Conesa, de ser un pueblo tranquilo a «reino de la impunidad»

Estremece e indigna a los vecinos el tema de la inseguridad en sus calles.

HORACIO LARA

hlara@rionegro.com.ar

En lugares pequeños como Conesa, los siete pecados capitales, si es que fueran siete, andan caminando por las calles y tienen nombre y apellido.

Esta certeza estremece tanto como la conclusión a que muchos vecinos del lugar admiten haber llegado en la intimidad: «acá cualquiera pueda matar a cualquiera … total … no pasa nada». Las primeras 48 horas son de mucho revuelo y escándalo. Y ni bien pasaron dos días del crimen cometido entra a tallar el olvido, agregan.

En este convencimiento, los conesinos –unos 5.240 según el último censo nacional– transcurren sus aparentes vidas tranquilas. Hasta que un nuevo asesinato los sacude. Y así una vez, otra vez, otra… otra… hasta llegar en este tiempo a casi una decena de crímenes que todavía no han terminado en una sentencia judicial contra los victimarios o posibles culpables. A los que todos conocen por sus nombres y apellidos, porque son de ahí

nomás, de la casa de al lado, hijos o maridos de la vecina, con la que compartieron alegrías y tristezas desde siempre.

Demasiada impunidad para vidas tan sencillas como la de la mayoría de los que vivimos acá, acotan los familiares de las víctimas de crímenes aún sin esclarecer.

 

 

Elida García, Fredy Morales y Manuel Molina, tres de los tanto familiares de víctimas de crímenes que pese a los años transcurridos todavía no tienen un veredicto judicial, hablaron con este diario de cómo están viviendo estos días posteriores a la marcha multitudinaria del pasado jueves 2 de marzo, cuando más de 700 vecinos salieron a la calle a reclamar justicia.

Al escucharlos está claro que el dolor da intensidad a estos planteos que ellos mismos formulan:

* «Acá en Conesa se arman bandas de chicos y jóvenes que no estudian ni trabajan, que tienen antecedentes policiales y a los que nunca les falta plata en el bolsillo. Y cuando corre el alcohol se convierten en pesadillas dignas de temer».

* «La Policía, con ellos, hace la vista gorda. No pedimos represión pero sí que cumplan con su función de vigilar y prevenir. Pero la policía local tiene amiguismo con ellos; no tienen autoridad; nadie los respeta. Precisamos a alguien con los pantalones bien puestos, con sentido común y que se sienta parte de esta sociedad».

* «La Justicia de Viedma piensa que acá estamos todavía con la pluma puesta. Nos denigran. Somos cualquier cosa para ellos. Nos piden pruebas con las denuncias: ¿no están ellos para investigar? Nosotros no podemos ni debemos investigar. Damos indicios, señales, testigos y presunciones…pero de ahí a investigar hay un buen trecho».

En este punto Manuel Molina, hermano de la última víctima de una mortal pelea a la salida de un boliche bailable, dice: «llevamos el cuerpo de mi hermano a Viedma para una autopsia y como no encontraban un médico forense nos dijeron: 'déjenlo que unos días se lo mandamos'. Por la violencia vamos a Viedma a pedir Justicia y nos responden con más violencia. O la respuesta que nos dio el subcomisario cuando fuimos a avisarle de la tragedia: 'es el damnificado el que tiene que venir a hacer la denuncia'. Y mi hermano se estaba muriendo, en terapia».

* «Vivimos una permanente devaluación de la vida», señala Fredy Morales (29), cuyo padre fue muerto cuando recién había cobrado un crédito para comprar unos tractores para su chacra. Su cuerpo fue encontrado en un canal de riego. «Con este valor en vigencia, acá en Conesa se puede matar con total tranquilidad porque nadie ve que alguien pague por esta conducta aberrante».

* «No pretendemos cambiar el país pero sí cambiar las condiciones de vida en la que estamos sumergidos en Conesa, donde cada uno asuma la responsabilidad social que le toca. Tenemos esperanzas que que todo va a cambiar para mejor».

Aseguran que si esta semana no hay novedades vendrán más marchas. «Estamos jugados, jugadísimos».

 

Alberto Perelló (58), comerciante, no quiere una clonación de Blumberg en nadie, menos en su pueblo, dice. «¿Represión policial? La actitud de la policía es una consecuencia de una política de Estado. Creo que se nos va la mano en achacarles cuestiones que se sabe que no dependen de ella».

