De burbujas e ilusiones

MIGUEL ÁNGEL ROUCO (*) DyN

El gobierno progresista y popular sigue su marcha implacable para generar una nueva devaluación que le otorgue el oxígeno necesario para llegar a octubre, sin sobresaltos de importancia. Con la complicidad de los sectores formadores de precios y en particular con el apoyo del sector financiero, la administración Kirchner busca un horizonte que no le cambie demasiado el escenario actual. A esta altura, se estará pensando en relacionar devaluación con un salto abrupto del tipo de cambio. No es ésa la idea del oficialismo. El objetivo consiste en disminuir los costos de producción con los mismos niveles de precios, de manera de no generar más inflación. Tal vez, se esté pensando en un alivio de la pesada carga tributaria. Nada más lejos de la realidad y de los planes de la Casa Rosada. El gobierno está en pos de no convalidar aumentos de salarios superiores al 25%, en línea con las hipótesis empresarias. En otras palabras, la Casa Rosada busca una devaluación del poder de compra de los salarios, con respecto a la marcha de los precios. No se toca el tipo de cambio para no alimentar la expectativa inflacionaria, no se baja la carga impositiva para que no se afecte el saldo fiscal, no se busca una disminución de los costos de energía o transporte sino que el gobierno alienta una disminución del componente mano de obra para morigerar la llamarada inflacionaria. En otros términos, el gobierno aplica lo que se llama una “devaluación compensada”, mejorar la ecuación económica de las empresas y el Estado –un importante empleador–, amesetando la inflación y sin que esto afecte los niveles de empleo. Queda claro que para el gobierno el costo de la inflación lo paga el salario de los trabajadores y de los jubilados con menor poder de compra. En palabras más llanas, los trabajadores y el sector pasivo pagan la fiesta de las corporaciones y del kirchnerismo, es decir, el populismo y el fascismo en su apogeo. “El gobierno no quiere que se empañe el clima social de cara a octubre y no quiere alteración en el empleo. Para el gobierno, es preferible tener un poco de inflación y no aumento del desempleo”, sostuvo un economista con buena llegada al Palacio de Hacienda. Nada más alejado de la realidad. Tanto la inflación como el menor poder de compra de los salarios afectan de manera directa los niveles de actividad y empleo. Pero todo vale para mantener el ilusionismo, una burbuja para ocultar el ajuste. Sin embargo, y a pesar de la tesis oficial de “mirarse el ombligo” y no prestar atención a lo que ocurre alrededor del Globo –“la globalización es un invento del consenso de Washington y está muerta”, replican una y otra vez los filósofos del kirchnerismo–, el mundo comienza un delicado proceso de reacomodamiento que llevará un par de años pero que tiene consecuencias serias para el país. Bruselas será el centro de atracción para el resto del mundo. Hoy, la OTAN decidirá si toma acciones militares en contra del régimen de Muammar Gaddafi, lo que podría significar un vuelco en la resolución del conflicto y el comienzo de una senda descendente del precio del petróleo. Lo más probable es que la OTAN disponga una zona de exclusión aérea que impida al dictador libio disponer de ataques aéreos sobre los rebeldes y de esa manera neutralizar su poder de fuego. Esta decisión colocaría a los rebeldes en inmejorables condiciones para el asalto final a Trípoli y obtener la rendición de Gaddafi. El objetivo es asegurar el suministro de crudo para bajar el impacto que tiene el costo de la energía sobre la inflación. Como se ve, la inflación es un problema mundial, menos para el gobierno argentino que la alimenta diariamente con el dispendio de gasto público y emisión monetaria. Una baja del precio del crudo arrastraría también a la baja al resto de los commodities, incluidos los agrícolas, lo cual es muy relevante para el país. Una caída de los precios de los bienes de exportación generará una balanza comercial con exiguos saldos e impactará de lleno en la cuenta corriente y hará más importante el peso de la deuda. Habrá que utilizar más reservas para el pago de los vencimientos. Por otra parte, hoy en la capital belga, los ministros de la zona Euro empezarán a poner en funcionamiento los planes de ajuste a los que se verán sometidos los países para poder permanecer en la unión monetaria. “Será un nuevo Maastricht”, sostienen algunos observadores internacionales. Tal vez más riguroso y con reglas más precisas y el país que no lo cumpla no tendrá ayuda de la comunidad y deberá abandonar el Euro. Los temores no desaparecieron sino que se ahondaron en torno de los denominados PIGS. España, uno de los principales socios de la UE y responsable del 11% del PBI comunitario, entró en zona de turbulencia y su sector financiero está en crisis. La demora en una reforma del sistema de las cajas de ahorro le significó una caída en la calificación de su deuda soberana debido a los temores por una eventual crisis financiera. España enfrenta dos problemas. El ya mencionado financiero y un elevado déficit fiscal que le obliga a emitir deuda a un costo elevado. Ambos factores conducen a Madrid a llevar adelante un ajuste severo para evitar mayores contratiempos. España, uno de los principales socios comerciales de la Argentina con fuertes inversiones en el país, entrará en ajuste, lo que se traduce en menor interés por sus mercados de ultramar. Nada de esto le importa al oficialismo. Para el kirchnerismo, el modelo está a salvo de toda crisis y puede subsistir sin la globalización. Otra ilusión, otra burbuja. (*) Analista económico


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