«De sueños, basura y medio ambiente»

En mi último día de vacaciones tuve un sueño: me encontraba acomodando papeles del trabajo en un espacio donde había un montón de boxes con puertas vaivén y en su interior, inodoros; eran los baños públicos de una institución, de un club o de un súper, no puedo precisar de dónde. En ese sitio entraba gente conocida y desconocida que hacía sus necesidades, con quienes intercambiaba algunas palabras. Cuando terminaba de acomodar mis cosas, decidía ir a uno de esos boxes con inodoro y me encontraba con que estaban totalmente sucios, asquerosos, con un olor nauseabundo. Pasaba uno por uno y todos estaban igual; experimentaba una sensación muy fuerte de asco y de tener algo atragantado y tenía nauseas por ver ese repulsivo panorama.

Entonces me desperté, con la misma sensación desagradable del sueño.

Soy de esas personas que les dan importancia a los sueños y tratan de buscar en ellos algún mensaje que en general nuestro interior nos envía, y con mi subjetiva y relativa conciencia interpreté que el mensaje de este sueño era que «no puedo dejar pasar lo que viví estas vacaciones respecto de lo que estamos haciendo los humanos con nuestro medio ambiente». Me levanté y escribí esta carta.

Este año fuimos con mi familia de vacaciones a las sierras de Córdoba, específicamente a Bialet Massé y San Antonio de Arredondo, cerca de Carlos Paz. En estos lugares turísticos es característico que la gente se agrupe a la vera de los ríos y arroyos, ya que son refrescantes y permiten disfrutar del paisaje serrano, del aire fresco y del natural sonido del agua corriendo entre las piedras. El tema es que cuando la gente se va de esos lugares dotados de naturaleza y encanto queda un «paisaje pavoroso» que, cuando uno camina a la mañana por esas zonas, se aprecia en toda su crudeza: botellas de plástico y algunas de vidrio (de cerveza y de vino), bolsas de nailon desparramadas por doquier, papeles, envoltorios de helados, alimentos y distintas golosinas, tarritos de yogur, cajas de leche, pañales usados, restos de comida, latas vacías y todo lo que se puedan imaginar (y más). Pudimos observar que muchas personas armaban su bolsita de residuos pero no se la llevaban a su casa, cabaña o resort: simplemente la dejaban colgada o reposando al pie de un árbol. Además, vimos a los recolectores de residuos haciendo su trabajo, pero ellos son muy selectivos, sólo juntan la basura que se encuentra en los grandes (y escasos) canastos que disponen las comunas, así que luego del paso del recolector la «campiña de desechos» no cambia demasiado.

Curiosamente la gente se acomoda a la basura y al otro día vuelve al mismo lugar de veraneo y convive con el río, el paisaje serrano, el aire puro, el mate, la reposera… y los desperdicios (propios o ajenos) del día anterior -claro que algo menos, porque el recolector se lleva algo y los perros y gatos también colaboran comiéndose algunos desperdicios (sólo lo orgánico)-. Eso sí, la mayoría de la gente lo que más esquiva es sentarse cerca de los pañales usados… ¿será por algún conflicto infantil no resuelto?

Terminando las vacaciones, nos dirigimos a la ciudad de Bell Ville para visitar a parientes. Esta localidad es atravesada por el río Tercero, a cuyas orillas se levantan frondosos árboles y una generosa vegetación, lo que hace que su costanera se transforme en un bello y refrescante paseo. Un día, disfrutando de una caminata por esa costanera y camino del Parque Tau (reserva natural autóctona), a dos cuadras del centro vimos repetidamente que un señor tiraba basura con un balde hacia la costanera, desechos que sacaba de su casa, que quedaba enfrente (cruzando la calle) -su vivienda y las de sus vecinos eran hermosas residencias-. Mi esposa se acercó a pedirle explicaciones sobre lo que estaba haciendo y el señor minimizó su acción diciendo que eran unos pocos escombros; al insistir sobre su actitud, el noble ciudadano se puso agresivo (reflexión cero).

Las dos situaciones presentadas -la del balneario en las sierras con los turistas dejando su basura y la del vecino de Bell Ville, que quita la basura de su limpio hogar para depositarla en la vía pública- son hechos que hace unos cuantos años venimos observando tanto en Córdoba como en otros lugares turísticos (Bariloche, San Martín de los Andes, Las Grutas), así como también en nuestra propia ciudad. Aquí es clásico ver cómo muchos vecinos frentistas del Paseo del Canalito (no son los únicos) tiran sus residuos en dicho curso (lo sé porque vivo frente al mismo) o en sus orillas… ¿será porque creen que el agua todo lo transforma?

¿Qué nos está pasando? Éste no es un problema de indigencia; las personas de las que hablo (turistas y vecinos) nos son de escasos recursos económicos (al contrario) ni sujetos que desconozcan las leyes municipales. Lamentablemente, creo que estamos perdidos y padecemos una profunda crisis de valores.

 

Gustavo Andrés Marín

DNI 18.218.340

gustavmarin@hotmail.com

Roca


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios