“Traicionar al quiosco con la verdulería”

Roberto Vitale, médico naturista de Bariloche, se apoya en la ciencia para advertir sobre cierta dependencia excesiva de lo que produce la industria farmacéutica, para algunos males que podrían prevenirse con una alimentación más equilibrada basada en productos naturales y cambios de hábitos y creencias nocivas para la salud. También cree en una medicina que vea el contexto del paciente, el “terreno” del que hablaba el fisiólogo Bernard en el que ocurre la enfermedad.

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Toncek Arko

–De la lectura de su libro “Tu salud, en tus manos”, uno infiere que para cuidarnos hay que evitar ciertos lugares…

–¿Cuáles, por ejemplo?

El quiosco…

–Ah, sí, sí: infiere bien, aunque no es la única sugerencia. Pero sí, sí, para la salud es bueno menos quiosco y más verdulería. No hago reduccionismo, pero traicionar al quiosco no es malo…

–Dicen los espías que traicionan, que “No hay traición, simple transferencia de lealtades”…

–En este caso, lealtad con lo que está en la otra vereda o al lado del quiosco, ahí nomás: la verdulería. Mi libro apunta –por supuesto no aspiro a ser novedoso en esta cuestión, pero sí ayudar desde un convencimiento que se conoce pero generalmente no se tiene en cuenta–: Los hábitos de vida generan y/o dañan la salud. Éste es el fundamento en el que me baso para señalar que la salud depende de uno. No hay misterio en esto. En otros términos, el primer responsable de su salud es uno mismo…

–En la práctica clínica concreta, consultorio, ¿cómo se expresa la ausencia de ese dato?

–Por muchos cursos, datos, confesiones. Es muy frecuente, por caso, que un paciente diga: “Mi papá sufría de presión, tuvo infartos. Por eso yo como de todo, no me cuido… total, estoy condenado por la genética”… No, no, ¿cómo que estás condenado? ¿Qué es esto de rendirse por dictado de herencia?… Uno puede cuidarse y no andar pensando que ya está marcado. La discursividad sobre la salud tiene mucho déficit en relación con lo que uno mismo puede hacer por uno…

–¿En lo público o sólo en ámbito propio?

–En lo uno y lo otro. En Bariloche, por caso, hay carteles que rezan: “El Ministerio de Salud se preocupa por vos. Ahora, medicamentos para todos”. El mensaje se funge desde una contradicción: salud porque hay medicamentos, no porque uno tiene que cuidar su salud.

–¿Qué no se dice, al menos en términos generales, en el conjunto de la publicidad sobre la salud?

–No se dice nada sobre cómo influye en la salud el estilo de vida. En general, mucha de la publicidad sobre la salud no coloca la responsabilidad propia en el mensaje…

Sin embargo siempre está el barrigón que se queja de pesadez y…

–Sí, estar pesado está. Pero sirve como promoción de esta o aquella pastillita que un laboratorio produce para ayudar al barrigón.

–El barrigón como negocio…

–Y, el sistema forma dependencia, encolumna. Hay una cultura del consumo de medicamentos cuya naturaleza, contenido, objetivos, bueno, ha sido muy estudiada. Yo no niego el aporte de la industria farmacéutica con producción fundada en rigor científico. Digo, por ejemplo, que a una persona joven bajo angina no la puedo tratar sin apelar necesariamente a lo farmacéutico, a lo cual sí quizá debería apelar si ese joven es adicto al tabaco…

–Desde la práctica de consultorio ¿cuál es la reflexión que, de cara a un paciente que llega y en relación con lo que viene diciendo, es imprescindible que el médico se haga?

–Sencilla: ¿ante qué paciente estoy? El terreno sobre el cual uno trabajará. Hay una anécdota interesante en el marco de la relación que mantuvieron Pasteur y el fisiólogo Bernard. El primero decía que el virus era determinante, el segundo sostenía que lo determinante era el terreno en que atacaba el virus… Y así por años. Cuando muere Bernard, al borde su cajón, Pasteur reflexiona: “Tenían razón, lo importante es el terreno”…

–¿Pero sigue siendo válido que un médico pregunte sobre los antecedentes de salud de la familia de un paciente?

–Sí, claro. Tan válido como que tenga también en cuenta lo que se dice, con fundamento científico, sobre determinados convencimientos que anidan en la gente.

–¿Por ejemplo?

–Por ejemplo en la cuestión genética hereditaria. Recientes estudios nos señalan que, para el caso de influencia para un infarto agudo de miocardio, hay una carga del 27% de naturaleza genética, 12% por sistema de atención; 6%, el medioambiente y el 54% restante está en el estilo de vida.

–Si la célula es un dato clave en nuestras vidas, parece –siguiendo su libro– ser blanco de mucha hostilidad. Y bajo hostilidad, se disparan. ¿Cómo cuidarlas?

–Es tarea de uno, es la consecuencia de asumirse como actor de nuestra propia salud. Litop decía que la célula está influenciada por su entorno directo, o sea que su funcionamiento está determinado por lo que la rodea, o sea el medioambiente. Y ahí juega el humano, qué hacemos en ese marco… Mire, por naturaleza, el cuerpo humano, en tanto expresión biológica tiende a mantener su equilibrio, a mantenerse vivo. Esto con independencia de células, para el caso, que se autodestruyen. Pero como sistema, y así sucede con todos los sistemas biológicos conocidos, tiende a mantenerse vivo hasta bueno… la degradación que define la muerte…

–Pero el humano no médico tiene déficit de información sobre las células. En alguna medida detecta su gravitación cuando se está en vías de que sea tarde o algo parecido. ¿Cómo ejemplificar la ignorancia del humano de cara a todo lo que hace a su salud?

–¡Ah… por dónde responder!… Pero veamos. Cuando el cuerpo funciona bien, el humano no es consciente de lo que ello significa. Pero cuando me comí dos kilos de asado que tuvo como avanzada mollejas a doquier, chorizos y todo rociado de “ese chimichurri que está ahí” o “aquella salsita criolla que está allá” y simultáneamente pongo roja la panera de tanto ir e ir por pan y más pan… y rocío mi interior con vinito y más vinito y cierro hasta la noche, al menos, con budín sepultado en dulce de leche… y a media tarde de domingo remato con “unas facturitas”… Bueno, ¡upa! ahí tomo conciencia de lo que es estar mal…

–¿Entonces?

–Y entonces… Nada de cero parrillada, pero no estaría mal comenzar por visitar más la verdulería…

–¿Los remedios de la abuela están en repliegue?

–Sí, sí. No por pérdida del valor medicinal de muchas de sus recetas, sugerencia, consejos. Sino por la dependencia práctica, concreta, objetiva que la sociedad tiene de todo lo que produce la industria farmacéutica. Tengo la impresión que la receta de la abuela aún tiene vigencia en las generaciones con más de 40 años, pero pierde gravitación en el espacio más joven. Por supuesto que la dependencia a la que aludo no implica –lo reitero– un rechazo terminante a lo que sale de laboratorio. Sí tiene que ver con que desde ese espacio se crea un consumismo con mucho de negativo para la salud. Incluso, estando tiempo atrás en la India, donde el naturismo tiene larga historia, comprobé cómo la receta de la abuela también está bajo repliegue…

–¿Con qué consigna cerramos?

–Menos quiosco y más verdulería…


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