Derechos humanos
Por Heinz-Peter Dietrich
Cuando Sudán o Zimbabwe vigilan el respeto de los derechos humanos en su región, el lobo se transforma en guardián de las ovejas. Esta evaluación de un diplomático europeo en la 61 sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU (CDH) muestra claramente el dilema. Quien por cálculo político no quiera atacar las violaciones de derechos humanos en China o Chechenia, como Estados Unidos y la Unión Europea, tendrá dificultades para exigir su respeto en la base militar norteamericana de Guantánamo en Cuba o en las cárceles estadounidenses de Bagdad.
Pero ahora, por primera vez en décadas, parece dibujarse en Ginebra un cambio de conciencia que podría derivar en la elevación de los derechos humanos como parámetro para la acción política. Cada año comienza el mismo juego: en marzo se reúnen en Ginebra cerca de 5.000 políticos y miembros de organizaciones de derechos humanos para discutir la situación de las libertades fundamentales en todo el mundo. «Sólo la mitad de las delegaciones gubernamentales enviadas a Ginebra está interesada en fortalecer los derechos humanos», criticó Kenneth Roth de la organización Human Rights Watch. La otra mitad, que representa a 53 países, tiene suficiente suciedad en su propio patio.
En Sudán, enviado hasta el año 2007 por el grupo africano a la CDH, la provincia de Darfur es escenario de flagrantes violaciones a los derechos humanos. Y cuando Cuba denuncia la situación en las cárceles de Guantánamo, Estados Unidos contraataca con artillería pesada. El delegado cubano Iván Mora Godoy habló de un «centro internacional de tortura» bajo dirección norteamericana. Pero fue confrontado con un devastador informe de Washington sobre los derechos humanos en la isla. Sólo el pequeño Nepal recibe recriminaciones.
«Una reforma es inevitable», se quejó un político de la UE. Los «sospechosos de siempre» como China, Sudán, Pakistán, Zimbabwe, Myanmar o Indonesia consiguieron evitar una condena en las resoluciones de la CDH. Los europeos ya no proponen denunciar a estos países. «Si ya salió mal, uno no quiere quemarse otra vez», apuntó un diplomático comunitario.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, ya ha propuesto reformas para la CDH. Hace mucho que las críticas contra el organismo no eran tan fuertes. La «hipocresía» con que muchos miembros de la CDH tratan los derechos humanos ya no es denunciada sólo por la organización que los defiende, aseguró Kenneth Roth. En su opinión, «en lugar de defender los derechos humanos, la CDH se convirtió en una sociedad de defensores de violadores de derechos humanos». Y esta vez, Estados Unidos debió escuchar una terminante advertencia del Comité Internacional de la Cruz Roja, generalmente moderado: «La prohibición de la tortura y otros maltratos inhumanos es absoluta en todas las circunstancias», dijo su presidente, Jakob Kellenberger. «El respeto de los derechos humanos no es sólo una obligación moral, sino un importante instrumento en la prevención de crisis», señaló el ministro alemán del Exterior, Joschka Fischer. «Después de la guerra de Irak, los ataques militares tendrán menos aceptación internacional. El arma moral de los derechos humanos puede ganar en eficacia», opinan algunos en Ginebra.
Aún es incierto si la CDH será reemplazada por un consejo integrado por todos los miembros de la ONU, o si sólo los que demuestren que respetan los derechos humanos formarán su propio consejo.
Pero la reforma de la CDH ha iniciado su camino.
(DPA)
Cuando Sudán o Zimbabwe vigilan el respeto de los derechos humanos en su región, el lobo se transforma en guardián de las ovejas. Esta evaluación de un diplomático europeo en la 61 sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU (CDH) muestra claramente el dilema. Quien por cálculo político no quiera atacar las violaciones de derechos humanos en China o Chechenia, como Estados Unidos y la Unión Europea, tendrá dificultades para exigir su respeto en la base militar norteamericana de Guantánamo en Cuba o en las cárceles estadounidenses de Bagdad.
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