Democracia, desarrollo y universidad

Por MIGUEL CILIBERTO

Especial para «Río Negro»

Desde la oleada de democratización de los años ochenta, se discute si la democracia es una precondición del desarrollo. La mayoría de los ejemplos (España, Portugal, Europa del este, Brasil, etc.) avalan esta aseveración y hasta existe la excepción que confirma la regla: Chile. Lo que no creo necesite ser puesto a discusión es la importancia de la universidad como generadora de conocimiento, para el desarrollo.

Una de las características decisivas que hacen posible el sistema democrático de gobierno es el respeto por la opinión de los otros y la búsqueda de consensos para obtener el bien de todos.

En la discusión que propone el senador Miguel Pichetto, sobre la creación de la universidad de Río Negro y también sobre la legitimidad de los límites de nuestras provincias hermanas de Neuquén y Río Negro, esta búsqueda de razones y respeto por la opinión del otro aparece negada en las notas que algunos funcionarios neuquinos y un prestigioso periodista de este medio han publicado recientemente.

Lo primero que hay que analizar, creo, es que el senador Pichetto no hace otra cosa que cumplir el rol que le establece la Constitución, cual es resumidamente, defender los intereses del estado al que representa. Veamos si sus dichos se fundamentan racionalmente como para hacerse merecedor de ese respeto del que hablamos al inicio.

Es una evidencia de la realidad, que las universidades nacionales en su vida, evolución y maduración, han ido asumiendo anclajes territoriales cada vez más específicos. Esto ha ocurrido con la Universidad de Cuyo, hoy evolucionada en Universidad de Mendoza, Universidad de San Juan y Universidad de San Luis. El mismo caso podemos señalar en la Universidad del Noroeste que de sus asentamientos iniciales en Tucumán, Salta y Jujuy, evolucionó en universidades de Tucumán, Universidad de Salta, etc. No menor es el caso de la UBA, aunque aparezca menos nítidamente al observador menos avisado, pero el surgimiento de varias universidades en el conurbano bonaerense (Morón, Lomas de Zamora, Quilmes, etc.) responde a la misma lógica fundamental: mayor ajuste a la realidad circundante en sus temáticas de estudio para obtener respuestas a las problemáticas del desarrollo y, por otro lado, como respuesta al crecimiento demográfico.

Neuquén y Río Negro tienen temáticas y problemas comunes y temáticas y problemas diferentes respecto a su institucionalidad y necesidades de desarrollo. El éxito y reconocimiento a nivel nacional de las facultades de Economía, Turismo o Ingeniería, por citar las más sobresalientes, han posibilitado que Neuquén se ponga a la cabeza en estos desarrollos. ¿Por qué negarle a Río Negro alcanzar excelencia en facultades que responden más específicamente a sus requerimientos? Por ejemplo, a nadie escapa que la base agropecuaria de regadío y secano de Río Negro requiere de otra atención que la que brinda hoy la poco prestigiada Facultad de Agronomía. O que la Licenciatura de Administración del CURZA se podría transformar en una escuela formadora de administradores públicos de excelencia que, convenio mediante, reconstituyeran los vaciados (no en número) estamentos de la administración rionegrina, desjerarquizados y desmantelados por el retiro de los más capaces y experimentados.

No se trata aquí de hacer un ejercicio de imaginación sobre las necesidades de respuestas que aquejan a nuestro estado provincial. Es una evidencia empírica. Sí se trata de que, aceptando como valioso el sentido de pertenencia que tienen los neuquinos de la Universidad del Comahue, acepten que los rionegrinos también aspiramos a generar un centro de altos estudios que sea generador de conocimiento para la solución de nuestros problemas y salida de capacitación para nuestros hijos. No se les pretende quitar nada sino crear algo nuevo.

No es serio referirse a los procesos de regionalización política y económica como la Unión Europea o el Mercosur para comparar la iniciativa. No conozco un caso en ambos ejemplos que haya sumido en una, dos o más universidades; por el contrario nacen permanentemente centros de altos estudios en los países más desarrollados y en aquellos que quieren serlo.

También sugiero que no se aferren a la cuestión financiera como limitante, porque no hay salida para la Argentina si no se invierte seriamente en educación, investigación y desarrollo. Y para esto hagamos fuerza juntos, por ejemplo, a través de nuestros legisladores nacionales.

El otro tema es el de los límites. Pero si bien responde también al rol del senador que lo plantea y es generado por ausencia de atención de las autoridades provinciales, es de índole distinta y creo que debemos tratarlo por separado.

Esto no implica que haya vía libre para tratarlo en forma irónica o chabacana, porque que sepamos, es una cuestión política y la política debe ser el mecanismo de resolución de las diferencias, haciendo valer la mejor razón por sobre la fuerza o los hechos consumados.

Acepto y valoro la «neuquenidad», de hecho, es admirable. Sobre todo, porque en el marco del proceso de globalización (no hablo de la ideología neoliberal de la globalización) es decisivo rescatar y reafirmarse en lo local. En Río Negro, se ha descuidado ese amor por lo propio, tal vez por tantos retrocesos y rupturas.

Pero acéptesenos a quienes queremos defender nuestra identidad.


Por MIGUEL CILIBERTO

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