Cristina toma la posta

Redacción

Por Redacción

Los hombres entran en razones –o en la sinrazón– con el paso del tiempo. Gateando, caminando o corriendo no pueden escapar a lo que son, seres que van en busca de un destino, con espíritus que mudan como lo hace el día.

Acicateado por la necesidad -la salud y la alimentación son imprescindibles para cualquier desarrollo ulterior-, el gobierno optó por la «herejía» de volver a exhibir una cara peronista con el propósito de plebiscitar en octubre la gestión del presidente Néstor Kirchner.

«No es que el transversalismo que tantos buenos augurios había alentado en Parque Norte (en 2003) esté muerto, sino que ante la disyuntiva de elegir entre los buenos y los votos, nos quedamos con éstos», razonó un estratega de la Rosada, luego del lanzamiento de Cristina Fernández. Parece un hecho que la senadora competirá en la provincia de Buenos Aires, acordonada hasta aquí por Eduardo Duhalde, con la secreta aspiración de lanzarse en el 2007 al sillón de Rivadavia, si es que su marido por algún imponderable decidiese no presentarse a la reelección, algo que se descarta de antemano conociendo el proceder de los políticos.

«Si no me lo pide el jefe, me van a tener que sacar a los empujones». Así perjura Eduardo Camaño, el bonaerense titular de la Cámara de Diputados al observar los vientos de cambio dentro de su partido. Esa renovación, que implicará -por contradictorio que parezca- la ratificación de la alianza con José Manuel de la Sota, Carlos Reutemann y el mismísimo Duhalde, por caso, imagina al cordobés Eduardo Di Cola, como reemplazante de Camaño y al intendente del partido de La Matanza, Alberto Balestrini, como sustituto de José María Díaz Bancalari, al frente del bloque del PJ en la Cámara baja.

En medio de las hipótesis más variadas (es sabido que el pingüino hace un culto del secretismo), se asegura que en el último viaje al exterior, Díaz Bancalari tendió un puente pidiendo compasión hacia el grueso de los duhaldistas. «Mirá negro –contestó fríamente Kirchner-, yo con vos me quedo, pero no me pidas que compre todo el paquete».

Durante el trayecto en avión hacia Alemania, anterior a la salida a Roma para participar de los actos de asunción de Benedicto XVI como nuevo Papa, Osvaldo Nemirovsci, soldado de la causa K, intentó también convencer a su numen de la conveniencia de cobijar a la mayor cantidad de argentinos detrás de un proyecto nacional.

«Me parece que en el combate debés mostrarte implacable, pero generoso en la victoria», se atrevió el rionegrino portador del sentir de compañeros que se quejan por el trato impiadoso que reciben del santacruceño y que recuerdan que la verdad número 21 del peronismo es apurarse en ir detrás del que manda. ¿Cómo reaccionó Kirchner? Lo escuchó y no le contestó.

Llegó, sin embargo, el acto que organizó Alberto Fernández, como flamante conductor del «presentable» PJ porteño, con la presencia protagónica de Cristina. En la tribuna volvió a verse «a los gordos desgreñados, con pintas de matones». La oradora mencionó a Evita y afirmó que de Perón se acordaba cada vez que votaba una ley. También ella denostó a los que «devastaron el país», y eso que entre sus festejantes estaban los ex ultra menemistas Kelly Olmos y Andrés Rodríguez.

«No me importa lo que uno dice. Miro lo que hizo y ya sé lo que va a hacer», fue una de las definiciones que cautivó a un auditorio que se mostró refractario con el jefe de gabinete. Alberto Fernández prefirió dirigirse en tono de comentarista de turf a sus «amigos». Habló de fronteras abiertas, y omitió la capacidad del peronismo de juntar el agua con el aceite: movilizados por Cristina, estuvieron el frepasista Felletti, el duhaldista Arslanián, el camionero Moyano (lloró de emoción), el mercantil Cavalieri y el ex JP de las regionales, Dante Gullo, entre otros.

Un dirigente allegado a Carlos Kunkel explicaba que Cristina no anunció oficialmente su candidatura en provincia de Buenos Aires, porque siendo representante de Santa Cruz y en un mitin realizado en el distrito porteño, hubiese caído mal. Pesan las apariencias, porque en realidad el kirchnerismo apuesta a darle continuidad y fuerza a su gobierno, con el despliegue mediático de la primera dama en el primer cordón del conurbano bonaerense y en la capital federal.

No se desarticulará el Frente para la Victoria, herramienta electoral original del kirchnerismo, y se reforzarán lazos con el radicalismo de Raúl Alfonsín, quien a su regreso del Vaticano, informó que habrá entendimiento entre Kirchner y Duhalde por las listas y que muy pronto el FMI acordará con la Argentina, eximiéndola de pagar intereses durante tres años.

Con respecto a la dura interna bonaerense, falta saber si tendrán inserción los exponentes del gobernador Felipe Solá, y cómo será el reparto de cargos con el duhaldismo. En un primer momento se habló de 50 y 50. Ahora, recargado, el presidente pretende más de la mitad, darle cabida a los felipistas y dejarle un 30/40 por ciento a Duhalde.

La preferencia por De la Sota y Reutemann, relega a un segundo plano manifiesto a Luis Juez y Hermes Binner, respectivamente. En la capital federal, ya no se le dará más aliento al jefe de gobierno Aníbal Ibarra. En Río Negro, interna formal mediante, se irá con la candidatura del extrapartidario Julio Arriaga y en Neuquén todavía Oscar Parrilli no está convencido de atrevérsele al MPN de Jorge Sobisch. Sólo le gustaría ser convencional constituyente.

Junio y julio, anticipándose a octubre, serán propicios para las remociones en el gabinete. Este diario ya insinuó que podría producirse una gran sorpresa: la partida de Roberto Lavagna, de Economía a la Cancillería. La ronda de nombres es mayúscula, pero está visto que en el peronismo, igual que en el mundo tanguero, cuando canta el cantor, todos se echan cuerpo a tierra. Y hoy, con tonos agudos o graves, hay un solo vocalista.

Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


Los hombres entran en razones –o en la sinrazón– con el paso del tiempo. Gateando, caminando o corriendo no pueden escapar a lo que son, seres que van en busca de un destino, con espíritus que mudan como lo hace el día.

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