“Cuando manda el miedo, la esperanza es necesaria”

Con intensa experiencia en el campo de la psiquiatría, Carpintero sostiene en esta entrevista que la impunidad que signa mucho de la historia del país sigue vigente hoy y se retroalimenta firmemente en lo cotidiano. Pero admite que, aún con una sociedad dominada por muchos miedos, la esperanza en un futuro más digno es necesaria.

entrevista: Enrique Carpintero, Psiquiatra

U sted tiene larga trayectoria desde el psicoanálisis, trabajando en el campo de la memoria sobre la violencia política que signa a la Argentina. Hoy, en el plano académico y a modo de ejercicio intelectual, suele buscarse –por caso– una palabra que defina la naturaleza de lo sucedido por dictado de la última dictadura. ¿Qué palabra cree que sintetiza el contenido de esa naturaleza?

–Impunidad, el extremo al que llegó la impunidad como sustento en la práctica del poder, porque la impunidad se apropió de un país, de la vida y subjetividad de millones de argentinos. Incluso, claro está, de aquellos que respaldaron el golpe y por años fueron parte consustancial, esencial en la reproducción de esa impunidad… esos sectores también la percibieron y ordenaron, en función de intereses propios y concretos, su vida sabiendo que esa impunidad también los defendía, pero también podían ser blanco de ella. O sea, la impunidad fue la cultura del poder dictatorial y atravesó al conjunto del tejido social… Cultura que liberó lo que define a la dictadura como ejercicio de poder: muerte, tortura, desaparición, censura, dogmatismo, visión retrógrada del devenir de la historia.

–Si aceptamos que la impunidad está muy asociada a la construcción de este país, usted en sus investigaciones, ensayos, no parece muy convencido de que podamos ponerla en caja. ¿Por qué ese poco optimismo?

–No, no, no hay ausencia de optimismo. Lo que sí creo es que al venir esta sociedad de un proceso que montó 350 o más centros o campos de exterminio a lo largo y ancho del país, lugar por donde pasaron miles de argentinos y muchos miles fueron asesinados, desaparecidos, bueno, siguen teniendo expresión muchos de aquella impunidad. Tanto la que desplegó la dictadura como la que usted señala, es decir aquélla siempre estuvo instalada en nuestra historia… No puede desligarse de todo ese pasado la vigencia que hoy tienen el gatillo fácil o las patotas sindicales que incluso asesinan, como es el caso de Mariano Ferreyra… Y también cuenta la desaparición de Jorge Julio López…

–¿Esa ligazón, al colocar en presente impunidades que vienen de lejos en nuestra historia, limita las posibilidades de olvidar o colocar estos temas en rango de pretérito?

–Yo entiendo –y en esto se funda mucho de acerbo profesional y así lo sostenemos en “Topia”– que aceptar la posibilidad de olvidar implica por un lado el riesgo de la repetición de aquello que por su naturaleza habla de crueldad, dolor, violencia etc. y, en consecuencia, implica resignar valores que hacen a lo humano, a nuestra condición esencial: lo humano. Así, recordar hace a esa condición, hace a defender valores, no a resignarlos.

–Creo que fue George Steiner quien señaló que recordar lo trágico implica perder miedo…

–E implica no resignar la esperanza en lo humano, sobre lo humano. No existe esperanza sin miedo ni miedo sin esperanza. Aun en un marco de incertidumbre, de inseguridad, una constante de lo humano es no bloquear la esperanza. En un medio menor o en una cultura donde manda el miedo siempre tiene espacio para la esperanza. Es decir, el miedo necesita de la esperanza en un tiempo mejor, más digno, más noble e íntegro que el que nos marca –por caso– la impunidad de una dictadura… El creer se sostiene siempre en mucho de esperanza.

–¿Cómo es eso?

–Claro, el creer hace al futuro, a relacionarse con él desde una esperanza que funda, sostiene ese creer, en alguna medida o alimenta.

–¿Estamos hablando de la vitalidad que funda lo humano?

–Hablamos de la fuerza de una necesidad del humano: el creer en algo más que un presente, ya bueno, ya malo… No se trata de nada de índole metafísico o religioso. Hablo de la vida en el aquí y en la vida por venir… de las esperanzas de uno y del conjunto. Hablo de proyectos, por ejemplo. Porque la vida – así lo hemos escrito– se dignifica en el ser humano al vincularse con algún proyecto que le dé sentido de temporalidad, que lo temporalice tanto como pasado a superar, como a futuro a conquistar, a realizar… No todo puede ser frivolidad, banalidad, individualismo… La vida no puede escurrirse por ese lado… Muy a pesar de lo que desea y eso es lo que desea, mucho del poder y del capitalismo globalizado y descarriado en el que estamos inmersos…

carlos torrengo

carlostorrengo@hotmail.com


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