En el Nahuel Huapi o la Casa Blanca, al mando

Redacción

Por Redacción

Le gusta conducir. O mandar, en todo caso.

“Plantarle cara” al reto que implica querer ser protagonista de primer rango, dice en sus memorias. Y recuerda: “Durante todo mi paso por la primaria me veían como un marimacho. Mi clase de quinto grado tenía los chicos más incorregibles de toda la escuela. Cuando la señora Krause (maestra) se iba del aula, me pedía a mí o a otra niña que ‘vigiláramos la clase’”. Tan pronto como la puerta se cerraba tras ella, los chicos comenzaban a hacer maldades para enfadar a las niñas. “Me gané mi reputación por ser capaz de plantarles cara, y posiblemente por eso fui elegida capitana de patrulla de seguridad. En nuestra escuela era un cargo muy importante”.

Sí, a Hillary Clinton la seduce el caldero, el lugar donde se cuecen decisiones. De ahí que suele machacar con una reflexión de un hombre de pensamiento sencillo pero tenacidad impecable a la hora de gobernar, Harry Truman, quien era presidente de los EE. UU. cuando ella nació. “Al que no le gusta el calor, que salga de la cocina”, dijo “el tendero” mirando a sus colaboradores más inmediatos cuando decidió arrasar Hiroshima y Nagasaki con bombas nucleares.

Nadie dejó la cocina.

Ya en el secundario, se retroalimentó su “querer estar”. Por eso, cuando la administración Kennedy decidió “plantearle cara” a la entonces URSS en la carrera por el espacio ella se ofreció como astronauta. Carta mediante, le hizo saber a la flamante NASA que la tuvieran en cuenta.

“Gracias. La tendremos en cuenta, pero calma”, le respondieron.

Ya la atrapaba la política.

Y hubo un mediodía de aquellos días en que “llevaba mi cabello atado en una cola de caballo”. Una información congeló aulas y pasillos de su escuela. Era el 22 de noviembre de 1963. Blanco de una cantidad de balazos cuyo número aún está bajo polémica, moría John Kennedy. Hillary corrió a su casa. Entró justo cuando el digno, sobrio y ya veterano Walter Cronkite se sacaba los lentes de grueso marco de Carey de su rostro ganado por la desazón y decía: “El presidente ha muerto…”.

Aquellos balazos aceleraron el paso de Hillary rumbo a la política. Y ahora, rumbo a la Casa Blanca.

¿Qué es Hillary en clave a la práctica objetiva de la política de poder? Porque cuando se habla de la política americana siempre se trata de transpiración permanente de poder, sentencia Dick Morris en su clásico “Juegos de poder”. Veamos algunos datos:

no es ingenua en relación a Washington, a ese baile de los cisnes del Potomac. Baile elegante, sigiloso. Gestualidades seductoras. Plasticidad. Pero baile siempre al acecho. Ahí el equívoco desentona. La bandada se aleja del equivocado. Así definió Arthur Schlesinger en “Los mil días de Kennedy” a la burocracia washingtoniana. Hillary lleva 32 años vinculada a los pliegues y repliegues de ese núcleo de poder. Conoce a cabo y rabo el costo que tuvo para su esposo Bill llegar a la Casa Blanca creyendo que ese baile era un mito. Entonces tropezó con los republicanos.

A trancas y barrancas, Hillary ha cohesionado tras de si al Partido Demócrata. Y si gana, encontrará un Partido Republicano que se mirará hacia adentro con rostro torvo. Pagando en silencio el costo del fiero funcionamiento neuronal de Donald Trump en silencio, porque desde el fondo muy fondo de la historia del sistema de partidos de los EE. UU. manda la tradición de reproches duros y directos al candidato que pierde. Simplemente se va.

Y si lo cálido cabe a la política, Hillary cuenta con miradas –se ha demostrado en estos días– de gran parte del sector más moderado del Partido Republicano.

Del seguimiento de su discurso se extrae –por caso– que Hillary ha reflexionado intensamente sobre cómo expresar el poder de EE. UU. Cómo no ser torpe en ese sensible campo.

Media docena de años atrás leyó un libro que abonó esa reflexión: “El mito de la superpotencia. Uso y abuso del poder”, de Nancy Soderberg, excolaboradora de Bill en materia de política exterior y exembajadora ante la ONU. El trabajo es una devastadora y fundada crítica a hacer política exterior desde el “mito de la invencibilidad”. Invencibilidad no en termino de derrota, sino de limado paulatino de poder. Fatiga de material, de obligaciones. De una lectura prolija de la necesidad de mudar ópticas para expresar poder propio, Hillary es la primera candidatura a presidente desde los tiempos de Kennedy que coloca a la ciencia y la tecnología como eje central y rango distintivo del poder de EE. UU.

Hacia América Latina, Clinton necesita del voto hispano como el aire y por ello cultiva un discurso a favor de la diversidad y en defensa de los inmigrantes. Promete cerrar filas con la reforma migratoria de Obama, en contraposición a las deportaciones masivas de Trump. Respecto a Cuba, señala que continuará con la política de apertura gradual aplicada por su antecesor y que impulsará la flexibilización del embargo. Sobre Venezuela, su programa dice que “presionarán” al gobierno a respetar los derechos humanos. Ha sido un poco más ambigua sobre la negociación de tratados de libre comercio con la región.

En un tiempo que se aleja, Hillary tomó el té navegando en el Nahuel Huapi en un yate de un profesional de la linda Bariloche. Y a pesar de los esfuerzos del Servicio Secreto se empeñó en levantar ella misma la mesa y lavar la vajilla, en ese momento.

Estar. Ordenar. Conducir.

¿Logrará ahora imponer ese carácter en la Casa Blanca?

Hillary Clinton

Y la región

Continuaría con la reforma migratoria promovida por Obama y un trato más humanitario a los inmigrantes.

Mantendría el proceso de negociación con Cuba, aunque a ritmo más moderado.

Buscará “presionar” al gobierno de Venezuela para un mayor respeto a los DD. HH.

Elecciones en EE. UU.

“América Latina no es prioritaria para EE. UU. Trump tiene un desprecio racista por los latinos y Hillary aún considera a la región como el patio trasero”.

Andreas Boeckh, politólogo y latinoamericanista alemán.

Datos

“América Latina no es prioritaria para EE. UU. Trump tiene un desprecio racista por los latinos y Hillary aún considera a la región como el patio trasero”.

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