Conocé al tanguero itinerante que desembarcó en Bariloche

Matías Rodack es un cantante de tango con un estilo muy particular. Desde hace dos años y medio viene recorriendo Sudamérica. Su objetivo es llegar más al sur.

“Canto alto para disimular que desafino”, dice con total desparpajo Matías Rodack en el centro de la plaza del Centro Cívico ante un público que lo escucha y lo mira alejado pero atento. Acomodó el micrófono una vez más y entonó “Garganta con arena”, con una voz envolvente que mereció efusivos aplausos.

“El tango viene tatuado y con rastas ahora”, advierte risueño ante el público. Una mujer se acerca, le pregunta de dónde viene, mientras se saca una selfie con el artista que acaba de descubrir en su viaje a Bariloche. La respuesta la sorprende: “No tengo residencia alguna. Soy un viajero desde hace 2 años y medio”. “¿Y a dónde te podemos escuchar de nuevo?”, insiste la mujer. “Ahora estoy acá”, le responde Matías.

Tiene 37 años y nació en Bernal, en el conurbano bonaerense, pero desde hace 30 meses se dedica a viajar para cantar. O cantar para viajar.

“Me voy con este tema”, anuncia y vuelve a sorprender al público pero esta vez con un rap. También se lleva aplausos. Y no faltan mujeres que se acercan a felicitarlo.

“¿Qué hago? Viajo y canto incluso con un caramelo para que no se me reseque la boca”, admite riéndose. “Ya recorrí casi toda Sudamérica y me faltaba conocer el sur. En Brasil me fue muy bien con el tango, con el idioma. Soy un agradecido a cada crisis que tengo. Y en cada lugar, me quedo según la energía de cada lugar, la aceptación. Hay lugares donde estoy tres meses; en otros, dos días”, señala Matías, recién llegado de Neuquén donde permaneció 30 días a pesar de que lo robaron al segundo día de llegar.

“Se trata de convertir una crisis en una oportunidad. La gente me recibió muy bien en Neuquén. Resistí y tuve los frutos. Acá en Bariloche, la gorra es tremendamente fría”, remarca.

Asegura que en el reencuentro con su madre después de 10 años, le contó que la primera vez que cantó un tango fue a los 7 años, con ella.

“De grande fui dueño de un restobar en Quilmes hasta que me agarró este ataque de hippismo. De repente, abandoné todo y salí en busca de lo que tengo ganas de hacer. Uso la música como un evangelista loco”, relata.

Al término de su show, se regodea con los aplausos, las fotografías y las muestras de afecto. “A cualquier artista le gusta que lo aplaudan, el reconocimiento es necesario para el ego si está equilibrado”.

“A cualquier artista le gusta que lo aplaudan, el reconocimiento es necesario para el ego si está equilibrado”,

comentó el cantante Matías Rodack.

Datos

“A cualquier artista le gusta que lo aplaudan, el reconocimiento es necesario para el ego si está equilibrado”,

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios