con Marriva, Horacio Ferrer y José Gobello.

La estructura del libro es simple: comienza con una historia del instrumento, luego se transcribe el método, continúa una antología de letras de tango y poemas que mencionan al bandoneón y culmina con un vocabulario lunfardo. Dijo que tiene el auspicio de la Academia Nacional del Tango, y que Gobello comprometió un aval de la del Lunfardo.

Sabbatella comenzó a los doce años sus estudios de bandoneón en el conservatorio de Arturo Amorín y dos años después comenzó a trabajar como aprendiz en un taller gráfico. Ese oficio y la música lo acompañaron el resto de su vida hasta su jubilación, a la manera de una existencia diurna en las imprentas donde reparaba, mantenía e instalaba maquinaria y la nocturna dedicada a la bohemia tanguera.

«Viví los diez años de oro del tango», se ufana mientras frasea con el bandoneón, y recuerda cuando el tango era «palabra prohibida» por la cultura oficial y oficiosa en la Argentina hasta la revitalización de los años recientes.

Aludió a las dos formas de ejecutar el bandoneón: cuando se trata de una orquestación, «lo importante es el compás y el ritmo, pero si se lo toca para escuchar, el fraseo es distinto».

Antes, «en los clubes se exigía la orquesta grande, con tres o cuatro bandoneones, cuatro violines, piano y contrabajo, y dos cantores». En cambio, en la actualidad «el cantante presenta al grupo, generalmente constituido por cuatro o cinco integrantes, y se larga».

Sabbatella comenzó su actuaciones en 1944 y ya dos años después integraba como segundo bandoneón la orquesta típica de Osvaldo Trica. Entre 1947 y 1952 continúa su desempeño en diversas orquestas hasta que se retira y en 1996 recién retoma como solista en «Tango Bar», y en el restorán «Reducto tanguero», e Antonio Piccicelli, en Ituzaingo, provincia de Buenos Aires.

Luego se radicó en Tandil, donde se integró en el grupo Apóstoles del Tango, con el que participó de festivales, conciertos y espectáculos dedicados al tango. En junio de 1999 representó a la provincia de Buenos Aires en el segundo encuentro internacional del tango realizado en Iquique, Chile.

En simultáneo desarrolló la docencia en forma particular y comenzó la elaboración del método que presentará en menos de dos semanas.

 

De Alemania al Plata

NEUQUEN (AN).- Las historias coinciden: llegó al Río de la Plata como muchos inmigrantes y nuevos argentinos, en un barco de la mano de un suizo llamado Schumacher hacia 1862, y dicen que luego animó los descansos de las tropas argentinas durante la guerra con el Paraguay.

Una década y media después, el recién nacido tango salió de los prostíbulos y lo incorporó en las formaciones de la todavía guardia vieja.

La leyenda dice que el alemán Hermann Ulgh copió un armonio, quiso hacerlo portátil y así nació el bandoneón. Después la fábrica de Alfred Arnold patentó el modelo AA per más tarde, Heinrich Band, un luthier de la ciudad de Krefeld, los armó en su taller -Band Union- y de ahí salió el nombre: bandunion, bandonion, bandoneón. Eso ocurría hacia 1846.

Esa es una de las versiones. Lo p rimeros instrumentos fabricados por Band tenían 56 tonos con 14 tecla bisonoras por lado. Después fabricó otro de 64 tonos y otro de 88.

Otra versión ubica como creador del bandoneón a un tal Carl Zimermann, que tomó como base la concertina alemana de Ufflig y la bautizó Calsfelder Koncertina, en 1849. Cuando Zimermann emigró a Estados Unidos, vendió su invento y su taller a Ernest Louis Arnold, que lo fabricó con la marca ELA y así se importó a la Argentina. Luego, la empresa pasó a sus hijos hasta que Alfred comenzó a fabricarlo como «Doble A, el único instrumento para una interpretación perfecta del tango argentino».

Había tres modelos: lisos, con media encajadura de nácar o semi nacarados y con incrustaciones de nácar completa. Otras marcas fueron «Premier», «Germania», «M.Honer AG». Aun con varios intentos de producirlo en el país, «ninguno tuvo éxito», dijo Alfredo Sabbatella, porque «los materiales no eran de la misma calidad».

El instrumento tiene una vida útil de 200 años y dejó de fabricarse en 1945 cuando las tropas rusas arrasaron la fábrica de Arnold en Carlsfeld, que ya había sido expropiada por los nazis. Sin embargo, hace dos años, el intendente de esa ciudad anunció que se volvía a activar la empresa.


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