De letras y garabatos
La grafología estudia e interpreta todo tipo de grafismos, y aunque principalmente se analizan letras escritas a mano, los conocimientos también se pueden aplicar a números, dibujos y hasta garabatos infantiles o figuras que aparentemente no tendrían sentido. Lo consciente y lo inconsciente de quien escribe salta a la vista del grafólogo, que descubre su personalidad, traumas, anhelos, carácter, miedos y hasta enfermedades psicológicas, psíquicas y físicas. Los estudios de la personalidad a través de la escritura comenzaron a desarrollarse hace más de 500 años –aunque algunos sostienen que son tan viejos como la escritura misma– y hoy la grafología es una ciencia en desarrollo, que se abre a especialidades como la orientación vocacional, la selección de personal, la grafopatología, la grafoterapia, la criminalística-forense y la grafología infanto-juvenil, entre otras. Según el grafólogo Octavio Tenembaum, es uno de los pocos estudios que jamás podrá ser reemplazado por la tecnología, porque depende de la percepción humana sobre un registro también humano, como la escritura. Además de cuestiones generales de la personalidad, permite detectar trastornos de aprendizaje en alumnos, signos de abuso o maltrato infantil o capacidades especiales en una persona. También se usa en terapias para generar cambios voluntarios de la personalidad, como complemento de la psicología y la psiquiatría. El grafólogo analiza el orden de la escritura, el tamaño y forma de la letra, la dirección del escrito, la presión, la velocidad, la continuidad y la inclinación. No se le escapa el uso de los márgenes y la separación entre las líneas. De todo ello se desprenden, según los expertos, datos como la capacidad de adaptación social y organización de la persona, la imagen que tiene de sí mismo, su nivel de su expresividad, sus modales, intereses, preocupaciones, su desempeño sexual, estados de ánimo, nivel cultural, estabilidad, grado de madurez, apego a sus convicciones, vitalidad, tenacidad, creatividad, realización personal, nivel de inteligencia, intuición, espiritualidad, capacidad de desenvolvimiento en situaciones de crisis y el grado de apego o desapego a sus pares, entre muchas otras características.
La grafología estudia e interpreta todo tipo de grafismos, y aunque principalmente se analizan letras escritas a mano, los conocimientos también se pueden aplicar a números, dibujos y hasta garabatos infantiles o figuras que aparentemente no tendrían sentido. Lo consciente y lo inconsciente de quien escribe salta a la vista del grafólogo, que descubre su personalidad, traumas, anhelos, carácter, miedos y hasta enfermedades psicológicas, psíquicas y físicas. Los estudios de la personalidad a través de la escritura comenzaron a desarrollarse hace más de 500 años –aunque algunos sostienen que son tan viejos como la escritura misma– y hoy la grafología es una ciencia en desarrollo, que se abre a especialidades como la orientación vocacional, la selección de personal, la grafopatología, la grafoterapia, la criminalística-forense y la grafología infanto-juvenil, entre otras. Según el grafólogo Octavio Tenembaum, es uno de los pocos estudios que jamás podrá ser reemplazado por la tecnología, porque depende de la percepción humana sobre un registro también humano, como la escritura. Además de cuestiones generales de la personalidad, permite detectar trastornos de aprendizaje en alumnos, signos de abuso o maltrato infantil o capacidades especiales en una persona. También se usa en terapias para generar cambios voluntarios de la personalidad, como complemento de la psicología y la psiquiatría. El grafólogo analiza el orden de la escritura, el tamaño y forma de la letra, la dirección del escrito, la presión, la velocidad, la continuidad y la inclinación. No se le escapa el uso de los márgenes y la separación entre las líneas. De todo ello se desprenden, según los expertos, datos como la capacidad de adaptación social y organización de la persona, la imagen que tiene de sí mismo, su nivel de su expresividad, sus modales, intereses, preocupaciones, su desempeño sexual, estados de ánimo, nivel cultural, estabilidad, grado de madurez, apego a sus convicciones, vitalidad, tenacidad, creatividad, realización personal, nivel de inteligencia, intuición, espiritualidad, capacidad de desenvolvimiento en situaciones de crisis y el grado de apego o desapego a sus pares, entre muchas otras características.
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