Coraje ysolidaridad para cuidar hijos propios y ajenos
Tres mujeres que cocinan para que otros niños coman.Silenciosa labor por la que no reciben paga.
Concentrar un modesto homenaje a las madres en la figura de unas pocas mujeres, podría considerarse injusto y arbitrario. Pero a fuerza de representar el coraje y el amor que las caracteriza, se eligió a tres mujeres roquenses, sencillas y luchadoras, que libran a diario una batalla tan loable como silenciosa.
Ellas son Selma, Gladys e Hilcia. Viven en el barrio 250 Viviendas. Las tres son madres solas, y bajo tal situación deben afrontar la crianza de sus hijos. Son mujeres simples, curtidas por vidas sacrificadas y llenas de privaciones, pero coronadas por la satisfacción de haber salido adelante pese a todo. Además de sus ocupaciones personales, estas tres mujeres colaboran todos los fines de semana junto a otras madres para que funcione el comedor de la escuela 317, donde estudian sus hijos. Así, con alegría y voluntad, lograron que muchos chicos carenciados puedan alimentarse, gracias a la iniciativa de un grupo de empresarios locales.
Humildes y ejemplares
Selma Cabas es soltera y tiene 46 años. Vive en las 250 Viviendas, junto a sus hijas Laura Inés y Andrea Valentina. Las chicas cursan quinto y sexto grado en la 317. Selma es beneficiaria del plan Jefas y Jefes de Hogar, por el cual realiza una contraprestación en el Polideportivo del barrio, donde se encarga de la limpieza junto a otras mujeres.
Gladys González tiene 40 años y también es soltera. Tiene hijos mayores que ya le dieron tres nietos. Vive en el barrio junto a su pequeña Siboney Daiana, que cursa tercer grado en la escuela de Nicaragua 743. Actualmente está desocupada, y realiza tareas domésticas por hora, pero sin una regularidad que le garantice una entrada de dinero segura.
Hilcia Leal también es madre sola, tiene 43 años y nueve hijos. El año pasado tuvo la desgracia de perder a uno de ellos, Wálter de 21 años. Vive en las 250 con sus ocho chicos, Gerardo, César, Claudio, Débora, Nadia, Graciela, Daniel y Carlos. De ellos, cinco concurren a la escuela 317. Con una familia tan numerosa, Hilcia debe agudizar el ingenio para sobrevivir. Cobra una pensión de 145 pesos y recibe ayuda del padre de los niños. Durante la semana sus hijos asisten al comedor «Plin Plin», y el fin de semana almuerzan en la escuela del barrio.
«Cuando nos llegó la propuesta del director Villegas y de los empresarios del Grupo Ayuda para instalar un comedor los fines de semana, ni lo dudamos. Hubo mucha voluntad de todos los padres, por eso se organizó con rapidez», aseguraron con entusiasmo las emprendedoras madres. Las tres, junto a Rosita Parra, son coordinadoras. «Pasamos más tiempo en la escuela que en nuestras casas», comentaron entre risas.
Un grupo de 30 progenitores de alumnos de la 317 se organizó para llevar adelante la iniciativa. (ver recuadro)
Cinco madres se encargan de cocinar, asesoradas por la nutricionista Mariel Rinaudo, y el resto se ocupa de ordenar las mesas, servir la comida, y limpiar y ordenar luego de los almuerzos. «Tenemos mucho apoyo del director y de las maestras, además se formó un grupo de padres muy lindo y unido. Hacemos algo que nos gusta, y nos levanta mucho el ánimo. Poder hacer esto para ayudar reconforta, porque hay mucha necesidad en el barrio», expresaron.
Para el festejo de hoy, piensan improvisar una pista de baile luego del almuerzo, para danzar toda la tarde al ritmo de la música tropical. Y bien merecido lo tienen, por ese temple de madres que lo dan todo por sus hijos.
Horacio Pauletich
Luchadoras a tiempo pleno
ROCA (AR) .- La tarea que realizan Selma, Hilcia y Gladys junto a otros padres para que funcione el comedor, no es la única actividad que llevan a cabo para mejorar la calidad de vida de los alumnos de la 317.
Dentro de su rol de coordinadoras, junto a Rosa Parra, las tres luchadoras buscan también donaciones para conseguir útiles y elementos de limpieza.
«Hace unos días empezamos a recorrer comercios, pidiendo que nos donen lo que puedan. Conseguimos lápices, blocks de hojas y algunos litros de detergente. En el colegio faltan artículos de limpieza, tizas y demás insumos para poder dar clases», aseguraron.
«Hacemos las recorridas a pie, caminamos mucho pero no nos molesta, porque sabemos que es por una buena acción. Muchos chicos van a la escuela con las zapatillas rotas, no tienen ropa, y mucho menos cuadernos. Las maestras se las arreglan como pueden, les pegan hojas sueltas para que puedan escribir», afirmaron.
Además de oficiar como verdadero apoyo logístico para el establecimiento, las madres se encuentran gestionando ante el Consejo Provincial de Educación la posibilidad de ampliar un sector del edificio para que se instale definitivamente allí el comedor. «Por ahora funciona en la galería principal, pero la idea es buscarle un sitio fijo. Porque se hace difícil bajar y subir las mesas y sillas a las aulas del primer piso cada fin de semana», concluyeron las madres.
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