De a caballo a clases, única opción en muchos parajes neuquinos

Los niños deben hacer varios kilómetros todos los días.

CHOS MALAL (ACHM).- Las dificultades para cubrir las distancias que separan los puestos donde viven las familias de crianceros y pobladores del norte neuquino, de las escuelas adonde deben concurrir los niños generan fuertes índices de ausentismo que en algunos establecimientos llegan al 50 por ciento. Además, distintos inconvenientes y riesgos afectan a un sinnúmero de escolares que deben recorrer varios kilómetros a diario o semanalmente para ir en busca de educación.

Cada mañana, Sergio y Alfredo, dos chicos casi, recorren de a caballo entre 8 y 10 kilómetros de faldeos de cerros, arroyos y cornisas que separan sus hogares de las escuelas primarias 331 de Caepe Malal y 23 de Los Menucos (hay otra localidad del mismo nombre en Río Negro) para concurrir a clases.

Sergio y Alfredo son el fiel reflejo de muchos niños del norte neuquino que para poder ir a la escuela deben hacerlo de a caballo y sortear además las dificultades dadas por las inclemencias del tiempo, las distancias y los escollos del camino.

Diez kilómetros de escarpados terrenos separan la casa de Sergio Antonio Tapia ubicada en el paraje Los Menucos, de la escuela 33l de Caepe Malal.

Este chico concurrió 6 años a la escuela primaria de Los Menucos, pero este año decidió cambiar e ir a Caepe Malal, que si bien queda a una distancia mayor cuenta con la posibilidad de concurrir el lunes a clases y quedarse hasta el viernes por tratarse de una escuela albergue.

Los seis primeros años, Sergio hizo innumerable cantidad de viajes entre su casa y la escuela. Este año, abrumado por el cansancio que significa tener que realizar un importante recorrido para llegar a la escuela, con ansias de terminar la primaria Sergio decidió quedarse en la escuela albergue.

Sergio tiene dos hermanos Merejo y Enrique y vive junto a sus padres Floro Tapia y Bersabé Jofré en una vivienda ubicada al pie de la Cordillera del Viento.

El lunes se levanta muy temprano en la mañana y va en busca de su caballo al que cariñosamente llama «Cholito». Luego de ensillarlo comienza su viaje. Son casi dos horas de camino barrido por el viento y debe cuidarse especialmente en época invernal de la crecida de los arroyos del lugar. A pesar de su edad -apenas 14 años- sus objetivos son claros. Terminar la primaria para luego proseguir sus estudios secundarios en Chos Malal, sin olvidarse de continuar incrementando sus aprendizajes de todo aquello que tiene que ver con los quehaceres de la vida del campo.

Otro caso

A 5 kilómetros de la escuelita de Caepe Malal y a 45 de Chos Malal, está la 23 de Los Menucos, allí también llegan niños de a caballo. Uno de ellos es Alfredo Vázquez de 10 años.

Alfredo realiza 8 kilómetros diarios para trasladarse desde su hogar a la escuela, donde actualmente cursa el cuarto grado. El pequeño es hijo único y vive con su madre Nora Vázquez y sus abuelos, todos ellos crianceros.

En diálogo con «Río Negro» indicó que se levanta poco antes de las 7 para poder preparar junto a su madre el caballo que lo traslada todos los días a la escuela.

En su recorrido de unos 45 minutos, Alfredo debe sortear algunos obstáculos, entre ellos cruzar el río Curi Leuvú, dado que la escuela se encuentra al otro lado del curso. Relató que cuando el tiempo se presenta lluvioso prefiere no concurrir a clases por la peligrosidad que implica cruzar este cauce de agua con su caballo «Abrojo».

Alfredo indicó que sólo tiene pensado ir hasta séptimo grado para luego dedicarse a los trabajos del campo, quizá obligado por las necesidades de su familia.

A la escuelita de Los Menucos, concurren unos 20 chicos, algunos de los cuales lo hacen a caballo mientras otros caminan entre 30 minutos y una hora para poder llegar al establecimiento.

Los niños que habitualmente lo hacen caminando, como Graciela, Romina y Nahuel Segura deben cruzar los arroyos Los Menucos y Ñireco, pero para ellos lo importante es llegar a la escuela donde comparten con otros niños del lugar y la maestra nuevas enseñanzas, juegos y el refrigerio del mediodía para luego retornar a sus hogares.


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