Fuerzas Armadas, mudanzas sin fin desde el retorno democrático

La subordinación al poder político, la pérdida de rol y prestigio social, el fin del servicio militar, el ingreso de mujeres y hasta el matrimonio igualitario los marcan.

 

 

Sucedió sobre fines del siglo XX. Vía telefónica, desde Washington, el historiador Robert Potash le dijo a este diario: “Han cambiado. Ustedes quizá no lo noten por que hay mucha carga de la historia, pero han cambiado. Les hago una pregunta: ¿cuántos argentinos saben hoy quién es el jefe del Ejército, la Marina o la Aeronáutica? Muy pocos. Cuando yo estudié durante más de 20 años el poder militar argentino, todos sabían quiénes eran y si estaban o no enojados, si darían un golpe… qué pasaba en Campo de Mayo o Puerto Belgrano…”. Impecable definición sobre lo que le ocurría al poder militar en nuestro país, en democracia.

Jamás, desde 1930, habían estado tan definidamente subordinadas al rol que les fija la Constitución. Pasados los fieros episodios generados por el “carapintadismo”, proceso que Carlos Menem liquidó a sangre y fuego hace 17 años, la historia de las FF. AA. es de una institución más de la nación. La penetración directa en las cuestiones públicas está en el arcón de la historia. Y con ella, la del partido cívico-militar que le dio sustento.

El espacio militar es hoy, además, una expresión muy definida de mudanzas, imperceptibles para el grueso de la sociedad.

Un dato: los máximos mandos de las tres fuerzas tenían 22 ó 23 años cuando Malvinas y el retorno de la democracia, y del inicio de las investigaciones de la criminalidad con que sus mandos habían actuado en la dictadura instalada en 1976. Esos mandos integran un lote de no más de media docena de miembros.

Y desde el mundo académico, se da en Argentina una intensa lupa en los temas de defensa y el devenir de las FF. AA. Trabajos como los de Marcelo Saín o Paula Canelo, entre otros.

“No tenemos fierros… todo lo que tenemos se está oxidando o poniendo viejo”, señaló a este diario un contralmirante que a fin de año deja la Armada. “Pero tenemos quienes nos estudian… ¡Al menos seguimos siendo algo para alguien!”, remató.

Desde la antropología se formulan muy interesantes trabajos sobre las mudanzas en el interior de la FF. AA. a partir de los 80. Un aporte de significativa rigurosidad lo concreta Máximo Badaró, doctorado en Antropología Social en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (1), que aborda lo sucedido con las FF. AA . en materia de simbología de cara al país. Señala:

“La penetración de las FF. AA. en los asuntos públicos transformó a los símbolos militares en un aspecto central de la definición simbólica del espacio público argentino y de las formas en que el Estado nacional construyó su legitimidad social, sobre todo cuando se encontraba en manos militares. Durante más de 50 años, numerosos discursos públicos institucionales y periodísticos representaron al Ejército como ‘reserva moral de la nación’: su organización, símbolos, valores y doctrinas eran evocados como modelos que podían trasladarse a la escuela, a la fábrica, a la política, al espacio urbano y a las relaciones sociales en general”.

Punto de inicio

Ese andamiaje tuvo fecha de nacimiento: 1930, en el golpe que lideró José Uriburu. Un nacionalismo sazonado de nazismo y fascismo. Y aderezado en catolicismo con la espada y la cruz como viga maestra de la moral del país.

Y la carrera militar transformada –fundamentalmente en la oficialidad– en lo que Badaró define como puerta de entrada a aquella “élite moral”. Toda esa cultura e ideología ya es historia. Lo es, en consecuencia, la expectativa que generó por décadas la carrera militar para miles de jóvenes de sectores sociales bien definidos. Pasar revista hoy a los egresados de las academias de formación militar de oficiales –Colegio Militar, Escuela Naval y de Aviación– implica comprobar la ausencia de apellidos que fueron tradicionales en esas carreras: Martínez Zuviría, Pomar, Toranzo Montero. Sellos fuertes en la vida política del país.

Badaró reflexiona sobre lo sucedido en democracia con la conformación de la familia por parte de los oficiales. Señala: “Cuando el poder político y el prestigio social de las FF. AA. todavía no se había debilitado, los jóvenes oficiales ocupaban un lugar de privilegio en el mercado matrimonial que les permitía acceder a casamientos con mujeres de sectores sociales más altos que los suyos. Y para muchas familias, el casamiento de una de sus integrantes con un oficial podía representar una vía de ascenso social o de acceso a posiciones de prestigio. Pero estas tendencias se han modificado considerablemente: el interés que el Ejército despertaba en las clases medias profesionales y en las clases altas ha sufrido una fuerte caída y se ha desplazado hacia las capas bajas de las clases medias y a los sectores populares”, añade.

