Coplas de ayer con sabor a hoy

Olor a café con leche y tostadas con manteca. Una manos curtidas que suavemente armaban, con magia y sin tironear, dos largas trenzas. Y una voz no demasiado afinada que con su nostalgia entonaba coplas llenan recuerdos cálidos de infancia.

Abuelas que transmitían sin proponérselo su herencia española, con la música que llenaba su alma y que tarareaban despacito mientras hacían sus tareas cotidianas.

Sonidos que vuelven ahora renovados con ese género que resurge de tanto en tanto y al que los españoles no quieren abandonar, por suerte para los descendientes de quienes bajaron de los barcos y nos metieron en el corazón esas canciones de amores contrariados y trágicos sin saberlo.

«Tatuaje», editado hace poco por BMG-Ariola, recopila las coplas más conocidas en las voces de músicos de distintos géneros que le ponen su sello propio a cada versión.

Catorce temas se incluyen en esta placa que abre con la inconfundible voz de Antonio Carmona (líder de Ketama) y «Ojos verdes» con su estilo andaluz popeado.

Rosario le hace honor al legado de su madre Lola Flores en una versión casi, casi clásica, aunque eléctrica, de «Te lo juro yo».

Joaquín Sabina va un poco más allá y hace sonar acordes moros en una versión sentida de «La bien pagá», que por estos lados se hizo conocida masivamente por la película «Las cosas de querer» y Marta Sánchez se juega al convertir a «Y sin embargo te quiero» casi en un blues.

Andrés Calamaro regresa a su Buenos Aires querido y transforma a «Rocío» en un tango.

Completan la propuesta Enrique Bunbury con «Con el alma», Luis Eduardo Aute con «La falsa monea», Antonio Vega, «¿Ay, pena penita, pena», Cristina del Valla, «María de la O», Víctor Manuel, «La Parrala», Malú, «A tu vera», Javier Alvarez, «¡Ay, Maricruz», Navajita Plateá, Consolación y Ana Belén con «Tatuaje». (S. F.)

Salir a ver qué pasa en el barrio

MIDI, WAV, MP2, MP3, conjunciones de letras que acercan la música desde cualquier lugar del mundo a una computadora perdida en el rincón más al norte, sur, este u oeste de la Argentina.

Ventanas a un mundo que cada vez es más chico y cercano, y a la vez lejano e inabarcable.

Un mundo que nos canta en inglés, en francés, angoleño, celta, en cientos de lenguas para muchos incomprensibles.

En medio de esta Babel musical que permite que cualquiera se conmueve, energice y disfrute con lo que cuenta alguien desde Finlandia, Londres, Cabo Verde, Pakistán o donde sea, en nuestro país surgió, tímidamente, hasta tomar fuerza y poder decir con voz potente «acá estoy» lo que se denominó «rock barrial», o «rock chabón», para los que quisieron menospreciarlo y relegarlo a una categoría inferior como fenómeno pasajero.

Pero el tiempo pasó y el rock barrial sigue muy vivito y coleando, con bandas que ya pueden demostrar más de diez años de historia y una convocatoria cada vez mayor.

Tres grupos que nacieron casi al mismo tiempo son los que encabezan este subgénero del rock local: Los Piojos, La Renga y Los Caballeros de la Quema.

Cada uno de ellos tiene identidad y estilo propio, pero comparten la consigna de dirigirse a su público con códigos comunes, sin intelectualizaciones excesivamente rebuscadas, con el lenguaje que se habla en las calles, en las canchas e historias en las que todos pueden reconocerse, y que dentro del rock nacional tiene como su antecesor más cabal a Manal, aunque los tres grupos le rinden constantemente tributo a los Redondos y Sumo.

Desde Ciudad Jardín, El Palomar, llegaron sin un hachazo en el ojo pero con mucho más que una flor en el ojal Los Piojos, que consiguieron elevar al status de himno a «Tan solo», uno de los temas de su primer disco «Chac tu chac» y que sonaron imparablemente todo un verano con «El farolito» y «Verano del 92″´. Son sin dudas los más refinados del rock barrial. Ellos sin perder los códigos callejeros a través de las poesías de Andrés «Ciro» Martínez cantan a las cosas comunes, a los chicos que piden en las estaciones de trenes («Mocosos»), al tipo de la oficina («El blues del traje gris» o a los personajes anónimos de la ciudad («Angelito»), o a sus ídolos («Maradó»).

La Renga es la más cruda. Su lenguaje es mucho más directo y sin metáforas. Ellos le ponen música a los problemas cotidianos y marcan fuertemente su ideología, sobre todo en la defensa de los movimientos zapatista y de los indígenas de América.

Los Caballeros a través de la voz aguardentosa de Iván Noble son los más observadores de lo que pasa a su alrededor. En su repertorio tienen cabida tanto las canciones de amor desesperadas («La noche que me echaste») como la bronca de una ciudad cada vez más ajena («Buenos Aires esquina Vietnam»).

Rock chabón, una etiqueta más con la que muchos tiraron su desprecio por no saber salir «a ver qué pasa en el barrio».

Silvina Fernández.


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