Cumbia cuarteto, bailanta

Música del último cuarto del siglo, utiliza los medios de comunicación social, tanto de largo como de pequeño alcance como su vehículo natural. Así y todo, le costó llegar a los grandes. Los sellos grabadores y las radios crecieron al amparo de la bailanta como repertorio dominante en la zona de Capital Federal y Gran Buenos Aires.

Sin embargo, dada la importancia económica del repertorio, los mecanismos comerciales de la industria de la cultura ha fijado, a veces cómicamente los rasgos más «vendibles» del repertorio y de sus estrellas que ha entrado en el culto a la imagen con vistas a la imposición de un modelo más acorde a la cultura hegemónica. Pelos largos y rubiones, muchachitos delgados con vistas a la seducción ha reemplazado a Alcides, Riki Maravilla y otros que -¿cómo decir?- no venden figura sino sólo diversión. En tanto, el cuarteto, perdida la buena chance que tuvo con Rodrigo (al que un Walter Olmos no puede reemplazar, aunque se esfuerce) merced a las terribles exigencias de la venta del ídolo que llevan a la persona – ídolo a cometer los disparates demasiado usuales lamentablemente en la industria de la música, cedió todo lo que de testimonial tenía para vender sólo su veta divertida en un fácil «A mover el bum bum». Música con función de esparcimiento, la tropical adolece de falta de letristas. En este sentido, el cuarteto cordobés le llevaba cierta ventaja al reflejar la realidad urbana con intención de fidelidad y compromiso (HEPP, 1988). Luego de algunos intentos, la bailanta es tomada y explotada sólo en su aspecto de música de evasión, tanto por los empresarios del sector como por ciertos intelectuales que menosprecian un repertorio demasiado basto para sus oídos.

La cumbia y el cuarteto no se consideran representantes de lo nacional salvo entre algunos intelectuales y periodistas de tendencias políticas definidas. Estos reivindican la cultura de las clases bajas, de «los negros» como «realmente popular» y por ende nacional; complementando la actitud descalificatoria, tampoco sería una música que podría tener una calidad muy alta. En rigor, si el vals, con su 3/4 machacado pudo llegar a las alturas estéticas del vals Mefisto de Liszt o de Los Valses Nobles y Sentimentales de Ravel, un repertorio con la riqueza rítmica del tropical, es fácil de imaginar en música de concierto, aunque ello, hoy, en un contexto de menosprecio, provoque sarcasmos.

Más allá de hipotéticas utilizaciones «académicas», hoy, la música de bailanta, la pachanga, tiene como público a toda la familia lo que implica cierto nivel de afincamiento que trasciende edades y excede muchas veces la mera funcionalidad de evasión. Llega incluso a servir como música de los cantos de marcha de las manifestaciones de los jubilados, empleados estatales y desocupados. El usufructo por parte de las diversas edades puede llegar a marcar el futuro del repertorio: parecería que no fuera a extinguirse con la presente generación sino continuar, con modificaciones o no, al menos en aquella generación que hoy tiene entre cinco y diez años.


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