Conciencia sobre el ruido

Por Federico Miyara (*)

Nadie podría dudar en los tiempos que vivimos que el ruido en Rosario se ha vuelto francamente insoportable; y la gente lo sabe. La prueba está en las recientes incidentes en la zona de Pichincha, en los que los vecinos se movilizaron por la cuestión de los boliches. Pero esto no es todo. El aturdido habitante de la ciudad se ve invadido por muchos otros ruidos, entre los que se encuentran el del tránsito y el de la música a alto volumen en casi todos los lugares públicos. Los ruidos de la industria de la construcción, así como los originados en las reparaciones en la vía pública, con los estridentes martillos neumáticos son también parte del paisaje sonoro urbano. Finalmente, pero sin que esto signifique agotar la lista, cabe mencionar los ruidos de los equipos de aire acondicionado y ventilación, de los extractores de aire y de los grupos electrógenos.

Por ello es oportuno tener en cuenta que se conmemoró el Sexto Día Internacional de la Conciencia sobre el Ruido, día propicio para reflexionar sobre la multitud de efectos perjudiciales del ruido. Como en el caso de otros problemas de contaminación ambiental, el primer paso es tomar conciencia del problema. Aunque para mucha gente el ruido es sólo una molestia, los especialistas ya no dudan de que se trata de un serio peligro para la salud. En el año 1978 la máxima autoridad de la Oficina Federal de Salud Pública de los EE.UU. manifestaba que «llamar al ruido molestia es como llamar al smog un inconveniente,» y añadía: «El ruido debe ser considerado un riesgo para la salud.» Sus consecuencias abarcan desde la hipertensión y el estrés hasta la sordera, pasando por el aislamiento social y los problemas de aprendizaje y de conducta en los niños. Desde 1974 se sabe que los niveles sonoros que prevalecen hoy en día en nuestras grandes ciudades no permiten garantizar la integridad del aparato auditivo para quienes pasan muchas horas por día en la calle. Y, yendo aún más atrás, ya en 1962 se había demostrado que la audición de los núcleos urbanos primitivos del Sudán, exentos del nivel de ruido imperante en las sociedades tecnológicamente más avanzadas, era sensiblemente superior a la del promedio de importantes estados norteamericanos como Winsconsin.

La educación formal y mediática, en cuanto instrumento preventivo, tiene un rol fundamental en la posibilidad de ir revirtiendo paulatinamente este estado de cosas. De allí la importancia de este Día de la conciencia sobre el ruido, que permitirá ampliar la información pública existente al respecto.

Entre las actividades en esta jornada se encuentran el envío de cartas a las autoridades reclamando un ambiente acústico más sano y el lanzamiento de una encuesta pública de alcance internacional, que se dará a conocer oportunamente y que examinará las fuentes de ruido comunitario y las acciones tomadas por el público para aliviar el problema del ruido.

Por último, además de reflexionar durante toda esa jornada sobre el ruido que cada uno de nosotros produce innecesariamente, se previó, como acto simbólico, la realización de un minuto sin ruido en el que se evitó producir ruidos, bajar el volumen de los televisores y las radios y apagar los motores de los vehículos, entre otras medidas de alcance individual. Tras evaluarse los resultados de esta convocatoria, el resultado seguramente será haber gozado de un extraño minuto de paz y sosiego, una especie de eclipse al ruido en pleno día que nos mostrará la diferencia entre la caótica situación actual y una sociedad acústicamente civilizada.

(*) Director del Laboratorio de Acústica y Electroacústica de la UNR

y miembro de la comisión directiva internacional para la organización del

Día Internacional de la

Conciencia sobre el Ruido.


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