El disparador: Realidad imaginada

Datos

Llevo noches durmiendo poco y mal, seguidas por días en los que intento recuperar las horas de sueño perdidas con siestas largas. Pero el cuerpo no se acostumbra. Anoche dormí dos horas, después viajé tres en tren. Cuando llegué al departamento, repetí la fórmula de los últimos días: siesta larga.
Me despierto con el cuerpo pesado. Estoy en la recta final para una media maratón, pero me da mucha pereza entrenar. Hago el ejercicio que me había propuesto para estos casos, y repito: “Dale, cuando vuelvas de correr te vas a sentir mucho mejor”. Por la ventana veo caer el sol. Milán está desierta en agosto. De pronto, algo, no sé qué, me desconecta de mi holgazanería. En una serie de movimientos automáticos me cambio y salgo.
Activo el cronómetro. En los primeros metros siento las piernas pesadas, imagino que tendré un mal registro. Parecen las calles de un pueblo de 500 habitantes y no de una ciudad con más de un millón de personas. Unos metros más adelante veo dos perros grises enfrentados, con la cabeza gacha. Parecen dos hongos enormes y superpuestos. Cuando paso por al lado descubro que son dos hongos de cemento y me pregunto cómo hice para imaginar que eran dos perros.
La mente divaga por callejones insólitos. Ahora siento que alguien me mira desde la izquierda, en la penumbra del Giardini pubblici Indro Montanelli. Me pregunto qué hace esa persona escondida ahí, a quién espera. Y temo. Al acercarme entiendo esa soledad insólita e inmóvil: es un cartel, que entre la oscuridad y las luces toma forma humana. Qué absurdo haber visto una persona donde no la había.
En el tramo final escucho un grito femenino desde el interior del parque. Esto no lo inventé, pienso. Me alerto al volver a escuchar el grito, que ahora es un chillido. El interior del parque está oscuro. Escucho voces. Impulsivo, troto en esa dirección. Otro grito, y ahora risas. Una pareja juega con dos niños, todos divertidos.
Sigo de largo. Acelero y completo lo poco que resta del recorrido. Pienso que lo que imagino poco tiene que ver con lo que sucede. Detengo el cronómetro, y lo confirmo: tuve un registro mucho mejor del que esperaba.

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