De Cámpora a La Tablada

En su libro «Memorias de Enrique Gorriarán Merlo. De los Setenta a La Tablada», escrito con la colaboración de Darío Díaz, reconoce que «nadie puede estar a favor de la violencia», aunque admite que «ante determinadas situaciones surge la violencia».

También señala que su generación «cometió errores» como el de no haber aceptado la tregua que le ofreció el ex presidente Héctor Cámpora, al asumir la presidencia en marzo 1973, por un problema de táctica política.

«Eso hubiera permitido que las acciones posteriores de las Tres A (Alianza Anticomunista Argentina) no fueran vistas por la gente como un objetivo de combatir a la guerrilla, sino que respondían a una estrategia propia de poder», señala en sus memorias.

Sin embargo, justifica el ataque al cuartel de La Tablada, ya que lo consideró necesario para frenar la amenaza de las fuerzas armadas contra el sistema democrático instaurado a partir de diciembre de 1983. «Creíamos que las Fuerzas Armadas, con todo su desprestigio, no estaban en condiciones de poner en peligro la democracia. Pero se produce la sublevación de Semana Santa y luego las leyes de Punto Final y Obediencia Debida», señala Gorriarán Merlo. «A mediados de 1988 nos enteramos de que hay una relación entre el entonces dirigente justicialista Carlos Menem y el coronel Mohamed Alí Seineldín con la intención de reemplazar al presidente Raúl Alfonsín por su vice, Víctor Martínez. Hablamos con el gobierno que estaba al tanto de todo esto, pero no sabía qué hacer. También lo hicimos con sectores del peronismo, pero nadie nos hizo caso. Eso fue lo que decidió nuestra acción en La Tablada y ese día se evitó un golpe», dice. (Télam)


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