Y otra cosa aún peor, enfatiza: «cómo es posible que tengamos los ciudadanos que salir a la calle para decir lo que hay que hacer en esta seguidilla de crímenes impunes. ¿Y los funcionarios? ¿Dónde están los que tienen una carga pública?»

«Está claro lo que pasa, entonces: el Poder Judicial está ausente o si está no acciona: es terrible. «La vida no vale nada» se escucha decir otra vez.

Perelló cree que este último crimen, el de Molina, se va a esclarecer; «¿pero los anteriores? ¿Qué se les va a decir a los familiares?».

«Si la Justicia del Estado es incompetente, cruzada por tanta decadencia, corrupción y desprestigio, ¿a qué otra Justicia podemos recurrir? No quiero ni pensarlo. Porque ahí si que sería la anarquía para todos nosotros», reflexiona este prestigioso comerciante.

¿Qué hacer? «Mirá, me da la impresión de que si no paramos todo esto Conesa va a terminar pareciéndose al conurbano bonaerense, en su peor faceta, obviamente. Entonces, podríamos empezar por que cada uno haga lo que le corresponde. Ejemplo: ¿qué hace un menor a las tres de la mañana, alcoholizado, manejando un auto? Si sus padres lo cuidaran, o lo educaran, ese chico no estaría ahí ni así… Si cada padre ejerce su autoridad achicamos el problema. Tenemos normas, leyes y ordenanzas: con solo cumplirlas esto cambiaría y mucho».

«Y por último, que sería lo primero, que aparezca la Justicia. Pero bueno… en los 90 lo primero que se privatizó fue el Poder Judicial para poder hacer después todo el desmantelamiento del país que se hizo. Esto, ahora, se sufre en carne propia. Acá, al menos, todos estamos salpicados por el dolor».

 

 

«Somos tan pocos habitantes que –por lazos familiares o afectivos– todo el mundo está involucrado de algún modo con el otro. Por eso, estas cuestiones dramáticas que estamos viviendo pueden llevar al enfrentamiento entre familias que no encuentran salidas a los conflictos violentos que se han presentado», afirman Marisel y Juan Danessa, matrimonio que hace 30 años optó por vivir en este lugar.

«Hemos perdido los códigos de convivencia», alertan ambos. «Y lo estamos pagando carísimo».

Grafican:

* No nos respetamos entre nosotros.

* Se valora poco la vida del otro.

* Tenemos poca cortesía.

* No tienen autoridad los ancianos, la madres, los docentes, el trabajador ni los gobernantes.

* El alcohol es el eje de todo divertimento tanto de chicos como de adultos. Circula una encuesta de Quilmes que coloca a Conesa como el primer consumidor de esa bebida en Río Negro y tercero en el país.

* La vagancia es toda una cultura. Los productores no encuentran mano de obra para sus chacras; los albañiles no encuentran brazo para levantar paredes… Hay padres, hijos y nietos que viven solo del clientelismo político: el trabajo, en sus prioridades o costumbres, no figura. Están pasados de rosca con la ayuda social.

Ser vago no está mal visto, no está mal, insisten.

«Está fallando la familia», apuntan ambos profesionales; ella, docente; ingeniero agrónomo y productor. «Hay una debacle en esta organización. Los adultos nos estamos alejando de la responsabilidad de crear seres humanos completos. Y es tal la subversión de valores que lo que está mal en cualquier parte del mundo 'está bien' en Conesa. 'Está bien' no trabajar ni estudiar, por ejemplo. 'Está bien' estar tirado en plaza, esperando el viernes, sábado y domingo para ir al boliche y emborracharse. Y hacer picadas después. Y si pinta matar a alguien, matar».

Esto con respecto a lo familiar, dicen. Con respecto a lo institucional, expresan que «las ausencias de líderes y dirigentes, de los tres poderes institucionales, de organizaciones con un trabajo permanente como podrían ser las deportivas o religiosas, han anarquizado al pueblo. Tanto que acá se están peleando las familias entre sí».

Faltan expectativas de vida. Que haya horizonte, insisten, para que ese pibe que está tirado todo el día piense que vale la pena levantarse. Pero «mientras no hayan dirigentes y líderes que monitoreen las sensaciones y necesidades de la gente, y vayan adelante con las propuestas y alternativas y no atrás apagando incendios, esto no va a cambiar», concluyen los Danessa.

 

 

«Muchos adultos en Conesa siguen con una idea vieja: que vivimos en un pueblito tranquilo donde los chicos se juntan en la plaza a tomar mates. Hoy, la plaza del pueblo es un espacio de riesgo como tantos otros que están im

pregnando la vida comunitaria».

