Crimen del excustodio K: “Se agarraba de mí porque sabía que lo estábamos matando”

Juzgan en Roca el asesinato de excustodio K. Confesiones escalofriantes.

JUICIO EN ROCA

ROCA.- “Él se agarraba de mí porque sabía que lo estábamos matando. Ibáñez le disparó una vez y después dos veces más y el tipo no murió, el tipo quería vivir”. Así confesó un joven haber participado del asesinato del policía retirado Héctor Elías “Charro” Mansilla (52), ocurrido en la madrugada del 3 de abril de 2011 en Roca. El caso comenzó a ser juzgado ayer ante la Cámara Criminal Primera. Mauro Ibáñez, un joven que ya carga una condena por homicidio y otra por un violento robo contra su propio tío, es el principal acusado. El “arrepentido” es Daniel Eduardo Maldonado, el presunto encubridor. Tres policías los custodiaron ayer en la sala de audiencias, por las amenazas que Maldonado aseguró haber recibido de su compañero de causa.

El escalofriante relato surgió de la declaración que hizo Maldonado cuatro días después del crimen, cuando se entregó a la policía porque “no aguantaba más la situación”. Antes, había grabado toda la confesión con un teléfono celular, ayudado por su padrastro, quien lo contuvo y lo acompañó cuando decidió entregarse. Ese día sabía que el cadáver de Mansilla, el santacruceño que unos años antes había sido custodio de Néstor Kirchner, estaba sumergido en el río Negro, con tres balazos, la cabeza rota a golpes y las manos atadas. Se había resistido hasta el último aliento. Así lo encontraron los investigadores el 11 de abril, cuando el agua ya lo había arrastrado hasta Mainqué.

Los jueces Daniel Tobares, Carlos Gauna Kroeger y Emilio Stadler juzgarán el hecho tras escuchar a 12 testigos durante tres jornadas. Intervienen dos defensores oficiales: Miguel Salomón por Ibáñez y Gustavo Viecens por Maldonado. El fiscal de Cámara Andrés José Nelli sostiene la acusación. En tanto que los querellantes, familiares de Mansilla, no se presentaron ayer a la apertura del juicio.

Según la acusación, los dos jóvenes fueron esa noche a la pieza que la víctima alquilaba en el complejo “La Rosadita”, en el barrio Belgrano. Ahí estuvieron tomando alcohol y consumiendo cocaína, y cuando la droga se terminó salieron a buscar más en la camioneta de Mansilla, una Ford Eco Sport color champagne. La reconstrucción señala que viajaron a Chacra Monte pero no encontraron al narco. Entonces emprendieron el regreso. Fue en el camino de vuelta que “se despelotó todo”, según confesó Maldonado. Dijo que Mansilla “alardeaba” con el revólver que siempre llevaba encima, que decía “que mataba gente” y que aparentaba tener dinero.

Ibáñez iba en el asiento del acompañante cuando sacó su pistola para empardar con Mansilla y así dejó en evidencia “las malas intenciones”. “Empezaron a los manotazos”, contó el arrepentido, hasta que finalmente Ibáñez tomó el control. Según la acusación fiscal, obligó al “Charro” a bajar de la camioneta y le ordenó a Maldonado que lo ate y lo ponga en el asiento trasero. El expolicía no dejaba de forcejar y cerca del río Ibáñez dictó su sentencia: “Éste no vuelve”, dijo.

Maldonado le arrancó dos dientes a la víctima de un culatazo mientras que Ibáñez comenzó a dispararle. Mansilla intentaba usar de escudo a su propio verdugo pero terminaron derribándolo. “Lo patearon hasta dejarlo inmóvil”, aseguró el fiscal. Y atado como estaba lo llevaron hasta la orilla del río, donde pusieron “de culata” la camioneta y lo largaron al agua. Después enjuagaron el vehículo y regresaron a la casa de la víctima a buscar el dinero, que no existía. Entonces viajaron a Allen, donde “negociaron” la camioneta. Según la acusación, Ibáñez recibió un Ford Falcon, una moto enduro, 10 tizas de cocaína y un poco de dinero. Dos días después, la EcoSport estaba en Los Menucos, vendida a un productor rural.

Ayer, en la audiencia, Ibáñez volvió a guardar silencio. Jamás habló del hecho a lo largo de toda la investigación. Maldonado, en cambio, dijo que se remitía a su primera indagatoria, en la que hizo la extensa confesión, asegurando que “en todo momento” actuó bajo amenaza, siguiendo las órdenes de su compañero. (Redacción Central)


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