Del «no» fácil al «sí» fácil

Por Héctor Mauriño

Por

Ha corrido mucha agua, no sólo bajo el puente sino también bajo los gasoductos que atraviesan el río Neuquén para llevarse el gas neuquino, desde aquellos días agitados de 1986, cuando el entonces gobernador Felipe Sapag prohibió el cruce del río al ducto Loma de la Lata-Buenos Aires, que comenzaba a construir Gas del Estado.

El folclore del «no al caño», como se dio por llamar entonces al decreto por el cual Sapag prohibió que el tendido atravesara la frontera de la provincia para cometer el terrible pecado de llevar gas neuquino a Bahía Blanca, sacudió la estantería política. Hubo manifestaciones y pronunciamientos de los que nadie quiso estar ausente y el tema hasta fue recogido en un poema de Marcelo Berbel que todavía entonan intérpretes de la talla de Mercedes Sosa y León Gieco.

En ese entonces la doctrina irreductible del MPN en todas sus versiones conocidas era la de la «separación en origen de los componentes ricos de gas» para permitir el desarrollo del soñado «polo petroquímico» local.

El enemigo de entonces no era otro que el pérfido centralismo en favor de la Pampa Húmeda y la medicina para remediar todos los males el federalismo, cuya defensa obviamente nadie asumía con mayor firmeza que el partido provincial.

Solamente cuando GDE se avenga a solicitar la debida autorización -destacaba el decreto 4.758 de Sapag y Salvatori- se podrán analizar los supuestos esenciales para el Estado provincial, principalmente «todo lo referente a determinar si el gasoducto llevará el gas entero, o bien si previamente le serán separados sus componentes en origen con interés petroquímico para la provincia».

Como todo el mundo sabe, aquella patriada no tuvo más consecuencias que demorar un poco lo inevitable y, sobre todo, mantener entretenido al público local mientras se concretaba la argucia que entonces mejores dividendos le dejaba al MPN: presiona a las empresas del Estado para negociar en mejores términos alguna ventaja con el gobierno nacional.

Como nadie ignora tampoco, ese filón hace rato que se extinguió, privatizadas como están las empresas del Estado, en particular las energéticas con el oportuno aval de los legisladores del MPN, a cambio, claro, de esa ventaja única que fueron los 700 millones de dólares de las joyas de la abuela. Después de todo, el propio Sapag terminó avalando que se llevaran el gas no ya a Bahía sino a Concepción, Chile, del otro lado de la cordillera de los Andes.

Lejos, muy lejos, de todo aquello, de aquel «no» fácil y oportuno, el MPN en su versión actual, que no se diferencia demasiado de la anterior en cuanto al espíritu rentista pero sí en el libreto, parece haber asumido el papel formal opuesto, algo así como el «sí» fácil y no menos oportuno.

Así, el gobernador actual no se cansa de repetir cada vez que le toca hablar en público que quiere que las empresas privadas «ganen mucho dinero». Justamente, es lo que acaba de hacer en Los Angeles, en ocasión de firmar la concesión de un yacimiento. Allí confesó, dirigiéndose a los ejecutivos de Chevron: «Vamos a trabajar para que les vaya bien, porque si les va bien se genera riqueza genuina, trabajo genuino para los neuquinos. Y si las cosas andan bien en la provincia podré seguir ganando elecciones».

En forma coincidente con el viaje de Sobisch a California, se conoció también la determinación de la empresa española Repsol de exportar gas neuquino o boliviano, el que más le convenga, a México para producir allí electricidad con la cual concurrir al mercado californiano, afectado precisamente por una grave escasez de energía.

Una noticia así, de la que los funcionarios del MPN se anoticiaron en la lejana ciudad de La Jolla, fue recibida sin embargo por éstos con el mayor de los beneplácitos y, por supuesto, a ninguno de ellos, otrora celosos guardianes de la separación en origen, se le ocurrió importunar con molestos interrogantes y mucho menos cuestionamientos por lo que en definitiva es hoy para ellos una buena nueva: se llevan el gas neuquino, no ya a Bahía Blanca sino a América del Norte.

Claro que, si Repsol finalmente logra montar este negocio, y lo hace con gas neuquino -la gente de Sobisch ya le está prendiendo velas a la Virgen- quedarán para la provincia, acaso para otro gobierno de Sobisch, que ya se sabe piensa seguir ganando elecciones, algo así como unos 40 millones de dólares extra por año en concepto de regalías.

Rubén Patritti, el ejecutivo de Repsol que hizo la revelación en La Jolla, se fue un poco de lengua al admitir también que este negocio estaba condicionado a la renovación de la concesión de Loma de la Lata, una decisión que el gobierno neuquino concretó el año pasado a pesar de los muchos reparos que mereció por parte de la oposición. Una decisión que sin duda ha contribuido a que la firma española se coloque cerca de una posición dominante en el mercado del gas en América.


Por

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Comentarios