Creen que lo asesinaron por no pagar un peso

Un amigo de la víctima, que era profesor de vóley, habló de los códigos de las patotas que cobran "peaje" en los barrios

NEUQUEN (AN)- Un peso puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Eso cree al menos Lucas Martín Erice, quien presenció cómo asesinaban delante de sus ojos a su amigo Carlos Huircaleo, un joven instructor voluntario que vóley que fue apuñalado 13 veces en el barrio San Lorenzo el verano pasado. «Por ahí hay grupos que están tomando cerveza y te piden un peso. Tal vez Carlos se negó a dárselos y por eso lo mataron», especuló ayer Erice ante los jueces de la Cámara Criminal Primera.

Erice también comprometió seriamente en el asesinato a uno de los imputados, Gerardo Huenchupán (21 años) y alivió la situación del otro, Jorge Quentrequeo (18). Su testimonio es crucial para la causa, porque estaba sentado junto a Huircaleo cuando lo mataron.

El crimen ocurrió en la medianoche del 26 de febrero pasado en el playón de la iglesia Santa Rita, ubicado en Rohde y Avenida del Trabajo.

Huircaleo, de 21 años, era instructor voluntario de vóley en el estado Ruca Che y estaba tomando cerveza junto a su amigo Erice cuando se le acercaron dos jóvenes.

«Uno de ellos era Huenchupán», dijo Erice sin dudar, porque lo conocía de antes. Incluso describió con precisión la remera a rayas horizontales que vestía esa noche.

Huenchupán descendió de la bicicleta en que se movilizaba y se plantó frente a Huircaleo.

«Nos volvemos a encontrar», le dijo. Erice le vio un brillo metálico en la mano. Fue un instante, pero guardó para siempre el recuerdo de ese cuchillo de 15 centímetros de hoja, seis de ancho y empuñadura en forma de manopla.

Huenchupán hundió el cuchillo en el pecho de Huircaleo, quien seguía sentado y apenas alcanzó a decir «no, no», mientras otro joven surgió desde las sombras y lo atacó por detrás. La sangre salpicó al testigo y a la remera a rayas del matador.

La víctima alcanzó a ponerse de pie, dio dos pasos y luego cayó rodando del playón hacia la vereda. Mientras el segundo joven escapaba corriendo, Huenchupán agitó el cuchillo delante del rostro del aterrado Erice. «Ojito con decir algo», le advirtió. Luego montó en su bicicleta y escapó.

Erice tocó el cuello de su amigo, comprobó que estaba muerto y escapó corriendo a su casa. La policía lo fue a buscar y después de muchas declaraciones contradictorias, contó lo que había visto.

Ayer la repitió ante el tribunal que integran Roberto Fernández, Cecilia Luzuriaga y Jorge Sommariva, en la primera audiencia del juicio oral que terminará mañana. También les habló de su temor, de cómo le balearon la casa «los amigos de Huenchupán», y de cómo tuvo que mudarse de barrio para poder vivir tranquilo.

Su testimonio fue categórico en contra del principal sospechoso, pero en cambio benefició al imputado Quentrequeo. Según Erice, el joven que atacó desde atrás a la víctima era más bajo y tenía el pelo más corto. «Casi no pude verlo», se excusó por no ser más preciso.

En cuanto al posible móvil del crimen, Erice hizo referencia a los códigos violentos de las patotas que siembran terror en los barrios cobrando peaje. «Si uno no les da un peso para la cerveza puede pasar cualquier cosa. A mí una vez Huenchupán me corrió a piedrazos», dijo, citando un ejemplo que vivió en carne propia.

Tal vez Huircaleo se negó en alguna oportunidad, y lo pagó con su vida. Erice lo comentó como una opinión, pero dio la impresión de que conocía algún dato adicional -que no brindó- para sustentar esa hipótesis y no otra.

Huenchupán tiene fama de «pesado». En marzo de 1999 estuvo involucrado en el asesinato de un policía retirado, Evaristo Andrés, a quien además le quemaron la vivienda en represalia por las denuncias de la familia de la víctima.

Ahora está acusado de homicidio calificado con alevosía, porque se considera que actuó sin darle posibilidades a la víctima para que se defienda. Podrían condenarlo a prisión perpetua.


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