La situación ambiental de Parque Norte y su futuro

El pulmón ubicado en la zona norte de la ciudad y que muchos neuquinos usan para hacer actividad al aire libre enfrenta una compleja realidad, que merece un análisis y acciones de fondo.

Quienes diseñaron el Parque Norte de la ciudad de Neuquén a fines de la década del 50 posiblemente no imaginaron en lo que se transformaría este lugar con el correr de los años. Para ese entonces la ciudad apenas tenía unos 15.000 habitantes y las bardas, también el río, estaban lejos del casco urbano y no formaban parte de sus recorridos habituales.

Por aquel entonces el Municipio conjuntamente con la Dirección Nacional de Bosques y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se abocaron al estudio y la elaboración de un proyecto para la corrección de cuencas que drenaban hacia la ciudad, una de las causas del problema que reiteradamente la afectaba: los aludes. Como la obra proyectada demandaba la titularidad de las tierras en donde se emplazaría este emprendimiento, en 1959 el Municipio adquirió en compra a la Sociedad Nueva España unas 600 hectáreas. La superficie que luego fue forestada funcionó como un dique de contención corrigiendo los efectos de esas “avenidas de agua que provenían de las lomas”, pero además como una condición indispensable para colonizar y edificar la superficie restante. Esa fue la primera función de lo que hoy conocemos como Parque Norte: protección contra los aluviones. En esa época no formaba parte de la agenda de los ciudadanos la idea de conservar el ambiente, las especies, los recursos paleontológicos. Había otras preocupaciones.

Con el correr de los años la ciudad se fue acercando a la barda. Se construye el barrio Alta Barda, se trazan nuevos caminos y picadas y comienza a cobrar otra relevancia este espacio. Los árboles implantados crecían con mucha dificultad en un medio hostil y resistían épocas donde el riego era escaso o nulo. Para morigerar el impacto de los torrentes en los días de mucha precipitación se construyó un sistema más eficiente: los azudes, que aún se conservan.

Los nuevos caminos y el crecimiento de la ciudad dieron lugar a uno de los problemas que con el correr de los años se ha ido agravando y aún persiste: la presencia de basura. Un recorrido por las bardas evidencia que lo que debería ser un área protegida no lo es: escombros, bolsas de nailon, botellas rotas, etc.

Debería contarse con una unidad de gestión del Parque y con asesoramiento de especialistas, generar debates que permitan a los ciudadanos opinar sobre qué hacer en este lugar.

Esto plantea dos grandes cuestiones: por un lado la desaprensión de los ciudadanos (habrá que insistir con la educación ambiental) y por otro la falta de una política por parte de las autoridades municipales para la gestión y el control ambiental de lo que llamamos el Parque Norte en su totalidad, que es mucho más que la parte superior donde están los senderos. ¿Serán necesarios guardias ambientales? O quizás crear, como en los parques nacionales o provinciales, la figura de un intendente para que con una mirada ambiental se administre el parque.

Otro de los problemas que han ocurrido en Parque es la alteración de muchos sistemas de drenaje originales por la construcción de distintas obras. Un ejemplo de esto puede verse en la pista de motocross donde se modificaron los cauces, se rellenaron otros y se desmontó una gran superficie de vegetación nativa. El agua que proviene de la parte superior de la barda es desviada a otro sector por un profundo y peligroso canal (con basura incluida) para evitar que cruce la pista. Esto constituye una degradación de las condiciones del paisaje, que sumado a las instalaciones construidas son un ejemplo de lo que no se debe hacer si se quiere proteger el paisaje y el ecosistema o jerarquizarlo. La contaminación sonora completa el cuadro desagradable de este sector del Parque. Habiendo tanto espacio no muy lejos de la ciudad, debería gestionarse el traslado de este circuito y remediar inmediatamente este sector.

El ineficiente sistema de riego del bosque es causa de severos problemas ambientales. Se trata de lo que comúnmente se conoce como riego por inundación a través de canales. De este modo las plantas sólo toman una parte del riego y el resto, la gran mayoría, pasa al subsuelo y drena hacia los bordes de la barda, donde surge como manantiales. Es por ello que han aparecido nuevos arroyos que se dirigen pendiente abajo hacia distintos sectores del parque. Esta situación ha producido una metamorfosis de las condiciones naturales que no tienen nada que ver con el ecosistema original. Vegetación que no existía, nuevas lagunas de agua turbia, zonas pantanosas, juncales intransitables.

Hace un tiempo la radio de la Universidad Nacional del Comahue debió cambiarse de sitio por la gran cantidad de agua que provenía desde la meseta. Debería pensarse en reemplazar el sistema actual por el conocido como “goteo”, ideal para zonas áridas, que permite la utilización óptima del agua.

Otra de las consecuencias del riego excesivo es la salinización de laderas y bordes de arroyos. Se lo reconoce por el color blanquecino que suele verse en algunas superficies y estratos geológicos. Esto no es propio del lugar y desluce la belleza del paisaje, además de perjudicar el suelo y la vegetación. Esta situación ha dado lugar a un nuevo ecosistema, distinto al anterior como resultado de acciones desaprensivas con el ambiente. Con ello la falta de planificación queda en evidencia. Insistimos, la figura de un organismo que administre y diseñe todos estos cambios es más que necesaria.

El diseño de los senderos, la iluminación, la cartelería y la instalación de baños públicos le han dado un aspecto agradable a este lugar. Mucha gente concurre diariamente a realizar sus caminatas, encontrarse con amigos y disfrutar del entorno y las vistas de los distintos miradores. Los árboles han traído una variada cantidad de pájaros, aparecen los hongos bajo los pinos luego de las lluvias y hasta han vuelto los zorros.

Pocas ciudades pueden contar con un lugar tan lindo para disfrutar. Sin embargo, es necesario considerar la totalidad del Parque, a través de una mirada que contemple todos los elementos que componen el ambiente y su relación entre ellos. Los habituales visitantes que se aventuran por los sectores menos concurridos han generado una enorme cantidad de senderos, más de los necesarios. Este es otro de los aspectos que deberán corregirse para que no siga avanzando el deterioro de la vegetación nativa.

En síntesis podría afirmarse que la parte superior del Parque (el sector de meseta) ha sufrido una enorme transformación desde su creación misma y su uso es cada vez más intensivo. Poco queda de su ecosistema original, aunque el lugar, a juzgar por la concurrencia, ha recibido la aprobación del público.

Aquí se ha construido un nuevo ecosistema. En cambio en la parte más alejada de la meseta el parque se encuentra en total estado de degradación.

¿Qué debería hacerse con el Parque Norte? ¿Mantener las condiciones originales, típicas de un ambiente árido, o seguir con las modificaciones tal como ocurre en la parte superior?

En primer lugar debería contarse con una unidad de gestión del Parque y con asesoramiento de especialistas, generar debates que permitan a los ciudadanos opinar sobre qué hacer en este lugar. El enorme crecimiento poblacional que está teniendo Neuquén hará que sea cada vez mayor la presión de uso sobre este espacio por lo que sería conveniente contar con un plan de manejo. Aún se está a tiempo.

Sea cual sea la opción que se elija, debería realizarse de una manera sostenible con el ambiente. Para ello es necesaria una planificación de la totalidad de este lugar que considere tanto las cuestiones ambientales como los intereses de la gran cantidad de usuarios que día a día asistimos allí.

*Doctor en Geografía, investigador de la UNC

Debates

Luis Bertani *

Datos

Debería contarse con una unidad de gestión del Parque y con asesoramiento de especialistas, generar debates que permitan a los ciudadanos opinar sobre qué hacer en este lugar.

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