¡Otra que bandolero!

La siguiente anécdota ocurrió hace ya unos noventa años y quedó plasmada en los archivos de la misión salesiana.

Por ese entonces la localidad de Valcheta era una población incipiente cuyos habitantes al igual que todos los de la región del territorio rionegrino vivían siempre bajo el peligro y la amenaza de los bandoleros, legendarios por sus correrías.

Hombres facinerosos y furibundos deambulaban por los dilatados desiertos patagónicos viviendo de asaltos, ávidos de aventuras y de saqueos.

Por eso los pocos habitantes afincados en el pintoresco valle de Valcheta estaban bien armados. La Patagonia era por aquellos años virtualmente un verdadero Far West, donde hasta los más pequeños pleitos se resolvían a balazos.

Uno de los primeros colonos de Valcheta venido del sur de Italia fue don Nicodemo Larrosa. A diferencia de otros, desde su llegada a la pequeña colonia agrícola quiso echar raíces convirtiéndose en un paisano más: “Se hizo amigo del mate, del caballo, del perro ovejero, del asado y de los tehuelches. Tanto es así que contrajo nupcias con doña María, la hija del cacique Sacamata que se encontraba asentado en el lugar con su gente”.

Fue uno de los vecinos más acaudalados y respetados, propietario de varias chacras y un ejemplo de trabajo y honradez.

Jinete misterioso

Solía contar con voz emocionada anécdotas de su vida de inmigrante. Recuerda que una tarde “volvía arreando su puntita de ovejas para “las casas”, cuando a poca distancia divisó un jinete que se adelantaba hacia él. Era un hombre barbudo. Tenía un sombrero negro, agujereado y abollado por mil y una partes. Vestía una especie de chiripá también negro, pero totalmente hecho jirones.

El caballo flaco, cansino y sumido denotaba que había andado mucho y que venía de muy lejos. ¡Un bandolero! Fue lo primero que se le ocurrió a Larrosa, y maquinalmente echó mano al trabuco que solía llevar siempre al cinto. ¡Cuál no sería su terror cuando se dio cuenta de que no lo tenía! ¡Lo había olvidado ese día! Entretanto, el bandido avanzaba confianzudamente.

Larrosa lo hizo detener a una distancia respetable. Y desde unos quince metros, acariciando significativamente el cuchillo que llevaba, le preguntó qué quería y quién era… El bandolero se detuvo mucho más alarmado que el chacarero. Pero cuando escuchó esa pronunciación netamente italiana exclamó ante el asombro y la alegría de don Nicodemo: “¡Dio sia Benedetto! ¿Dunque lei italiano? ¡O Providenza Divina, grazie, grazie!”.

Y taconeando su jamelgo enderezó hacia Larrosa que aún no las tenía todas consigo, gritándole con un júbilo indescriptible sus más afectuosas salutaciones en correcto idioma italiano. ¡Era el padre Boido! ¡Era el buen padre Boido que llegaba por primera vez a Valcheta, extenuado por el hambre, deshecho por los trajines de ocho días de cabalgata! Cuando ya creía desfallecer y morir en el desierto patagónico, su caballo olfateó el valle del arroyo Valcheta y allá lo llevó, donde estaba la Providencia en la casa de don Nicodemo Larrosa”.

¿Era un asaltante que llegaba? Sí, era el misionero de Don Bosco que venía a tomar por asalto aquella población y conquistarla para Dios.

Salesianos en la Patagonia

Historias de vida y anécdotas de los inmigrantes italianos en la Patagonia que como en otros lugares contribuyeron con su tesón a forjarla y convertir los eriales en verdaderos vergeles.

Y retazos de vida de los salesianos que aquí como lo soñara San Juan Bosco encontraron su lugar en el mundo, como el Patirú Domingo Milanesio, el venerable enfermero santo Artémides Zatti, el padre “dotor” Evasio Garrone, el cardenal Cagliero y tantos otros.

Hombre de gran bonhomía y querido por toda la comunidad, don Nicodemo Larrosa falleció cargado de años y dejó una de las familias tradicionales que todavía siguen trabajando la tierra, como aquel inmigrante que un día lejano llegó lleno de sueños a forjar la querida Patagonia.

*Escritor de Valcheta

Los pocos habitantes afincados en el valle de Valcheta estaban bien armados. La Patagonia era por aquellos años un verdadero Far West, donde hasta pequeños pleitos se resolvían a balazos.

Datos

Los pocos habitantes afincados en el valle de Valcheta estaban bien armados. La Patagonia era por aquellos años un verdadero Far West, donde hasta pequeños pleitos se resolvían a balazos.

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