Contrastes

Se aman y se odian. Se entregan y se escatiman. Se buscan y se pierden. Se enojan. Se inquietan. Se desean. Se repelen. Yo no los entiendo. Quizás nadie lo haga. No me entiendo, ni te entiendo a vos que vas de un lado al otro del gigantesco festín de los sentimientos. Que me miras con ojos de musa. Que me incitas como una sirena a un marinero atado a su barco.

Años y años y años de historias. Miles de millones de años luz de partículas girando en el espacio infinito. Dando vueltas sobre la nada. Hectolitros de lágrimas. Números cuánticos de risas esfumadas en ninguna parte. Caricias irrepetibles bajo «X» cielos estrellados. Gemidos de ballena antes y durante el orgasmo de los comensales. Juramentos de amor eléctricos. Uno tras otro en la larga cadena de la supervivencia. Seguida de quiebres, divorcios y mentiras sin descanso.

Lo siento. Así son las cosas. Tú tienes la culpa. No, tú la tienes. Tú la has tenido siempre. Tú más.

Un bebé nace, un anciano muere. Un bebé crece, un joven se tuerce. Y yo siento tensión en mi cuerpo cuando descubro que puedo hacer algo. Reconocer el aroma de una flor. Añorar los labios de Sofía Loren. Emprender un proyecto. Filmar el ocaso del mundo. Tener hijos. Llorar y reír mientras el tiempo me atraviesa igual que un alfiler.

Siento que soy un fragmento.

Quisiera creer pero no creo lo suficiente. Carezco de heroísmo. Desconozco la santidad. Rezo pensando en unas pocas mujeres, eso si. También me arrodillo en franca oración bajo el cielo azul del verano. Le rindo culto al frío. Al fuego que hago con mis fósforos y mi leña.

Creo, también, un poco, en mis manos cuando surcan una piel griega. Creo en el vino. En la tierra. En el teclado de una computadora conectada a internet y en la voz dulce del río que llega con el deshielo.

Pido disculpas al espíritu que todo lo sabe y lo rodea. La energía inaudita que vive en el fondo de nuestros corazones. Pido perdón por no ser digno (aunque soy incapaz de pedir permiso).

Menos. Más. Grande. Minúsculo. Fuerte. Frágil. Claro. Luminosamente oscuro. Superficial. Profundo. Torpe como un leñador trabajando en la Selva Negra. Suave como una mariposa.

Las imágenes de lo vivido pasan a una velocidad feroz por mi mente. No alcanzo a tomar el tren que las lleva directo al más allá. No alcanzo a decirlo todo. Los recuerdos son organismos delicados.

Entonces, antes de que todo termine, grito te amo. Y de inmediato agrego: carajo, te amo y te odio. No importa si es lo último que sale de mis labios.

Mis contradicciones pueden, en parte, sintetizar tanta pasión compartida.

CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar


Se aman y se odian. Se entregan y se escatiman. Se buscan y se pierden. Se enojan. Se inquietan. Se desean. Se repelen. Yo no los entiendo. Quizás nadie lo haga. No me entiendo, ni te entiendo a vos que vas de un lado al otro del gigantesco festín de los sentimientos. Que me miras con ojos de musa. Que me incitas como una sirena a un marinero atado a su barco.

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