La peña: Que perduren en el tiempo, que todos puedan jugarlos

La peña: Que perduren en el tiempo, que todos puedan jugarlos

Columna semanal

La nostalgia pesa demasiado y genera resistencias. Tantas que nos aferramos a aquellas cosas que en el tiempo nos ocupaban parte de la niñez, algunas virtualmente desaparecidas.

En un pueblo de Catamarca se resisten a dejar que desaparezca el eterno juego de las bolitas. Y para el día del pueblo organizaron un campeonato para que los mejores puedan mostrar sus destrezas, pero básicamente para que las nuevas generaciones puedan verlo en directo y se contagien de eso.

El pueblo, de apenas unos miles de habitantes, tiene acceso a toda la modernidad que uno pueda imaginar. Teléfonos digitales, moderna televisión, internet, industrias de renombre en el rubro agrícola y hasta un enorme parque solar a punto de inaugurarse. Pero al mismo tiempo, se resiste a que esa modernidad se lleve las tradiciones por delante.

Conservan esa fisonomía de pueblo con unos pocos semáforos, tan pocos como las calles asfaltadas. Pero al mismo tiempo saben que las calles de tierra, sus enormes árboles, las fincas, los ríos, hacen a ese paisaje tan atractivo para los que eligen vivir en paz.

En ese contexto es que quieren preservar no sólo esa fisonomía, sino también los juegos que jugaron toda la vida, los que no entrañaban peligros, los que exigían capacidad e ingenio y los que apenas necesitaban de un puñado de bolitas para competir.

Bolitas, rodillas en tierra, un triángulo sobre el patio regado y a competir.

Y han logrado que los mismos niños que conviven con la tecnología, sientan apego por estos juegos que jugaban sus padres, sus abuelos y que se resisten a perder.

Por qué dejar que gane el olvido si pueden convivir la nostalgia con el presente, por qué guardar las latas con bolitas si todavía se pueden jugar. Por qué no hacer que esa misma idea se expanda para que no se muera jamás. Los juegos de todos deberían tener vida eterna, que nadie deje de disfrutarlos.