Vale una historia que tuvo sólida vigencia en la familia militar. Los oficiales formaban familia a no más de dos o tres años de egresar como subtenientes (Ejército), guardia marina (Armada) o alférez (Fuerza Aérea). Matrimonios forjados bajo el imperio de mucha endogamia: casarse con hijas de militares que no habían seguidos estudios universitarios, a lo sumo maestras de escuela normal; madres de varios hijos y dedicación completa a la familia. Toda una construcción social que se fue haciendo añicos.

Como sucedió con el matrimonio igualitario. Fue muy resistido en silencio, pero ya no es extraño – de hecho hay casos– que un teniente coronel arme pareja con un capitán. Una historia que se está escribiendo.

De todo lo investigado hay datos muy interesantes:

Reducción de efectivos: el Ejército fue históricamente el de mayor volumen. En 1983 tenía 103.123 miembros, unas tres canchas de Boca Juniors para albergarlo. Hoy tiene 46.275 miembros, sólo llena una. Entre uno y otro año media –desde 1994– el fin del servicio militar obligatorio. Vale otro dato a modo de comparación: en la Guerra de Malvinas, el Ejército británico, miembro de la OTAN en la Guerra Fría, tenía 138.000.

La incorporación de mujeres, a partir de los 80. A las “cucarachas” se las definió en la corporación militar en los inicios de aquel proceso. Tanto en los cuerpos de servicios como de combate, hoy hay mujeres con rango de capitán de corbeta en el arma de submarinos, tenientes primero aviadores en la Fuerza Aérea y coroneles en el Ejército. En el 2015, María Isabel Pansa, una de las tres edecanas de la expresidenta Cristina Kirchner, llegó a general. No debe descartarse que en años más una mujer llegue a jefe de Estado Mayor, máximo cargo en cualquiera de las tres fuerzas. El grueso de las mujeres se desempeña en el plano de las suboficialidad. La inserción de ellas en el poder militar implicó una modificación inmensa en la cultura y funcionamiento militar.

“ Hubo cambios en todas las direcciones. Tuvimos que construir baños para ellas, que a la hora de ejercer el mando son muy firmes”, ironizaba horas atrás un coronel de infantería. “Somos el único arma que le ve la cara al enemigo”, acotaba, mientras a su lado una capitana sonreía hasta donde se lo permitía su tirante peinado con rodete. El peinado clásico de las uniformadas de unas FF. AA. que también han cambiado de look de cara al país…

(1) Máximo Badaró, Historias del ejército argentino 1990-2010: democracia, política y sociedad Edhasa, 2013.

 

“El interés que el Ejército despertaba en las clases medias profesionales y altas se ha desplazado a sectores medios bajos y populares”.

Máximo Badaró, antropólogo que estudió a los militares argentinos.

Datos importantes

El matrimonio igualitario fue muy resistido en silencio, pero ya no es extraño

–hay casos– que un teniente coronel arme pareja con un capitán.

Fraga destaca gestos y la reforma salarial

Para el experto en temas de Defensa, Rosendo Fraga, Macri hizo cambios sustanciales del kirchnerismo: en el día del Ejército, el presidente dijo que una de las tres misiones de las FF. AA. es la lucha contra el terrorismo. Se inauguró un monumento a los militares caídos en un combate contra la guerrilla en Tucumán en el gobierno de Isabel Perón y le devolvió atribuciones de administración y gestión a los mandos militares. Además comenzó una política salarial que combina el blanqueo de los suplementos que hoy cobra el personal activo y no el retirado, equiparó salarios con otras Fuerzas de Seguridad y definió una jerarquización salarial.

En esta nueva etapa (…) nos propusimos alcanzar la pobreza cero, derrotar al narcotráfico y unir a los argentinos. En estas tres premisas las Fuerzas Armadas jugarán un rol preponderante y participativo”.

Alocución en una cena de camaradería de oficiales del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, en junio

 

Datos

“El interés que el Ejército despertaba en las clases medias profesionales y altas se ha desplazado a sectores medios bajos y populares”.
46.275
miembros tiene hoy el Ejército, respecto de los 103.123 que revistaban en 1982, durante la guerra de Malvinas.
4.974
mujeres integran actualmente el ejército, un 11% del total. En la oficialidad, el 42% del cuerpo profesional son mujeres.
El matrimonio igualitario fue muy resistido en silencio, pero ya no es extraño
–hay casos– que un teniente coronel arme pareja con un capitán.

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