Corrupción y sociedad civil

Por Martín Lozada

Días atrás se celebró en la ciudad de La Haya, el Segundo Foro Mundial sobre la Lucha contra la Corrupción, ocasión que fue aprovechada por las organizaciones de la sociedad civil para confirmar sus compromisos en la denuncia y combate a este flagelo contemporáneo. Entre ellas estuvieron el Instituto Humanista de Cooperación al Desarrollo (Hivos) y Transparencia Internacional (TI), que colaboraron con la adopción de un texto destinado a sentar las bases de un futuro instrumento legal de las Naciones Unidas contra la corrupción.

El Foro Global sobre la Lucha contra la Corrupción es una iniciativa destinada a desarrollar principios de acción eficaces para prevenir y reprimir la corrupción en todo el mundo. Por eso hace un llamamiento especial a todos aquellos países cuyas instituciones encubren los delitos perpetrados por sus funcionarios públicos, enriquecidos ilícitamente a costa de saquear sus naciones y empobrecer a sus pueblos.

El reto formulado a los gobiernos representados en el Foro Global está destinado a impactar en la estructura misma de los Estados. Tal es el objetivo de avanzar en el desarrollo de la legislación penal y, concretamente, en la tipificación de las diversas manifestaciones de la corrupción; la creación de instituciones independientes y procedimientos idóneos para su investigación y enjuiciamiento, ya sea que los actos se hubiesen cometido en el territorio nacional o en el extranjero.

Especiales destinatarios son los Estados del hemisferio norte y las instituciones financieras internacionales, a las que les solicita cooperar en la devolución de los bienes sustraídos en las naciones más afectadas, particularmente aquellas del continente africano. Asimismo, reclama la implantación de sistemas de cooperación mutua y ejecución de cuestiones judiciales, en aras a garantizar que nadie pueda ocultar los beneficios obtenidos a través de métodos y operaciones ilegales. Sirvió, además, para destacar las trágicas consecuencias que trae aparejado el incremento de la corrupción en nuestras sociedades. No sólo es uno de los principales factores subyacentes a las violaciones de los derechos humanos de todo género, sino que inclusive genera inestabilidad y conflictos políticos.

Prueba de ello resulta que la mitad de los conflictos armados actuales tienen más de diez años de antigüedad, generan gran cantidad de refugiados y no están en vías de resolución. Que la epidemia del sida ha adquirido dimensiones extraordinarias en el continente africano, y que hasta el día de hoy países enteros continúan sin tener los medios necesarios para socorrer a sus poblaciones víctimas de periódicas inundaciones que afectan gran parte de su masa territorial.

La estrecha interrelación entre la corrupción, la pobreza y la injusticia social torna necesaria esta acción conjunta capaz de conformar, poco a poco, lo que Vicent Fisas, titular de la Cátedra Unesco sobre Paz y Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de Barcelona, llama «un nuevo pacto ético de la humanidad».

Este nuevo consenso permitirá en adelante proteger más eficazmente el medio ambiente amenazado por una práctica económica depredadora, así como denunciar los efectos perversos y excluyentes de la actual globalización. Es decir, avanzar hacia una ética planetaria que guíe las políticas públicas y el día a día de todos los colectivos sociales.

Y es justamente en el inicio del nuevo siglo cuando resurge el deber moral y la responsabilidad de debatir aquellas tendencias que continúan provocando exclusión, deterioro ambiental, pérdida de oportunidades, desequilibrios e injusticias, ya sea a nivel regional o internacional. Es decir, de revisar a fondo aquellas dinámicas sociales, económicas, políticas y ecológicas que marcan el presente y que condicionan el devenir de la humanidad.

En tal sentido cabe auspiciar una estrategia de acción y reflexión que comprenda a los medios sensibles de comunicación, a las organizaciones sociales y organismos internacionales, cuyo despliegue coordinado a nivel transnacional ha experimentado recientes éxitos en áreas tan dispares como la campaña por el acceso a los medicamentos, la prohibición de las minas antipersonales y el afianzamiento de la cultura de los derechos humanos.

El Segundo Foro Mundial sobre la Lucha contra la Corrupción ha constituido una nueva oportunidad para que la emergente sociedad civil internacional tome partido por aquellos bienes que, como la decencia pública, se encuentran amenazados por la orfandad ética y la cultura del lucro compulsivo.


Días atrás se celebró en la ciudad de La Haya, el Segundo Foro Mundial sobre la Lucha contra la Corrupción, ocasión que fue aprovechada por las organizaciones de la sociedad civil para confirmar sus compromisos en la denuncia y combate a este flagelo contemporáneo. Entre ellas estuvieron el Instituto Humanista de Cooperación al Desarrollo (Hivos) y Transparencia Internacional (TI), que colaboraron con la adopción de un texto destinado a sentar las bases de un futuro instrumento legal de las Naciones Unidas contra la corrupción.

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