DERECHOS DEL NIÑO: El maltrato a la infancia, un problema de los adultos
El 19 de abril es el Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato y Abuso Infantil. En conmemoración de este lamentable problema de la humanidad, consideramos relevante reflexionar que la violencia hacia niños y niñas es un problema emergente de las culturas y desde nuestra perspectiva se presenta como signo de la conducta de los adultos.
La violencia contra los niños ha sido legitimada durante siglos. Como ejemplo, el infanticidio esto es el asesinato a recién nacidos se dio hasta el año 500, aunque generalmente se conservaba al primogénito, sobre todo si era varón, y se desechaba a todo niño que no fuese normal. Todo esto se producía con el consentimiento de los padres, la familia y la comunidad.
Aristóteles decía: «Un hijo o un esclavo son propiedad y nada de lo que se hace con la propiedad es injusto». Aristipo señalaba que «un hombre puede hacer lo que quiere con sus hijos, pues acaso no nos desprendemos de la saliva, los piojos y otras cosas que no sirven para nada y sin embargo son engendradas e incluso alimentadas en nuestras mismas personas». En Roma el «pater familia» tenía el derecho sobre la vida de sus hijos, de modo que podía venderlos, abandonarlos o matarlos.
Dentro de las prácticas de mutilación (médicamente se clasifican como procedimientos mutilantes aquellos aplicados a los genitales de niños y niñas) la castración era una práctica aceptable. El eunuco tuvo un rol importante en ciertas sociedades (referidas ya en la Biblia o en los escritos de Shakespeare). A las niñas les era practicada la uvulectomía y la clitoristomía. Otros métodos de mutilación no eran formas de expresión de usos culturales sino actos delictivos que realizaban los traficantes de niños preparándolos para la mendicidad. Así, Anieus Séneca, padre del filósofo, hizo una lista de deformaciones infligidas a los niños para despertar piedad: ojos vaciados, brazos y piernas amputadas y recalcadas y pies fracturados y deformados.
En el transcurso de la historia de la humanidad, el maltrato a la infancia ha permanecido constante, con tenues variaciones que no lo erradicaron definitivamente, como sucedió con el advenimiento del cristianismo. Esta doctrina no sólo restringió los derechos paternales en función de los deberes de los padres sino que se lo consideró al niño como «depósito divino», razón por la cual los padres no podían disponer de él a su antojo.
El maltrato a la infancia expresa el fracaso de las relaciones interpersonales de los adultos, tanto desde el ámbito de la familia como fuera de ella.
En el primer caso, aún resulta difícil para algunas personas derribar el mito de que la familia como institución fundante de la subjetividad, espacio de lazos afectivos y pilar de la sociedad, pueda ser un lugar donde la vida para los niños y niñas es realmente triste y aterradora. Ellos viven en total indefensión, lastimados, abusados, menospreciados, humillados por sus padres o quienes cumplen esa función. Son utilizados por los adultos, ya sea para compensar carencias o traumatismos sufridos por su propia familia de origen (experiencias de abandono, maltratos, etc.), ya sea para resolver conflictos o paliar las consecuencias de conflictos relacionales con otros adultos (conflictos de pareja, conflictos en la familia política, etc.) y/o con sistemas sociales (trabajo, vecindario, etc.).
En el segundo caso, dentro del maltrato societal a niños y niñas mencionamos como un factor preponderante la pobreza en que están sumergidas miles de familias. Es una forma de maltrato en la que se conjuga un contexto social de exclusión que incide negativamente en la posibilidad de brindarle a los menores las formas apropiadas de cuidados específicos a su desarrollo evolutivo, junto a la presencia de historias familiares en los progenitores que han vivido una realidad similar a la que padecen sus hijos. Estos contextos socio-familiares son terrenos fértiles para el accionar de organizaciones delictivas que se ocupan de la sustracción de bebés o niños pequeños de países del Tercer Mundo para entregarlos mediante adopciones ilegales a matrimonios de alto poder adquisitivo, con la promesa de que estarán mejor atendidos e inclusive que la familia biológica podrá verlos periódicamente.
América Latina no ha escapado al fenómeno de la globalización, que en su dimensión cultural ha transmitido cierto hedonismo, con un exacerbado individualismo que cosifica a las personas. Esta pérdida de valores humanos ha promovido la instalación de otras formas delictuales que afectan la dignidad e identidad infanto-juvenil: la prostitución y explotación del turismo sexual con niños y adolescentes. El especialista en Maltrato y Abuso Infantil Dr. Jorge Barudi señala: «En la actualidad se puede hablar de la existencia de una complementariedad trágica entre la vivencia de los hombres de los países ricos, inmersos en una sociedad que los obliga a 'ser' a través de la competencia, la dominación y el individualismo y la miseria de los habitantes de los países pobres, en donde la pobreza y el hambre impulsan a ciertos adultos a prostituir a sus hijos y/o permanecer indiferentes ante estos fenómenos considerándolos como una alternativa desesperada de supervivencia».
El maltrato a la infancia expresa la incapacidad de una sociedad que ha elegido, como una forma de comunicación, la expresión de un poder omnímodo en manos de determinados adultos: los abusadores de la identidad, la dignidad y la vida de los niños y niñas.
El desafío está en quienes creemos firmemente que los derechos de la infancia deben ser respetados por toda la sociedad; que los niños y niñas no pueden ver condicionado su futuro desde temprana edad. El desafío está en ser portavoz de cada situación familiar o social que vulnere la dignidad de la infancia.
MARÍA ELISA LAZZARETTI (*)
Especial para «Río Negro»
(*) Licenciada en Servicio Social, posgrado en Políticas Públicas, especialista en infancia y vulnerabilidad social.
El 19 de abril es el Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato y Abuso Infantil. En conmemoración de este lamentable problema de la humanidad, consideramos relevante reflexionar que la violencia hacia niños y niñas es un problema emergente de las culturas y desde nuestra perspectiva se presenta como signo de la conducta de los adultos.
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