¿Cuánto de libertad habrá hoy?

–En sus artículos del ’76 y ’77, el tiempo más duro de la dictadura en términos de represión, muerte y torturas, suele emerger una reflexión que habla del país enfermo en el que se vivía. La reflexión se fundaba en un interrogante que más o menos se puede definir en términos de: ¿cuánta libertad habrá mañana? No un “mañana” situado en el futuro, sino el mañana concreto, el que llega en pocas horas. ¿Cómo vivía esa incertidumbre? –Yo seguía en la mía: trabajar con independencia de esa incertidumbre… Pero sí, era una sensación que se palpaba pero que en alguna medida es difícil definirla con palabras, conceptualizarla. Era una cuestión térmica… el no saber qué podía pasar, cómo estaría el humor de la dictadura al amanecer… –El humor del carcelero, recuerda Simone Weil tras pasar por varios campos de trabajo esclavo en la época del nazismo. –Sí, algo así… uno, desde la perspectiva propia con la que seguía los hechos, podía pasar del optimismo a la desazón para volver al optimismo sobre cómo seguiría la historia, cómo imaginaba un futuro. –¿En relación con ese balanceo, cuánto tenía que ver la retórica que desplegaba la dictadura? –Mucho. Los generales, o al menos algunos de ellos, hablaban de construir una democracia moderna, un país próspero. Y seguramente eran sinceros al expresar esas ideas. Pero al día siguiente aparecía una matanza de personas y seguía desapareciendo gente. Esto marcaba una contradicción muy grande entre los fines y los medios. Cuando yo reflexionaba sobre estos temas, siempre me venía lo de Tácito: “Tuvimos que destruir al pueblo para salvarlo”.


–En sus artículos del ’76 y ’77, el tiempo más duro de la dictadura en términos de represión, muerte y torturas, suele emerger una reflexión que habla del país enfermo en el que se vivía. La reflexión se fundaba en un interrogante que más o menos se puede definir en términos de: ¿cuánta libertad habrá mañana? No un “mañana” situado en el futuro, sino el mañana concreto, el que llega en pocas horas. ¿Cómo vivía esa incertidumbre? –Yo seguía en la mía: trabajar con independencia de esa incertidumbre... Pero sí, era una sensación que se palpaba pero que en alguna medida es difícil definirla con palabras, conceptualizarla. Era una cuestión térmica... el no saber qué podía pasar, cómo estaría el humor de la dictadura al amanecer... –El humor del carcelero, recuerda Simone Weil tras pasar por varios campos de trabajo esclavo en la época del nazismo. –Sí, algo así... uno, desde la perspectiva propia con la que seguía los hechos, podía pasar del optimismo a la desazón para volver al optimismo sobre cómo seguiría la historia, cómo imaginaba un futuro. –¿En relación con ese balanceo, cuánto tenía que ver la retórica que desplegaba la dictadura? –Mucho. Los generales, o al menos algunos de ellos, hablaban de construir una democracia moderna, un país próspero. Y seguramente eran sinceros al expresar esas ideas. Pero al día siguiente aparecía una matanza de personas y seguía desapareciendo gente. Esto marcaba una contradicción muy grande entre los fines y los medios. Cuando yo reflexionaba sobre estos temas, siempre me venía lo de Tácito: “Tuvimos que destruir al pueblo para salvarlo”.

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