¿Cuánto dura un día en New York?

El tiempo transcurre a otra velocidad en la capital del mundo, el lugar donde confluye todo.

Es la Roma del tercer milenio. La capital del Imperio, el centro del mundo. New York es el lugar donde confluye todo.

Desde el grupo porteño de teatro vanguardista De la Guarda al sospechoso departamento de María Julia. De Julio Bocca a los dólares lavados en el Banco de Moneta, por nombrar ejemplos cercanos, todo pasa por New York.

En esta ciudad reside el poder real. Aquí sesiona el presidente de la Reserva Federal, Mr. Greenspan, el hombre que al bajar o subir la tasa de interés decide hacia dónde va el dinero. Aquí tienen su sede central los bancos más grandes, agrupados en el llamado Distrito Financiero y lo más cerca posible de la calle más famosa del mundo: Wall Street.

Al ser recorrida, Wall Street no se percibe en su real dimensión. Parece una calle más de NYC, más angosta y un poco corta. Lo único llamativo es la altura de los edificios y la escasa cantidad de comercios que hay. El poder está detrás de los muros grises. No se muestra, apenas se deja insinuar en algún detalle.

Es aquí, el Distrito Financiero, donde llegan en eterno peregrinaje los sucesivos ministros de Economía y presidentes argentinos. Al igual que los antiguos gobernadores de provincias romanas, acuden a la capital del mundo para narrar sus penurias económicas y pedir perdón -«waiver» en el neutro lenguaje técnico de las finanzas- por el atraso en el pago.

Talentosos, corruptos, exitosos, tecnócratas, artistas, funcionarios, empresarios, ladrones, profesionales, turistas, dólares, dólares y dólares. Todo llega a New York.

Es un gran agujero negro que atrae lo bueno y lo malo del mundo. Cuanto más cerca, más rápido se gira en este remolino. El viaje no tiene fin porque su destino es Manhattan, y ahí lo absorbido se transforma en velocidad.

Vértigo es una de las primeras sensaciones que afloran al llegar a NYC. La velocidad es tan intensa que marea.

Que se entienda bien. No es la apariencia de la velocidad que se puede encontrar en Buenos Aires: autos veloces, gente apurada, bocinazos y estrés. Es la velocidad real. En New York pasan cosas, todo el tiempo y en forma muy rápida.

Caminando por Manhattan uno puede encontrar de pronto un terreno desocupado en la 7ma. Avenida y calle 57. ¿Cómo puede ser? No, ese espacio no está vacío. Terminaron de derribar un edificio y van a empezar a hacer uno más grande. New York es la ciudad de la construcción permanente. Está plagada de obras y remodelaciones, y a veces hay que caminar varias cuadras debajo de andamios y estructuras protectoras. En esta pequeña isla, donde el suelo es un bien escaso, la ciudad se destruye y se construye muy rápido, para volver a crecer más grande y más alta.

La velocidad se respira en la calle. En los millones de personas que caminan, trabajan, viajan y, sobre todo, compran. La vida se acelera en el consumo, en las interminables colas de personas en las disquerías, en las tiendas de ropa, en las librerías, con sus bolsas llenas de promociones y últimos lanzamientos. Compran hoy, mañana será tarde.

La aceleración se vive en el tránsito. ¿Cómo traer a millones de personas hacia la capital del mundo? La respuesta es infraestructura más eficiencia. NYC tiene tres aeropuertos (siempre hay un avión sobre el cielo de Manhattan), una red de subtes y colectivos que no dejan rincón sin tocar e infinidad de taxis amarillos.

Recorrer New York es exponer el cerebro a una cantidad de información imposible de procesar. También es vivir numerosas sensaciones y experiencias. En un día de paseo se puede presenciar, sin buscarlo, la filmación de dos o tres películas, por ejemplo. También es posible ver «Las señoritas de Avignon» de Picasso en el MOMA, pasear por el Central Park y después ir a escuchar el mejor jazz del mundo a Greenwich Village. O ver jugar a los Nicks contra los Lakers en el Madison Square Garden.

¿Cuánto dura un día en New York? ¿24 horas? ¿Es igual a un día común en la vida de los que estamos fuera de la capital del mundo? La diferencia entre uno y otro es la velocidad.

Paul Virilio es un pensador francés, estudioso de la velocidad como signo de nuestro tiempo. Entre otras cosas, dice que la aceleración genera un efecto de empequeñecimiento. En la era de Internet y las telecomunicaciones, el tiempo real, la inmediatez prevale sobre el espacio y la superficie.

Esto pasa en New York. Allí, en Manhattan, una isla de apenas 15 km de largo por 3 de ancho, está el centro del mundo. Un lugar que captura a la civilización actual y la concentra. Un espacio donde el hombre y sus productos se aceleran y multiplican.

Lucio Boggio


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