Crece el número de países que censuran internet
China es un ejemplo, al menos para dictadores y dirigentes autoritarios. El régimen comunista de Pekín filtra y espía internet con un sutil sistema sin parangón que incluye en la tarea incluso a grandes empresas tecnológicas como Google. Pero el gigante asiático no es el único Estado que impone limitaciones al acceso a la red. Cada vez más personas se informan e intercambian datos en internet, por lo que quienes ejercen el poder tratan de mantener el control también en el ciberespacio. La organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), en un informe del 2009, cifra en 60 los países que practicaron censura en la red, el doble que en el 2008. Por su parte, Iniciativa Red Abierta, puesta en marcha por 40 países y que incluye a las renombradas universidades de Harvard, Oxford, Cambridge y Toronto, ya denunciaba en el 2002 a dos países que ponían límites en el acceso a internet. Las cifras difieren pero la tendencia es la misma: los censores tienen internet entre sus objetivos. “Este crecimiento deja claro que la red es, en la vida cotidiana pero también en la política, cada día más importante”, afirma el profesor de Harvard John Palfrey. Con un teléfono móvil o una computadora, los usuarios pueden informarse en internet (prensa, radio, televisión) e intercambiar fotos o videos. El temor de los regímenes autoritarios quedó argumentado el pasado verano con el levantamiento popular de muchos iraníes contra el régimen islámico. A través de cortos mensajes en la red social Twitter, los manifestantes contra un posible fraude organizaban sus protestas e informaban al mundo a través de enlaces y fotos. Con su “gran cortafuegos”, China ha establecido un modelo en lo que a espionaje en la red se refiere. Amén de Pekín, la organización no gubernamental elabora una lista de “enemigos de internet” con un total de 11 países, entre ellos Vietnam, Irán, Arabia Saudita, Siria, Túnez o Egipto. Algunos gobiernos autoritarios incluso cortan el acceso a internet, como en Cuba, Myanmar, Tayikistán o Corea del Norte. RSF denuncia que otra forma de censura se logra con conexiones lentas y precios altos. En territorio cubano, por ejemplo, una hora de acceso a la red cuesta en torno a 1,50 dólares (un euro), una cantidad exorbitante para la mayoría de los habitantes de la isla. Pero esta censura los regímenes autoritarios no la acometen a solas. El actual enfrentamiento entre Google y China muestra que los gobiernos incluyen en la tarea a grandes empresas como el buscador más usado en la red. Sin embargo, no son sólo las dictaduras las que intentan controlar internet. Democracias como Australia son fuertemente criticadas por sus filtros legales. Otro caso es el de Turquía, que mantiene bloqueadas un mínimo de 3.700 páginas. En la mayoría se trata de páginas “obscenas”, pero en otros se trata de limitaciones por “motivos políticos arbitrarios”. El Ejército y el fundador del Estado actual, Kemal Atatürk, son tabúes. También las páginas sobre kurdos y armenios están prohibidas. Pero hecha la ley, hecha la trampa y muchos usuarios con ayuda técnica escapan a los controles para alcanzar sus objetivos.
CHRISTOF KERKMANN DPA
China es un ejemplo, al menos para dictadores y dirigentes autoritarios. El régimen comunista de Pekín filtra y espía internet con un sutil sistema sin parangón que incluye en la tarea incluso a grandes empresas tecnológicas como Google. Pero el gigante asiático no es el único Estado que impone limitaciones al acceso a la red. Cada vez más personas se informan e intercambian datos en internet, por lo que quienes ejercen el poder tratan de mantener el control también en el ciberespacio. La organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), en un informe del 2009, cifra en 60 los países que practicaron censura en la red, el doble que en el 2008. Por su parte, Iniciativa Red Abierta, puesta en marcha por 40 países y que incluye a las renombradas universidades de Harvard, Oxford, Cambridge y Toronto, ya denunciaba en el 2002 a dos países que ponían límites en el acceso a internet. Las cifras difieren pero la tendencia es la misma: los censores tienen internet entre sus objetivos. “Este crecimiento deja claro que la red es, en la vida cotidiana pero también en la política, cada día más importante”, afirma el profesor de Harvard John Palfrey. Con un teléfono móvil o una computadora, los usuarios pueden informarse en internet (prensa, radio, televisión) e intercambiar fotos o videos. El temor de los regímenes autoritarios quedó argumentado el pasado verano con el levantamiento popular de muchos iraníes contra el régimen islámico. A través de cortos mensajes en la red social Twitter, los manifestantes contra un posible fraude organizaban sus protestas e informaban al mundo a través de enlaces y fotos. Con su “gran cortafuegos”, China ha establecido un modelo en lo que a espionaje en la red se refiere. Amén de Pekín, la organización no gubernamental elabora una lista de “enemigos de internet” con un total de 11 países, entre ellos Vietnam, Irán, Arabia Saudita, Siria, Túnez o Egipto. Algunos gobiernos autoritarios incluso cortan el acceso a internet, como en Cuba, Myanmar, Tayikistán o Corea del Norte. RSF denuncia que otra forma de censura se logra con conexiones lentas y precios altos. En territorio cubano, por ejemplo, una hora de acceso a la red cuesta en torno a 1,50 dólares (un euro), una cantidad exorbitante para la mayoría de los habitantes de la isla. Pero esta censura los regímenes autoritarios no la acometen a solas. El actual enfrentamiento entre Google y China muestra que los gobiernos incluyen en la tarea a grandes empresas como el buscador más usado en la red. Sin embargo, no son sólo las dictaduras las que intentan controlar internet. Democracias como Australia son fuertemente criticadas por sus filtros legales. Otro caso es el de Turquía, que mantiene bloqueadas un mínimo de 3.700 páginas. En la mayoría se trata de páginas “obscenas”, pero en otros se trata de limitaciones por “motivos políticos arbitrarios”. El Ejército y el fundador del Estado actual, Kemal Atatürk, son tabúes. También las páginas sobre kurdos y armenios están prohibidas. Pero hecha la ley, hecha la trampa y muchos usuarios con ayuda técnica escapan a los controles para alcanzar sus objetivos.
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