Coparticipación, una década después

En 1993 Domingo Cavallo presionaba desde el Ministerio de Economía a un grupo de gobernadores que resistía la firma del llamado Pacto Fiscal Federal, ideado con el propósito de lograr un reordenamiento tributario. En ese bloque rebelde estaban nucleadas todas las administraciones de la Patagonia, además de Córdoba y Catamarca.

El 18 de agosto de aquel año, Jorge Sobisch se subió a un Lear Jet de siete plazas que había alquilado su colega de Río Negro, Horacio Massaccesi. Ambos se trasladaron en esa veloz máquina desde Neuquén hasta El Calafate para participar de una reunión de gobernadores patagónicos. El anfitrión de esa provocativa cumbre era Néstor Kirchner, un joven gobernador que comenzaba a mostrar algunos signos de rebeldía hacia el menemismo y al entonces poderoso ministro Cavallo.

Las posturas más frontales contra el Pacto Fiscal no provenían precisamente de Sobisch, sino de los gobernadores radicales Massaccesi y el chubutense Carlos Maestro. Kirchner también estaba molesto por el recorte, pero ya había arriesgado bastante al ofrecer su provincia para llevar a cabo ese encuentro.

En aquella reunión, el neuquino se mostró conciliador y dijo que, en algún momento, había que llegar a un acuerdo con el gobierno central, lo que finalmente ocurrió.

Poco más de una década después de la aludida cumbre en El Calafate, Kirchner se encuentra sentado en el sillón de Rivadavia y Sobisch transita su tercer mandato como gobernador. El presidente continúa siendo el anfitrión, pero ahora recibe al neuquino en la Casa Rosada.

Así sucedió la semana última en la primera cita a solas que consigue Sobisch con Kirchner para hablar, una vez más, de la relación fiscal entre Nación y provincias.

Nada inesperado surgió de este encuentro. Sobisch se presentó con un discurso beligerante, por cierto un lenguaje bastante más duro y hostil que el utilizado cuando Carlos Menem proponía su poda fiscal a las provincias.

Al igual que con la crisis energética, la pulseada por la distribución de los recursos es el nuevo instrumento que encontró Sobisch para mantener su presencia en la agenda de temas nacionales.

El gobernador se colocó en el lugar de los más intransigentes a la hora de negociar y su postura desafiante hacia el poder central será mantenida en el tiempo, de modo de poder continuar con la anticipada campaña electoral en la que se embarcó desde que fue reelecto el año último.

Sobisch tiene presente que al final del camino habrá que negociar, como ocurrió en 1993. Pero esta vez parece que tiene decidido hacerlo muy al final.

El ceño de Sobisch puede cambiar si Nación afloja unos cuantos millones de pesos para construir Chihuidos II o aporta para el proyecto del tren trasandino. En definitiva, estos dos temas fueron tratados en la reunión que mantuvieron el presidente y el gobernador el lunes último.

Esta estrategia que utiliza Sobisch para enfrentar a Kirchner, la de elegir un tema de actualidad para referenciarse en la opinión pública como un dirigente opositor, coloca al neuquino a la misma altura de lo que critica del peronismo. Sobisch ha dicho en los últimos días que el gobernador Felipe Solá y Kirchner no están enfrentados por la coparticipación sino que, a través de esa discusión, han trasladado la interna partidaria para definir ni más ni menos que el control del poder de la provincia de Buenos Aires. Aunque en escala reducida, Sobisch está trasladando su campaña y proyección nacional a la discusión sobre la coparticipación.

Los roles simultáneos y confusos que cumple Sobisch, el de un político en campaña y el de un gobernador que debe administrar, no permiten ver si la pelea que ahora emprende por la coparticipación representa una genuina defensa de los intereses de la provincia y de sus habitantes, o todo es pura especulación para acumular poder mirando hacia el 2007.

Ultimamente Sobisch maneja la provincia con piloto automático. Se puede ir de vacaciones un mes que encontrará todo igual a su regreso.

La política local no lo inquieta por varias razones. La interna del Movimiento Popular Neuquino sigue adormecida y la oposición intenta organizar algo que, por ahora, lo único que tiene es un nombre, unas cuantas voluntades detrás y una tarea ciclópea por delante si es que en verdad los dirigentes se proponen vencer al MPN en el 2007.

Sólo dos temas agitaron al oficialismo en los últimos días: la movilización de los estudiantes y la divulgación del contenido de una auditoría realizada por el Tribunal de Cuentas a la Fundación del Banco de la Provincia del Neuquén.

El conflicto de los estudiantes ya quedó solucionado y los chicos regresaron al aula. Pero el de la Fundación es, por ahora, un pequeño gran problema.

Esta entidad es una extensión del Banco. Sus responsables eran reacios a ventilar números, especialmente en la gestión de Luis Manganaro. Pero una auditoría del Tribunal de Cuentas descubrió que la Fundación tiene problemas para justificar gastos financiados con aportes del Estado. Ahora interviene la Justicia y los secretos pueden desaparecer.

Gerardo Bilardo

gbilardo@rionegro.com.ar


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