Conversación en el refugio del saxofonista

Cuando hace unos días el Indio Solari presentaba su disco solista, nadie hubiera imaginado que la sorpresa anunciada, tendría que ver con que Sergio Dawi, el saxo de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, estaría junto a él en un escenario. Dawi es un tipo sensible, misterioso y cálido, tiene banda y disco nuevo, y es feliz con esa libertad que le permite hacer lo que quiere. Asegura que no extraña a los “Redondos” y que para intentar juntarse hace falta más que voluntad. El espíritu más bohemio de la leyenda “ricotera” nos abre su casa para contarnos su historia.

por: MARTIN VALBUENA

Su casa de Almagro es su búnker, su caverna, su almacén. Es el lugar donde pasa los días componiendo en el estudio que ha montado en su terraza. Lo que alcanzo a observar me coloca frente a un personaje que salió del under porteño y que bebió de otras culturas, que me lo confirma además, el despliegue de algunas «rarezas» simpáticas que adornan la casa. En el comienzo de la entrevista comprendo que el «monstruo ricotero» no se lo ha comido y aclara, razonablemente, que existe una vida antes, durante y después de Los Redondos.

Como si el destino los acercara aún más, después de un tiempo y casi en simultáneo, aparecerían sobre el final del 2004, los discos solistas de tres de los integrantes de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Mientras Skay Beilinson editaba su «Talismán» con el trazo gráfico de Rocambole y el Indio Solari anunciaba su regreso con «El tesoro de los inocentes (bingo fuel)», Sergio Dawi sorprendía a más de uno con su disco «Estrellados», nombre que también lleva su banda y que está integrada por músicos amigos a los que admira. El disco es una suerte de mochila de múltiples sonidos y colores, por donde desanda el recorrido de su vida. «Es que la diversidad es algo orgánico –explica–, un producto de la naturaleza. Poder ser parte de ella me encanta. Es más, yo creo que mi forma de ser tiene que ver con alimentarme de la diversidad y a partir de ahí generar algo propio.»

Su música nace instrumental, con marcos estéticos definidos como en DosSaxos2, dúo que formaba con Damián Nisenson. Pero con Estrellados habría cosas para decir, por primera vez llegaban las canciones, situación que lo ha hecho correrse un poco del lugar de saxofonista y experimentar con otras herramientas. Mucho trabajo de máquinas y edición. Sostiene que a su música no se la puede encasillar porque tiene que ver con expresiones del alma y no con las góndolas, por eso el disco ha madurado el tiempo necesario para decantar en un viaje a través del reggae, el blues, el funk, el folclore, etc. Con un padre cineasta y su acercamiento al clown y a la acrobacia, fue entendiendo la música cuando había una imagen. La generación de imágenes fue imprimiendo en su vida estos viajes teatrales que acompañan caprichosamente sus presentaciones y que tienen un origen en edades más tempranas.

–¿Cómo te empezás a relacionar con la música?

–Mi mamá hacía música, lo primero que conocí fue el piano y ya en la escuela, las flautas. Me acuerdo de que cuando llegué a España tocaba música renacentista, barroca, con flautas dulces. Y un día estaba parando en lo de un amigo arquitecto y le pregunté:» Tengo 100 dólares, tengo la posibilidad de comprar una flauta traversa, ¿qué hago?» Pensó, me miró y me dijo: 'Comprala'». Ese fue mi primer paso para empezar con el jazz y la música popular. De la flauta traversa pasé a la familia de los saxos. En España toqué de todo, porque trabajaba de músico en fiestas y de tocar en la calle para ganarme la vida.

–¿Por qué te fuiste a vivir afuera?

–Podría considerarme un exiliado. Viví en España 10 años, desde el '76 al '86. Estuve en La Coruña, en Galicia, Madrid, Barcelona, Islas Canarias. Cuando llegué ya era músico, pero allí también me fui perfeccionando. En esa época nacieron las escuelas de jazz, así que tenía una formación americana que venía de las Escuelas Berkley y también tuve la oportunidad de estudiar en una escuela de Barcelona.

