De la historia a la moda

Por Eduardo Basz

El fin de la historia proclamado por Fukuyama sucedió realmente. Claro que no se ha producido en los términos pronosticados por el ideólogo de la Corporación Rand. Lo cierto es que ese anacronismo llamado sociedad de mercado se ha quedado con el monopolio de la producción simbólica del mundo contemporáneo. El indicador más firme del crepúsculo de la historia es la negación de la memoria y la eternización del presente.

Como diría Guy Debord: «La historia era la moneda de la verdadera novedad y quien vende la novedad tiene el interés en hacer desaparecer el medio de medirla. Cuando lo importante es hacer reconocer socialmente como lo que es instantáneo (…) y éste reemplaza a su vez a otra importancia instantánea, entonces cabe decir que el medio utilizado garantiza una especie de eternidad».

La moda nos asegura un presente eterno. Cada mes hay una novedad que anula la anterior sin que medie entre ambas una relación de causalidad. El presente es nuevo, aleatorio, sin sentido. Puede haber regresos al pasado o saltos al futuro, pero todo debe ser, necesariamente, novedoso. Es la realización de la vieja utopía del año cero. En el mundo-moda no hay progreso, ni pasado, ni futuro, ni tampoco sabiduría. ¿Qué hay?: incluidos y excluidos.

¿Quién dicta la moda? Las decisiones de esta peculiar industria son siempre presentadas en una penumbra de inspiración y autonomía supraterrenal. Figura clave de este mundo es el «coolhunters», término de traducción imposible. Define a un oficio novedoso, claro, y también de moda (que no existía en el pasado pero que existirá en el futuro) que cumple un papel similar al de los indios exploradores al servicio de los ejércitos conquistadores del siglo diecinueve. ¿Su misión?: decirles a las corporaciones qué es «cool» y qué dejó de serlo.

El «coolhunter» funciona a partir de tres reglas básicas:

Primero: «Cuanto antes lo intentes atrapar, antes huirá». Desde el momento en que hay una verdadera plaga de «coolhunters», todo se mueve rápidamente y las modas se suceden aceleradamente unas tras otras. Principio de aceleración.

Segundo: «Para saber qué es «cool» debes haberlo sido». La intuición y la visión reemplazan al método y al plan.

Tercero: «Lo «cool» no puede ser fabricado, sólo observado». Por estar empezando siempre de cero, el «coolhunter» parece la encarnación del mito de Sififo. La moda, como se ve, es ambiciosa. También pretende inmiscuirse en lo sagrado.


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