De dolores de muela, ajos mágicos y lungos

• Una vieja receta de las abuelas para aliviar el dolor de muela consiste en poner un clavo de olor junto a la pieza que está doliendo y mantenerlo allí hasta que la molestia desaparece. Otra opción es verter un poco de aceite de este clavo con un pedacito de algodón o enjuagarse con una infusión (té de clavo). Pero… ¿es efectivo este remedio? La cuestión es que el clavo de olor, al igual que la nuez moscada y la canela en menor proporción, contiene una sustancia denominada eugenol. Ésta es un aceite de color amarillo pálido, con propiedades analgésicas, antiinflamatorias, antibacterianas y, sobre todo, anestésicas. Se usa en odontología mezclado con óxido de zinc en polvo como cemento dental y es el que les da a los consultorios ese característico “olor a dentista” que tan nervioso pone a algunos pacientes. Así que, en lo que a dentadura se refiere, pulgares arriba para nuestras abuelas: el clavo de olor alivia el dolor de muela, es capaz de salvarnos una noche de sueño y darnos tiempo e ir a nuestros dentista de confianza.

• Será bueno para ahuyentar vampiros, pero… Si bien son muchas las propiedades que se le atribuyen al ajo, no todas son ciertas. Un estudio realizado en la Universidad de Stanford, dirigido por el doctor Chistopher Gardner, desmitifica una de las creencias más populares: el ajo no es efectivo para reducir significativamente los niveles de LDL o “colesterol malo”. Sin embargo, sí podría ser útil en otros procesos que intervienen en la aterosclerosis, además de sus conocidas funciones como antiséptico, fungicida y antioxidante. Pero en colesterol, comer una cabeza de ajo todos los días, como recomiendan algunas abuelas, cero. Y el efecto del olor al ajo en la boca no es mito.

• El gigante de Illinois, Robert Wadlow, el hombre más alto de la historia del que tienen registros (2,72 metros), murió por culpa de una simple ampolla. Cuando tenía 22 años, uno de los aparatos ortopédicos que necesitaba para poder caminar porque sus huesos no eran capaces de sostenerlo le lastimó el tobillo, causándole una ampolla que se reventó. Debido a que, por su altura, no tenía mucha sensibilidad en las extremidades no se dio cuenta, hasta que fue demasiado tarde, de que tenía una infección generalizada.

(Reflexiones y datos contenidos en el tomo 2 del libro “Los remedios de la abuela” de Valeria Edelsztein)


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