Cuando la música y la poesía vuelven a casa

Después de un periplo de casi tres años por Europa, el músico y compositor Luis Andrade está de regreso en el sur. El sobresaliente cantautor se presentará

ROCA.- ¿Cómo se sintetizan casi tres años de lejanía, viajes por Europa, recitales y experiencias en una conversación de martes por la noche? A primera vista no se puede. Aunque este interlocutor tiene artes que podrían redimirlo de una ecuación que parece imposible. Luis Andrade tal vez un día cuente su historia en dos o tres versos, en dos o tres armonías delicadas e inteligentes Cantautor distinto y versátil. Artista de primera sangre. Tremendo intérprete de una música que atraviesa geografías diversas: el folclore, el rock, el jazz y la balada. Como un hijo pródigo de una de las tierras más extremas del continente, Luis Andrade ha regresado junto a su pareja, la bailarina María Laura Balmaceda, de un periplo que tarde o temprano se volverá arte y anecdotario. Sueño y mitología. Música y poesía.

Luis estuvo una temporada en Bruselas y su último año en Europa lo pasó en Madrid. «Hice todo el circuito: metro, terrazas y Parque del Retiro», dice Luis. Sonríe. Está de vuelta. Pleno. Con un poderoso caudal de ideas que le golpean el pecho y piden turno para escapársele a la guitarra. Tiempo al tiempo. Ya tendrán su oportunidad. Por lo pronto, mañana a la medianoche presentará su espectáculo «Música y Poesía» en Italia 1.375 de Roca. Una actuación para reencontrarse con la gente que lo sigue, que siempre es mucha, y decir «esto es lo que viví, lo que aprendí y lo que traje».

-Bueno, tanto tiempo, bienvenido.

-Muchas gracias. En serio. Cada vez que escucho esa palabra me siento increíblemente bien. Me ha pasado de ir por la calle y que alguien me diga «Luis, bienvenido!». Es fuerte.

-Tu ida de todas maneras estaba envuelta en una promesa de regreso. Supongo que eso te ayudó en lo momentos difíciles.

-Sí, mi carga siempre fue liviana. Con María Laura nos habíamos planteado un viaje de dos meses. Al final duró más de dos años. Estando en Europa mantuve esta idea, aunque trataba de no manifestarla demasiado porque allá hay mucha gente que quemó sus naves, vendió todo y no quiere escuchar nada sobre lo que dejó. Es lógico, algunos están heridos. Yo había dejado mi lugar preparado para cuando volviera.

-¿Qué cosas te quedaron de estos años?

-En lo estrictamente humano aprendí mucho de nuestra relación y los puntos de contacto con los otros habitantes de Latinoamérica. Me sentí verdaderamente cerca, los entendí. En lo artístico también hay un nivel importante de descubrimiento. Canté mucho tango. Mucho Carlos Gardel. Hice Piazzolla. Me acerqué de una manera personal a Gardel, hoy tengo una nueva dimensión de su figura. Luego me enriquecí tocando o compartiendo con músicos de muchos países y creo que traigo una manera distinta de interpretar mi música.

-Algo de ese cambio se estaba insinuando cuando te fuiste.

-Sí, es cierto. De ahí que mis primeras presentaciones acá en la región sean más íntimas. Más pequeñas si se quiere, estoy buscando la armonía, los matices, no la potencia y el juego de luces. Rescato cuestiones mínimas que constituyen a la música y al arte. Todavía estoy buscando maneras más bellas y completas de hacer mis canciones.

-¿Cómo fue el periplo europeo? Hiciste los circuitos, imagino.

-Sí, hice todo el circuito: metro, terraza, Parque del Retiro. Te aseguro que siempre hay una diferencia entre cantar Gardel y otra cosa a la hora de recaudar. Con Gardel se escucha más seguido el click de la moneda (risas). Luego de bastante trabajo encontré mi lugar, donde actuaba como artista permanente. Estuve prácticamente un año entre dos restaurantes muy conocidos en Madrid, el «Ven a la vaca» y «El sitio de Madrid» -Sacaste a relucir otro re

pertorio.

-Exacto. Me conecté con el tango, la música latinoamericana, la balada. Allá como en Buenos Aires o cualquier otro lugar es difícil mostrar tu repertorio. Cada tanto encontraba una fecha y armaba un espectáculo mío. En Europa aprendí un oficio y de eso me siento orgulloso. Es este oficio. Tocar, divertir, hacer arte desde otro lugar y vivir de eso, por supuesto. Recuerdo haber tocado para varios contingentes de turistas. Toqué, por ejemplo, para 70 japoneses, súper respetuosos. Una experiencia muy especial  

Volver, más que un tango

 

-No es fácil en Madrid encontrar este tipo de plazas fijas.

-No, mi situación era privilegiada en ese sentido. Tuve suerte. Recuerdo que el dueño de «El sitio de Madrid», un restaurante muy fino, por cierto, vino un día después de una presentación y me felicitó en serio. Además me reclamó un CD. «Tienes que tenerlo acá y venderlo», me decía. El día que le dije que me iba se molestó conmigo. Me dijo que no me entendía. «Tienes un lugar ganado, llevas muy poco tiempo en España y ya estás tocando fijo. Acá se necesitan 10 años para realmente entrarle a la ciudad, a la sociedad». Y sí, son diez años más o menos. Lo pensé, me proyecté a diez años y me di cuenta de que una parte importante de mí no se estaba desarrollando.

-Implica tomar la difícil decisión de cambiar en tus formas íntimas.

-Es aceptar que vas a transformarte. Cambiar tu país, tu cultura, tu forma de vivir, tu manera de entender un montón de cosas. Es empezar a aprender y a quedarte con otra nacionalidad también.

-Vuelves en un momento en el que por lo menos en lo anímico hay cierta recuperación.

-Lo noté también en Buenos Aires. Otra vez se está valorando nuestra música. Me parece importante. Además vengo con una gran


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios