Cuando «dibujar» datos ya ni hace falta

¿Por qué el gobierno, tan afecto a sellar acuerdos de precios en bienes de consumo masivo y anunciarlos en la Casa Rosada, dejó pasar incrementos de más del 40 por ciento en algunos productos tradicionales de la canasta de Semana Santa?

Porque esos bienes tienen una incidencia ínfima en la estructura del índice de precios al consumidor (IPC) y, en consecuencia, los aumentos de sus precios, por desmesurados que fueren, no tendrían un impacto ostensible en el número global.

Esa es la respuesta que ningún funcionario del gobierno admitirá «on the record», pero que surge del simple análisis de la estructura del índice vigente.

Como los productos de la canasta de la Semana Santa son consumidos una vez al año (puede haber excepciones pero sin incidencia en las cifras generales), su impacto queda diluido en el marco de un promedio anual de gastos de una familia tipo, situación diferente a otros alimentos a los que se recurre a lo largo de los doce meses.

Por ejemplo, un hipotético aumento del 667 por ciento en el precio del salmón aportaría apenas el 0,1 por ciento al IPC que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).

El mismo incremento en el caso de la carne vacuna

representaría por sí solo el 29,5 por ciento de inflación.

En el caso de los huevos de pascua no hay cálculo posible: ni siquiera figura entre los bienes que integran el Índice de Precios al Consumidor.

Los datos explican por sí solos por qué un paro de ruralistas preocupa más que uno que puedan realizar los pesqueros o los fabricantes de golosinas, por ejemplo.

Y también explican por qué en este caso específico, ni siquiera es necesario recurrir a la manipulación de los datos estadísticos.

 

MARCELO BATIZ (DyN)


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