–¿Cómo llegás a Los Redondos?

–Entro a la banda cuando ya están formados. El primer contacto que tengo con los redondos fue cuando ellos van a ver lo que estábamos haciendo en el Parakultural con DosSaxos2, y nos convocan a participar en el intermedio de un show de ellos. Luego coincide con que el saxofonista, Willy Crook se va, y me llaman para empezar a tocar con ellos en el '87.

–¿Cómo fue la experiencia?

–Yo venía de España y Los Redondos ya empezaban a tener peso, pero no conocía el ambiente de acá. Apenas tomé contacto con ellos existió mucha afinidad, cuestión que se tradujo en una época de mucho crecimiento.

–Fuiste invitado a la presentación en vivo del último disco del Indio en La Plata…

–La experiencia fue maravillosa, fue revivir la comodidad, la alegría y la plenitud que te otorga el cariño y el sentimiento de mucha gente. Fue perderme, como tantas otras veces en esa fiesta pagana en donde para describirla, las palabras siempre son escasas. Le agradezco al Indio por la invitación, nos permitió hacernos ese guiño de complicidad que te da el haber vivido tantos años juntos en la ruta.

–¿Y cómo es tu relación con él?

–Mi vínculo con él es claro, siempre estuvo amparado por el hacer y el saberse uno del otro testigo de una parte sumamente importante de nuestras vidas.

–Es de público conocimiento que el Indio tiene voluntad para volver a juntar a Los Redondos. Más allá de tu proyecto con Estrellados, ¿tendrías en cuenta la idea?

–Esto ya tan mentado en relación con la reunión, despedida o como se quiera llamar, no sólo depende de la voluntad del Indio o de quien sea, creo que en alguna medida tiene que existir una suerte de alineación planetaria y cuando esto ocurra ya no estaremos hablando sino tocando. Mientras tanto iremos comiendo pequeños grandes bocadillos de música, cada uno en su escenario, disfrutando de poder hacer nuevas experiencias.

–¿Cómo definís la música de Estrellados?

–Tiene un carácter artesanal, que hemos elaborado durante años de encuentros con amigos músicos. Creo que es música popular con muchas transparencias, tiene pinceladas de distintas culturas, y además en mi caso, la influencia de haber tocado 15 años con Los Redondos y la formación paralela que se llamaba DosSaxos2, donde lo circense era algo que estaba bastante explícito en mi lenguaje.

–Influencias que has tenido.

–El folclore latinoamericano y las músicas étnicas. Tener acceso a la música de Irak, Nigeria, etc., creo que me han impregnado de sonidos y miradas. Soy un curioso, un amante de la diversidad.

–Contame un poco de la banda Estrellados.

–Es una banda bastante experimental y por supuesto creemos en el material que estamos haciendo. Estamos empezando a tocar y nos encantaría ir al sur, me gusta que mis canciones viajen, que vayan de mochila en mochila. El sur es una zona del país que la tengo recorrida y la llevo muy adentro, lamentablemente por las distancias y los presupuestos siempre es una pieza difícil una gira por ahí abajo, pero me gustan las fichas difíciles así que seguramente en algún momento nos veremos por allá.

–¿Por qué el disco se llama «Estrellados»?

–Su nombre iba a ser 'Mochila', pero el nombre definitivo me surge porque pertenezco a una generación de estrellados. No fue casual, porque «estrellado» es una palabra muy significativa de lo argentino: nosotros nos estrellamos con luz propia, nos ilusionamos, seguimos y nos volvemos a estrellar, es como un ciclo.

También hay quienes nacen estrellados y no tienen ningún tipo de opción, como se refleja en el tema «La procesión». Hay personajes que se estrellan con el amor, otros con la discriminación, otros con la suerte o la muerte.


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