«Cuando escribo siento el olor de los pejerreyes de mi abuela»

Antonio Skármeta ha vivido en muchos lugares. Su obra y su programa de televisión, "El show de los libros", son el excelente resultado de todas esas viviencias. El autor de "El Cartero de Neruda", la novela que con tremendo éxito fue llevada al cine, está en Buenos Aires para presentar su nuevo libro: "La boda del poeta". Allí conversó largamente con "Río Negro".

Antonio Skármeta nació en Antofagasta, Chile, vivió en Buenos Aires entre los nueve y los doce años, mucho más tarde en París y Nueva York donde fue además guionista, profesor y director de cine. Sus cuentos y novelas han sido publicados en más de veinte idiomas y su obra «El cartero de Neruda» alcanzó gran éxito de público y en versión cinematográfica obtuvo cinco nominaciones al Oscar. Acaba de recibir la propuesta, que aceptó, de ser embajador de su país en Alemania.

Le gusta contar, con humor, sus comienzos en la literatura, cuando soñaba con ser un célebre escritor norteamericano y emprendió viaje a la nación del norte, con un emparedado de mortadela, un pollo a las brasas y un pasaje en tercera clase, que le regaló piadosamente un tío suyo, en el ferrocarril inglés que iba de Antofagasta a La Paz.

En la primera ciudad de Bolivia se bajó prendado por una mujer que lo invitó en el ventanilla del tren, a disfrutar del carnaval que se desparramaba en colores y sonidos por el verano del Altiplano. Aquel día en las alturas de Oruro perdió la paz en brazos de una morena de ojos aindiados, pero aprendió a alimentar su sangre con un sabor distinto a la literatura.

Descubrió que había algo más grande que su yo, sintió que el mundo entraba en él y que se volcaba en los otros, en el afuera mucho más sorprendente y rico que la intimidad literaria que cultivaba tibiamente en sus sueños de escritor.

«Los escritores hemos sobrevivido a tantas profecías derrotistas, ubicándonos en las grietas de una civilización industrial que no logró que viviéramos con justicia, salud y felicidad», descarga Skármeta mientras acomoda sus anteojos.

«La elaboración de tantos abismos de incertidumbres, frustraciones, melancolías, y también de pequeñas dichas y fulgurantes ideas, heróicas acciones, son materiales de nuestras obras y el terreno común con nuestros lectores. El libro es un pasaporte a nuestros corazones, no sujeto a leyes ni represiones políticas, ni patrones morales o religiosos, a prédicas de acomodamiento ni mansedumbres, ni a lugares comunes con los que se nos promete el futuro y escamotea el presente».

«Estoy firmemente convencido de que lo extraordinario y fantástico arranca en lo ordinario y cotidiano. La originalidad de nuestras vidas tiene que ver con el grado en que podamos aumentar la percepción para ver lo real. Lo insignificante de lo real, está lleno (sonríe y acaricia su calva) de significados. Como usamos las cosas sin mirarlas, establecemos relaciones funcionales con ellas y nada más. La historia de «La boda del poeta» llegué a producirla tras cincuenta años de estar guardada en mi corazón y en mi cabeza, hasta que me sentí dotado profesionalmente para abordarla».

Skármeta bebe, de tanto en tanto, un whisky para abrigar la garganta, se expresa con pasión y emoción a flor de piel, acomoda gestualmente cada frase, las ráfagas de los recuerdos, atrae con su palabra sonriente, abierta, sencilla.

«Estamos habituados a movernos en un mundo donde decimos todo aquello que parece importante, de una manera solemne, con palabras rimbombantes, adjetivos gastados. La comunicación de sentimientos y emociones está prohibida si no pasa por una retórica que suena hueca. Ironizamos o satirizamos, más que escuchamos con atención. ¿Por qué diablos en la sociedad, el saber tiene que ser tan poderoso y egoísta? ¿Por qué alguien simple y rudimentario no puede llegar a compartir por instantes la emoción de vida que significa la percepción de la existencia? Fue esta la motivación que me impulsó a escribir «El cartero de Neruda».

– ¿En qué momento, percibe que lo que está escribiendo, terminará siendo un cuento o una novela?

– La novela es una aventura del lenguaje. Varios colegas, tienen este procedimiento para escribir, salvo aquellos que son más ingenieros y construyen las historias de un modo más racional. Cuando escribo una novela siento el olor de los pejerreyes fritos de mi abuela, los pasos de quien se pasea por la playa esperando a alguien, tengo la sensación de ser un niño y ya no lo soy, siento que estoy triste, que el mundo es fugaz, que un día no voy a estar y me voy a lamentar por ello. Ahí ya estoy escribiendo, pero juro que no sé qué; tengo emociones y escribo lo que llamo un magma. Un avanzar haciendo algo que aún ignoro, día a día, sin pensar, dejando que se manifiesten las imágenes que me asaltan. Trato que en esta primera etapa, la inteligencia, el conocimiento, no inhiban por ningún motivo lo que busca salir.

Cuando llego a unas 150, 200 páginas, la novela me grita ¡estoy aquí!

El viaje ya es mixto. Lo que he hecho me va llevando y lo otro, va quedando abierto. Llega un momento en que termino con el magma y viene la etapa profesional de la escritura. Ahí sí, uso el coco, la técnica literaria, el sentido del ritmo, el montaje que he aprendido del cine, la focalización de las distintas miradas de cada personaje, de lo que genera incertidumbre, duda, misterio. Voy repartiendo el animal, como se dice. La técnica intenta que el lector reciba la impresión de una obra, tal como el autor la sintió al escribir. La mera escritura automática, no asegura esto. Entre el sentimiento que se expresa y la recepción del mismo, tiene que mediar la técnica; hace que aquello que es puro desahogo, expresión visceral, sea la misma emoción para el lector. La novela es una aventura sin puerto, sin rumbo, es un remero que navega sin mar, hasta que llega el punto en que se va formando algo con gran libertad, de ese magma de agua.

En el cuento, no. Lo que se revela es el efecto, la sensación de que hay algo instantáneo, poderoso, que suele venir hacia el final del relato, que ilumina todo el resto. En el cuento se persigue algo determinado, que debe llegar ya, algo que no tiene que narrar más que lo justo y necesario. Se busca algo que ilumine el total, con una situación pequeña.

– En el desarrollo de su cultura que su presidente ha manifestado estimular en su actual visita a nuestro país, en el que nuestro gobierno expresa como intención, paralelamente miles de personas se caen del sistema educativo, cada vez más desvalorizado en Argentina, particularmente, sin posibilidades de debatir ideas, de acceder a la literatura, a ciertas películas, a escuchar su pensamiento u otros.

– Efectivamente es así y quizás nuestra reserva más interesante para ofrecer al mundo, sea la manera como, con un pensamiento matizado en el sentimiento, pintamos el pensar universal. América Latina ejerce un gran atractivo en sociedades mucho más desarrolladas, que ven en nosotros otro tipo de relaciones que ellos quisieran no haber perdido y perdieron por haber seguido muy decididamente un sólo camino. Tenemos opciones latentes que van por el lado de los afectos, de las relaciones humanas. Ahí todavía hay una carta que jugar, aunque esto suene un poco utópico. Hay defensas, tenemos con qué ir tirando por mientras.

Eduardo Rouillet


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