CURIOSIDADES PATAGONICAS: Invitación en Barrancas a una muerte no anunciada

» Jueces de paz a los tiros. El incidente en Río Barrancas, en el límite norte de Neuquén con Mendoza (primera nota en esta columna del domingo pasado) ocurrido el martes 6 de diciembre de 1904, se conoció en Buenos Aires en La Prensa del domingo 11. Fue un año infortunado para la justicia de paz del territorio neuquino ya que antes y por varios meses se entablaron conflicto los jueces de paz titular y suplente de Catan Lil, Doroteo Plot y Martín Antonio Coria (ya entonces amante de la «bandolera inglesa»). Bastarían estos casos para demostrar la falencia gubernativa que flagelaba a los territorios nacionales. Burocracia, distancia, incomunicación y falta de control de gestión, creaban el caos. En el incidente de Barrancas, agricultor y ganadero Carlos Garaycoechea y antes también juez de paz, invitó a un asado que frustró el incidente: rechazó a uno de los convidados y baleó por la espalda a otro -sin impactarlo con Smith Wesson Nº 7689 calibre 9 mm de cinco tiros Nº 7689- que era el juez de paz en ejercicio, Cecilio Yerio. Este giró, ya con su revólver suizo desenfundado, también calibre 38 con la marca P4038 y le disparó 3 balazos, dos en el pecho y uno en la ingle izquierda. Antes de expirar, Garaycoechea, según la versión menos procaz, le dijo a Yerio «me jodiste pero te jodí». Luego cayó, y sobrevivió 15 minutos.

» Un anfitrión irritable. El lugar del convite fue la casa y negocio de Garaycoechea que tenía en las chacras a orillas del río Barrancas, modesta construcción rodeada de sauces orilleros. El pequeño grupo de invitados salieron al atardecer de a caballo desde el juzgado de paz a cargo de Yerio. Entre ellos iba, además del juez, el maestro de Buta Ranquil Celestino Cabral, el comerciante de la pampa de El Tril Benedicto Beccaría y el procurador lego de Chos Malal Cristóbal del Campo. Este último había intermediado por encargue de Garaycoechea para que el chileno Anselmo Bravo fuera arrendatario de sus chacras y lo hiciera también en un campo para invernada del ganado. De manera que el grupo arribado incluía al viejo Bravo (61). Cuando llegaron, desmontaron, pero Bravo esperó afuera. Del Campo, ya en la casa del anfitrión y tras los saludos del grupo, de dijo a Garaycoechea que allí estaba Bravo. Garaycoechea, contrariando lo acordado, adujo conocer dichos de Bravo adversos de su persona, según le contó el peón Bustos. Irritado, sentenció que «a ese viejo no lo quiero ni en mi casa ni en el campo». Por lo que Del Campo propuso aclarar las cosas con las explicaciones del peón. Pero la reacción del vasco, violenta y vituperante, lo decidió a apartarse del convite y salió. Se adhirió el juez Yerio. «Yo también me voy», dijo y salió a la vez que Garaycoechea, sentado, le reprochó: «Hacés bien, c…jo, al retirarte porque vos también son de los que hablan…» (por detrás). Fue entonces que el vasco se levantó, desenfundó su arma, enfurecido. Lo quiso atajar el tano Beccaría, pero no pudo y sobrevino el tiroteo.

» Chasque a Chos Malal y sumario en puerta. Fue Beccaría quien le pidió el arma a Yerio y con otros atendió al caído. Lo entraron a la casa y depositaron sobre una matra. Después Beccaría redactó con su pésima ortografía una nota al comisario de Chos Malal con un breve relato de la balacera y descripción de la defensa de Yerio. Fue todo muy rápido y el chasque con la nota partió antes que expirara el anfitrión del asado. El juez de paz, desesperado, a falta de autoridad y de suplente, esperó 3 días sin salir del juzgado. El chasque -Juan de Dios Barrientos- llegó a Chos Malal a las 13 el 7 de diciembre y estuvo de vuelta a las 16 del 8. Inmediatamente, a falta de autoridades, los vecinos y algunos testigos, no esperaron más a las autoridades y «por el calor reinante y su efectos», enterraron a Garaycoechea «a flor de tierra para facilitar la exhumación» y a 25 metros de su casa. Labraron un acta especial que redactó con buena caligrafía el maestro Cabral. El 9 arribó el comisario sumariante Juan Francisco Muñoz Moyano. (Continuará)

 

FRANCISCO N. JUÁREZ

fnjuarez@sion.com


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