De Atenas puede provenir la estocada final a la unidad monetaria europea

CONTEXTO

El completo fracaso de las reuniones celebradas horas atrás entre el gobierno griego y la oposición de izquierda y de derecha helénica, coloca al país al borde del abismo y a Europa en vísperas de otra agudización de la crisis del euro. El Fondo y la UE condicionan un desembolso de 12.000 millones de euros, el quinto del plan de ayuda aprobado hace un año por un total de 110.000 millones, a que Grecia apruebe más medidas de austeridad y, sobre todo, inicie un programa de privatizaciones por 50.000 millones de euros. “El pueblo griego no puede ser objeto de semejante chantaje”, alegó el líder comunista Aleka Papariga, en línea con la posición adoptada por Nueva Democracia cuyo jefe, Antoni Samaras, consideró “equivocado” el nuevo plan de ajuste dictado por el FMI y Bruselas. Sin embargo, un abismo separa a los dos opositores: mientras la derecha está de acuerdo con las privatizaciones y critica al gobierno por no haberlas implementado antes, los comunistas se oponen a ellas y también a la reducción de impuestos a las ganancias y a las empresas que propugnan los conservadores. Ante esta situación desesperada desde el punto de vista político, y con huelgas y manifestaciones que no cesan de aumentar en Grecia, el comisario europeo de Economía y Finanzas, Olli Rehn, redobló la presión alemana y europea al afirmar que “el tiempo se está agotando, todos los partidos deben apoyar el programa de la UE y del FMI”. Grecia tiene una deuda pública de 300.000 millones de euros y el porcentaje de ésta sobre el PBI se viene incrementando desde hace un año debido al retroceso de la actividad económica y a la parálisis que va ganando terrenos en todos los sectores. Portavoces del gobierno griego dijeron que si no encuentran una solución políticamente viable estarían dispuestos a retirarse del euro, declarar una moratoria de la deuda y regresar a la moneda nacional, el dracma. Mientras Atenas amenaza con declarar la quiebra y llevar a España, Italia y Bélgica al mismo camino emprendido por Portugal, Irlanda y Grecia, poniendo a Alemania y Francia contra las cuerdas, los alemanes no están dispuestos a ceder y hacerse cargo de la situación de los llamados “países periféricos” de Europa. Cualquier cambio dramático planteado por el abandono del euro por parte de Grecia y uno o más países, supondría la estocada final a este proyecto de unidad monetaria iniciado en 1999. (Télam)


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