Elena Arismendi, directora de la Escuela Primaria 9, quien habla ahora, sostiene que por esa idea vieja muchísimos vecinos piensan «a mi no me va a tocar». Y les toca en algún momento, por supuesto, acota.

Por eso, «los otros días, en la marcha popular contra la impunidad, no estábamos todos los que teníamos que estar. Incluso muchos comerciantes no cerraron sus puertas. Cuando pasábamos frente a ellos, salían y miraban como tomando distancia de 'un problema ajeno' «.

Elena, en este sentido, es categórica: «no somos solidarios. Esta me parece que es otra cualidad de esta sociedad, en este momento». Y si alguien crea una movida solidaria enseguida viene la sospecha: ¿por qué lo hará?.

«Creo que hoy estamos dormidos. Muy pasivos», advierte con un temor: «¿nos despertaremos algún día? Y si esto ocurre: ¿cómo podrá ser este despertar? ¿Violento?». Tratar de comprender significa no dejar de hacerse preguntas nunca, piensa.

 

Afuera está declarado el alerta metereológico. El viento arrasa con todo lo que puede. Así estaba Conesa cuando «Río Negro» recorría sus hogares.

Adentro está declarado el alerta social. La impunidad está arrasando con todo lo que puede. Hasta que no deje vacío de alma a sus pobladores, esa maldita costumbre de matar con tranquilidad pareciera que no va a parar. Entonces, todos habrán perdido y los pecados capitales ya habrán hecho de las suyas.

OPINION: Igual que el resto del país

Cualquier argentino que haga el ejercicio de puntear lo que pasa en la realidad social del lugar en que vive tendrá un resultado parecido al que hicieron los vecinos de Conesa con respecto a su pueblo, en este informe especial. Con mayor o menor intensidad, habrá semejanzas.

Es que la falta de dirigentes políticos y líderes sociales comprometidos y visionarios para su sociedad; la deleznable forma de hacer política y la corrupción que salpica a todos los poderes del Estado, entre otras plagas, ocurren en todo el país.

Pero a diferencia de otras partes, los conesinos parecieran estar reaccionado. Por dolor, hartazgo, por lo que sea. Movilizándose y hablando en voz alta, sin miedos. Y si ellos no le encuentran una solución para si mismos es porque la Argentina no la tiene para ninguno de sus habitantes. (H. L)

TIPS DE LA COMUNIDAD

* Conesa es uno de los pueblos más antiguos de la Patagonia. Tiene 136 años.

* Está ubicado en el departamento Conesa, en Río Negro.

* La separan 154 kilómetros de Viedma, la capital provincial.

* Su economía está basada en la agricultura y la ganadería.

* Hasta hace pocos años atrás era el típico pueblo tranquilo del Sur argentino.

* Ahora, referentes sociales locales alertan que puede terminar pareciéndose a las tierras peligrosas del conurbano bonaerense.

* Es que una seguidilla de crímenes sin esclarecer judicialmente han creado un clima de impunidad irrespirable.

* Se habla de una comunidad anarquizado donde las familias se enfrentan entre sí.

* No hay códigos de convivencia, reconocen los testimonios recogidos por este diario esta última semana.

* También se habla de un quiebre en los valores de la familia; la ausencia del trabajo de organizaciones intermedias como deportivas, religiosas y ecologistas, entre otras.

* Denuncian también la falta de dirigentes políticos y líderes sociales que creen proyectos de vida para la comunidad.

* El reclamo más generalizado está dirigido al Poder Judicial de la provincia y todos sus funcionarios.

«Perdimos las reglas de convivencia»

«Desde Conesa van a Viedma a hacer las denuncias judiciales y siempre vuelven los supuestos culpables de los crímenes y se quedan los familiares de las víctimas».

Con esta definición, el joven intendente Daniel Contín resume la indignación ciudadana local, asumiendo que «acá hemos perdido las reglas de convivencia».

El mandatario local rescata el accionar del Foro de Seguridad, aunque no son pocos los vecinos que lo critican porque su presencia es meramente declamativa, «no concreta soluciones ni alternativas».

Contín reconoce que hay muchos jóvenes y adultos que están desocupados «porque quieren: hay trabajo para todos».

«Es que están acostumbrados a la asistencia del Estado», comenta desde el mismo lugar, la intendencia, donde se reparten desde años planes, subsidios y pagos de hasta los servicios básicos a punteros y afiliados, principalmente.

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