El portero en el fondo de la casa: 114 años del traslado de la capital neuquina a Confluencia

Cuando se creó la Gobernación de Neuquén (1884) se designó como gobernador al coronel Manuel Olascoaga y capital del territorio a Campana Mahuida, lugar situado sobre el río Agrio, en el norte neuquino. El gobernador y una comitiva salieron de Buenos Aires vía Carmen de Patagones –donde permanecieron más de un año– y en carreta; luego de meses de trayecto llegaron a Neuquén. El primer asiento de la capital fue Codihue –donde esperó que pasaran los meses de invierno– luego Campana Mahuida, hasta que llegó a Ñorquín, asiento de una brigada del Ejército. Los lugares, por diferentes razones, no convencían a Olascoaga para fijar la capital, así que arribó a Chos Malal –Fuerte 4ª División, fundado el 4 de agosto de 1887–, sobre el arroyo Currileuvú, en la margen izquierda del río Neuquén. Ese paraje fue elegido por Olascoaga por razones geográficas, estratégicas y por reunir las condiciones de clima, suelo y comunicación necesarias, ya que el noroeste neuquino, a fines del siglo XIX, era un área geopolíticamente clave por la situación externa, en particular por las posibilidades de conflicto con Chile.

En 1904 se trasladó la capitalidad del territorio al emplazamiento actual, área conocida como “la Confluencia”. Así se designaba al conjunto de dos “pueblos”.

Uno, en la margen izquierda del río Neuquén, conocido como Limay (hoy Cipolletti) y el otro, en la margen derecha del río Limay, que a partir de la llegada del ferrocarril al territorio neuquino (1902) recibió el nombre de Neuquén.

Según los cronistas de la época, estos “pueblos” formaban uno de los centros del comercio de los territorios de Río Negro y Neuquén, ya que recibían carretas, arreos de mulas, caravanas de tropas que llevaban o traían los frutos de la zona (cueros, lanas, pieles, etc.).

La Confluencia estaba habitada por trabajadores del ferrocarril, troperos, artesanos, comerciantes, estancieros, que iban y venían de sus propiedades. Un dato a destacar es que en el área había pocas mujeres. Cerca del puente ferroviario sobre el río Neuquén se estableció el negocio de ramos generales y hospedaje Buena Vista (1897) del italiano Celestino Dell’ Anna, antiguo vecino de Patagones, radicado en esta zona desde fines del siglo XIX. La familia atendía el servicio de balsa sobre el río mencionado.

En las inmediaciones de la estación ferroviaria habilitada a comienzos del siglo XX se veía un rancherío diseminado y una casa más grande que las otras, la posada de Mangiarotti, próxima al galpón de consignaciones del señor Bueno.

También se instaló la comisaría de Policía (1891), una modesta construcción custodiada por el comisario Doroteo Plot y Lorea y con un pequeño número de gendarmes.

El juzgado de Paz se situó en este poblado (1889), a cargo de don Pascual Claro, “un aragonés acriollado”, siempre alegre y generoso, dispuesto a ayudar a cualquier hombre que llegase a la zona. El primer juez fue el agrimensor Ernesto Gramondo, poblador de Vista Alegre 1. Cerca del juzgado se ubicó la casa de comercio La Maragata de Neuquén, de don Agustín Fernández y Enrique Carro, dedicada a ramos generales (almacén, sastrería, talabartería, artículos de hierro, papel, libros, droguería, muebles, etc.) y hasta fonda para la gente de paso y paradero de carruajes y animales. Frente a la estación ferroviaria, en octubre de 1902 abrió sus puertas otro negocio de ramos generales, hotel y bar, La Nacional, de Varela, Linares y Cia (posteriormente Confitería Ideal), atendido por Pedro Linares, quien fue el primer presidente del municipio neuquino. En 1903 había en la zona que estamos describiendo un poco más de 400 personas, la mayoría extranjeros.

Cuando se hizo cargo de la gobernación Carlos Bouquet Roldán (1903), recorrió el territorio neuquino y gestó la idea de trasladar la capital desde Chos Malal a la confluencia de los ríos Neuquén y Limay, tomando como base el pequeño poblado existente. Le transmitió el proyecto al ministro del Interior, Joaquín V. González, quien luego de un viaje de reconocimiento por la zona aprobó la medida. Como el lugar donde se iban a emplazar los edificios principales, calles, plazas y bulevares, según un plano provisorio de la nueva sede de la capital, eran tierras privadas, Bouquet Roldán viajó a Buenos Aires a gestionar con sus dueños la “donación” de los terrenos para efectivizar la medida. Los propietarios de las tierras Francisco Villa Abrille, Casimiro Gómez y Ramón López Lecube “donaron” al gobierno nacional una fracción de tierra de 190 hectáreas, pero solicitaron que se les mensurara toda la tierra de su propiedad, situación aceptada por el gobierno del presidente Roca.

La marcha de 15 días

En una marcha de quince días –desde Chos Malal– que terminó el 17 de agosto de 1904, el gobernador Bouquet Roldán se instaló en la nueva sede de la capital denominada oficialmente Neuquén, inaugurada el 12 de septiembre de ese año con la presencia de una comitiva oficial. La medida fue cuestionada por los chosmalenses y por algunos gobernadores de la época, en particular por Olascoaga, quien decía que al tener Neuquén la forma de triángulo, colocar la capital en la Confluencia era “como colocar un portero en el fondo de una casa”. El tema también provocó discusiones en la prensa de la época, en las cámaras del Congreso nacional, porque no sólo ingresó un mes después de haberse efectivizado la medida, sino además porque fue totalmente inconsulta sin tener en cuenta los intereses de los habitantes del territorio.

En definitiva, los principales beneficiados eran, en última instancia, los propietarios de las tierras de la Confluencia –adquiridas en el remate de 1885– sin haber efectivizado su ocupación, quienes habiendo donado una parte de sus terrenos para el ejido de la capital lograron la mensura de todas sus tierras y una doble valorización de las mismas al encontrarse en punta de rieles (se estimó que la tierra se valorizó en un 500%).

La nueva capital también registró un aumento de personas, pero el gran problema del territorio, que era la incomunicación, no se solucionó con la llegada del ferrocarril ni con el traslado de la capitalidad. Tuvieron que pasar muchos años y la construcción de caminos y puentes para mejorar la situación, concretada en gran parte cuando Neuquén fue provincia, a partir de 1958.

*Doctora en Historia, investigadora del Ipehcs/Conicet/Universidad del Comahue.


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