La pandilla de Butch Cassidy, más allá del mito

El reconocido periodista y escritor Osvaldo Aguirre acaba de sacar el libro "La pandilla salvaje" (editorial Norma), dedicado a la figura de los ya míticos bandoleros norteamericanos Butch Cassidy, Sundance Kid y Etta Place. "Intenté capturar pequeños detalles que mostraran a los integrantes de la banda como seres humanos y que fueran mucho más allá de esos componentes míticos que los hacían ver como terribles delincuentes", explica el autor.

BUENOS AIRES (Télam).- Butch Cassidy, el célebre bandolero que inmortalizó en 1969 el filme homónimo protagonizado por Robert Redford y Paul Newman, no sólo existió sino que su raid incluyó una escala en la Patagonia: sobre este hito de su biografía trabaja el periodista y escritor Osvaldo Aguirre en una minuciosa investigación que acaba de llegar a las librerías bajo el título de «La pandilla salvaje».

La versión idealizada y glamorosa que construyó George Roy Hill en su western sobre el trío de delincuentes que conformaban Butch Cassidy, Sundance Kid y Etta Place, ofrece una serie de licencias narrativas que la apartan a veces violentamente de los episodios reales, pero que de todas maneras sirvió para generar debates y estudios sobre los personajes y su entorno histórico.

«En la película, Cassidy y Sundance escapan de los Estados unidos a Bolivia para eludir los pedidos de captura que los involucraban en asaltos a trenes y bancos pero en ningún momento se mencionan los sucesos de la Patagonia, a pesar de los distintos relatos que circulaban sobre el paso de la banda por Chubut», aseguró Aguirre.

«Sin embargo, el estreno del filme ayudó a que la justicia y la policía local comenzaran a revisar sus archivos y a que incluso se anunciara la existencia de un expediente judicial iniciado en 1911 sobre las andanzas del bandolero, en este caso vinculado al secuestro de un estanciero lla

mado Lucio Ramos Otero», señaló. Cassidy y su banda, la Wild Bunch, habían asolado a los grandes terratenientes, a las empresas de ferrocarriles y a los bancos norteamericanos. La leyenda cuenta que sus asaltos perfectamente planeados no hacían correr sangre y que llevaban los botines hasta las manos de los pioneros más pobres del Oeste. Los bandoleros llegaron a Buenos Aires en 1901 intentando escapar de la agencia de detectives Pinkerton, que había sido contratada por banqueros y hacendados norteamericanos para atrapar a la pandilla que en el lapso de cuatro años se había convertido en la peor amenaza de bancos y trenes. El grupo se instaló bajo nombres falsos en Cholila, una pequeña localidad de Chubut donde se dedicaron a la compra de animales con parte del dinero obtenido en una atraco a un banco de Nevada (Estados Unidos) y en distintos asaltos a entidades financieras de la región patagónica.

En «La pandilla salvaje», editado por el Grupo Editorial Norma, Aguirre explota los atractivos casi míticos de Cassidy sin dejar que el personaje eclipse la escena de un relato que incluye cuestiones como los problemas derivados del régimen de propiedad de la tierra, los conflictos limítrofes con Chile, el robo y contrabando de ganado, la corrupción política y los excesos cometidos por las fuerzas encargadas de resguardar el orden.

«Me interesó el personaje pero también toda la historia que había detrás de él: el problema de la ley y de la tierra, la estructuración del aparato judicial y los excesos de la Policía Fronteriza, que por ejemplo solía detener pe

ones chilenos que no habían cometido ningún delito para hacerlos trabajar como mano de obra esclava», indicó Aguirre.

«El mito es un relato estereotipado -destacó el escritor-. Lo que yo intenté es capturar pequeños detalles que mostraran a los integrantes de la banda como seres humanos y que fueran mucho más allá de esos componentes míticos que los hacían ver como terribles delincuentes».

Según Aguirre, autor de «Historias de la mafia en la Argentina» y «Enemigos públicos», Cassidy y su banda son «los fundadores de prácticas delictivas desconocidas en la Argentina, como el asalto a bancos y el secuestro, una modalidad que exploraron casi accidentalmente cuando mantuvieron cautivo en un calabozo a un hombre durante un mes sin proponérselo previamente».

Pero fuera de su accionar delictivo, el periodista destaca el ideario que guió a la banda: «Ellos no querían mucho más que una parcela de tierra donde trabajar, a la vez que pensaban que no era reprochable apoderarse de hacienda o bienes de otro si se trataba de grandes empresas», explicó. «El tema de la relación con la ley es complejo, porque cuando el grupo llegó a la Patagonia se encontró con un territorio donde las lealtades estaban por encima de la ley -apuntó-. Ellos ocuparon terrenos sin los títulos correspondientes, pero también es cierto que intentaron regularizar la situación».


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios