La Edad Media y las escritoras (II)

Palimpsestos

Datos

A medida que avanza la Edad Media lentamente aparecen escrituras femeninas. Es cierto que esta escritura de mujeres es acotada, también es cierto que se ha perdido y mucho de lo que otras mujeres escribieron; pero lo que nos queda es de extrema brillantez.
Hay una historia singular, terrible, –si se quiere– protagonizada por uno de los más brillantes filósofos de la Alta Edad Media, se llamaba Abelardo y era temido por sus colegas y amado por sus alumnos gracias a una inteligencia demoledora. Ese hombre se enamora de una alumna suya, un joven bellísima llamada Eloísa. En su autobiografía Abelardo recuerda ese tiempo: “…Los libros permanecían abiertos, pero el amor más que la lectura era el tema de nuestros diálogos, intercambiábamos más besos que ideas sabias. Mis manos se dirigían con más frecuencia a sus senos que a los libros…”. La historia dice que Eloísa quedó embarazada y que su tutor (un tío obsesionado por la deshonra) irrumpió junto a otros parientes en la casa de Abelardo y lo castraron. Por indicación de éste, Eloísa ingresó en un convento y él se ordenó monje. Desde ese momento y hasta la muerte de Abelardo, ella le enviará una serie de cartas apasionadas en las que habla del papel de la mujer en el mundo, de su dualidad, ya que como monja se sometía a Dios, pero como mujer -y pese a todos los contratiempos-pertenecía a Abelardo. Es curioso, la docta obra del filósofo es hoy menos popular que las cartas de aquella mujer que clamó siempre por el amor de ese hombre.
Los amantes están en un sepulcro doble en el cementerio parisino de Pére Lachaise.
Ahora recuerdo a Hidelgarda de Bingen, otra de las grandes figuras femeninas de la Edad Media, que destacó como escritora mística y religiosa, poeta, escritora científica (libros de medicina), música, y artista plástica. Afortunadamente debido a su condición religiosa su obra se ha conservado y muestra la diversidad y profundidad del pensamiento de esta monja germana. Pero pese a que el mismo papa Eugenio III se manifiesta sorprendido por sus escritos y la insta a que siga produciendo, Hidelgarda no puede cumplir su sueño de enseñar en la universidad porque era mujer.

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