¡Correligionarios!…
«Parroquia» llegó al quincho.
– ¡No saben qué hacer!… ¡Están desesperados! -decía el gordo cuando entré…
– Bautista Mendioroz hace una semana que no duerme… En un estallido de impotencia quemó todas las cartas que se cruzaba con el rubio cuando todo era «Soñar y hacer»…
– ¿Qué rubio? -pregunté.
– Horatius Massaccesi… Y Pablito Verani está tan pero tan nervioso que en un lapsus de irritación quemó parte de su biblioteca -acotó Ludovico…
– ¿Qué parte? -volví a preguntar…
– La colección encuadernada y actualizada de «Palermo», la revista de los burros…
– ¿Y por qué están tan enojados? -pregunté.
– ¡Y… no saben cómo echar al rubio del radicalismo! -intervino Ludovico.
– ¿Por qué no aplican la ley de Residencia?… La que sancionó la banda de Julito Roca en 1902 ó 1903, o por ahí -respondí.
– ¿Y qué dice esa ley?…
– Que a todo extranjero que haga barullo hay que expulsarlo del país…
– ¡Pero Eduardito!… ¿Cómo le van a aplicar una ley para extranjeros a Horacio, que es argentino? -reflexionó «Parroquia»…
– ¿Cómo argentino?… ¡Si en los tiempos de «Soñar y hacer» vos y todos los radicales -Mendeorito, Pablito y etc., etc.- decían que Horacio ya no era Massaccesi sino Robin Hood!… ¡Y que yo sepa, Robin Hood es inglés, en consecuencia bien puede encuadrar en la ley de Residencia! -señalé.
– ¡Que Bautista no encuentre un mecanismo para echar al rubio del partido, bueno… es ingeniero agrónomo especialista en semillas incógnitas y lechugas varias!… ¡Pero Verani… abogado, rodeado de abogados! -reflexionó «Parroquia»…
– Bueno… vos sos abogado… ¿Qué harías?…
– Yo le aplico alguna de esas ordenanzas que dictaba Rivadavia para combatir a los «vagos y mal entretenidos»…
– ¡Massaccesi no es vago! -comenté…
– Es posible, pero «mal entretenido» sí… Porque mirá que hay que ser «mal entretenido» para jodernos la vida como nos la está jodiendo Massaccesi a los radicales…
– Yo no sé si a Horacio le cabe alguna de las ordenanzas de los tiempos de Rivadavia, pero tengo la impresión de que su caso sí cabe en algunas disposiciones dictadas por el virrey Sobremonte a pedido de los ganaderos y otras milongas -precisó Ludovico.
– ¿Cuáles disposiciones?
– Y… hay una que sanciona severamente a esa «casta de gentes acostumbrada a vivir devorándose las haciendas ajenas»…
– ¿Y qué tiene que ver eso con Horacito?…
– ¿Cómo qué tiene que ver?… ¿Cómo quedó la provincia después de los ocho años de Horacito?… ¡No quedó nada!…
– Pero en relación con el rubio, esa ordenanza tiene un inconveniente -comenté.
– ¿Cuál?…
– Que si se la aplican a Massaccesi, se la tienen que aplicar a todos los radicales, porque en todo caso fue con la complicidad del partido que Horacito se masticó todo… ¡No jodamos más!…
– ¡Y dale con el radicalismo, y dale con el radicalismo! -sentenció indignado «Parroquia»…
– ¡Calma, correligionario, calma!… Sucede que ustedes los radicales son muy particulares a la hora de asumir culpas… Y les viene de lejos… «El Peludo» Yrigoyen es presidente… el Ejército asesina a miles de trabajadores en la Patagonia y luego Yrigoyen, que había enviado al Ejército con órdenes siempre confusas -como fue siempre él-…»vayan, vean qué se puede hacer» y etc, etc, se lava las manos…. Lo mismo en la Semana Trágica… donde dejó que entre los fascistas de la Liga Patriótica, la Policía y el Ejército masacraran a obreros, pibes, judíos y cuanta cosa anduviera suelta… ¡No jodamos más, correligionarios! -reflexioné y me fui.
Eduardo Gilimón
"Parroquia" llegó al quincho.
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