Del Estado paternal al negocito propio

Jaqueado por una economía cada vez más improductiva, el gobierno de Raúl Castro apuesta por microempresas y cooperativas. Un fuerte cambio cultural.

LA HABANA (AP).- Euridis Rivero tal vez no parezca el modelo a seguir en la nueva economía cubana: tiene un diminuto puesto de venta de sándwiches de cerdo frito y salame en la decrépita calle San Rafael que ni siquiera cuenta con sillas para los clientes. Sin embargo, es precisamente este tipo de emprendimientos –negocios privados pequeños, independientes, en el corazón de la isla– lo que promueve el gobierno como uno de los sustentos del nuevo orden económico y social de la isla. Las autoridades se proponen licenciar a medio millón de empleados estatales –el 10% de la fuerza laboral– en los próximos seis meses. Ese personal buscará trabajo en empresas extranjeras, se lo estimulará a que forme cooperativas en una cantidad de rubros y tendrá, además, la posibilidad de instalar sus propios negocios. “Que aprovechen la apertura, igual que aprovechamos nosotros”, comentó Rivero, quien regentea la cafetería El Cubanito desde 1997. Se trata de un pequeño puesto callejero en el que vende sándwiches, pizzas calentadas en microondas y jugos de piña. Allí se puede comer por menos de un dólar. Antes de abrir ese negocio Rivero trabajaba en una cafetería estatal y ganaba 20 dólares por mes, el sueldo promedio de un empleado estatal. Rivero se queda ahora con todo lo que gana. No dice cuánto percibe, pero admite que es bastante más que antes. Cuba está muy lejos de adoptar un sistema de mercado libre como han hecho otras naciones comunistas, incluidas China y Vietnam. Las grandes haciendas, los edificios de oficinas, los negocios y la mayoría de los automóviles siguen en manos del gobierno, aunque en un futuro cercano los cubanos tendrán mayor acceso a ellos como parte de una política de estímulo de la economía. Ya hay 823.000 cubanos trabajando en el sector privado y otros 144.000 que tienen negocios propios, incluidos taximetreros, mecánicos y demás. El Estado emplea al 84% restante de la fuerza laboral de 5,1 millones de personas. El gobierno de Raúl Castro considera que la iniciativa privada puede ayudar a aliviar la carga de un Estado que tiene una cantidad de empleados improductivos. Todo es parte de una política más amplia que busca reducir algunos de los beneficios que reciben los cubanos, como empleos en el gobierno y subsidios para la vivienda, el transporte y los alimentos básicos. Paralelamente, las autoridades piensan aumentar los impuestos y quedarse con parte de las ganancias que generen los nuevos negocios. Al igual que todos los isleños que trabajan por cuenta propia, Rivero paga una cuota mensual al Ministerio del Trabajo para seguir funcionando. Son 315 pesos mensuales o el equivalente a 15 dólares. Economistas dentro y fuera de la isla coinciden en que era hora de aplicar reformas, pero también creen que no tendrán un impacto tan grande como el que espera el gobierno. Luis Ramírez, quien trabaja en un puesto callejero de tiro al blanco cerca del Parque Central, dijo que no le asusta quedarse sin empleo. “Aquí se dicen tantas cosas que no se cumplen… –expresó con una sonrisa nerviosa. Así que usted nada más escucha y espera a ver qué pasa”. “Indudablemente hace falta un cambio. Pero un cambio para mejorar –manifestó–. Éste no resuelve nada. En Cuba lo que tenemos es 52 años de lo mismo”. En cambio, Rivero piensa que las reformas son positivas. Y da a entender que le gusta la competencia del mercado libre. “Va a haber más competencia, pero hay que esperar a ver qué tipo de competencia –expresó–. A lo mejor yo vendo una cosa que el otro no tiene y así no voy a tener tanta competencia”. El arma secreta de Rivero podrían ser sus sándwiches de cerdo, preparados con carne de alta calidad, de la que se ofrece a los turistas, un poco más caros que el resto de su menú. Durante décadas el gobierno comunista de Cuba se opuso a toda forma de iniciativa privada. Oscar Espinosa Chepe, un economista disidente, se mostró complacido con las reformas pero dijo que, para que las medidas funcionen, las autoridades deberán también cambiar de ideología. “Hay que quitar una serie de dogmas sobre la propiedad privada’’, declaró Espinosa Chepe, quien fue detenido por sus ideas políticas en el 2003 y posteriormente liberado por razones de salud. “Las cooperativas tienen que ser iniciativas reales de los productores y no hechas desde arriba; si no, no van a dar resul-tados”. A comienzos de la década de 1990, cuando Cuba se quedó sin los subsidios de Moscú tras el derrumbe de la Unión Soviética, el gobierno isleño autorizó a miles de personas a poner negocios propios. Pero dio marcha atrás con esa medida cuando Venezuela comenzó a suministrar petróleo subsidiado que ayudó a recuperar la economía cubana. Desde que reemplazó a su hermano Fidel en el 2006, Raúl Castro ha adoptado una serie de reformas para estimular la economía, como la de entregar barberías del Estado a los barberos para que las operen por cuenta propia. Pero no todos se muestran tentados. Gilberto Torrente, un barbero de 68 años, prefirió seguir trabajando para el Estado en su local de La Habana Vieja: “A mi edad no quiero poner la cabeza en la almohada todas las noches pensando cómo me voy a ganar la vida”, expresó.

WILL WEISSERT AP

Rivero asegura que le ha ido muy bien con su minúsculo puesto de sándwiches para el turismo y los oficinistas.

Las reformas económicas en Cuba

Algunos cubanos no están habituados al riesgo y las presiones que implica la empresa privada.


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