Desaparecerán los cuerpos, pero las ideas jamás
En nuestra región se viene realizando el cuarto juicio por delitos de lesa humanidad; se juzgan 28 casos de víctimas, entre ellas 14 desaparecidas. Veintidós son los imputados, pertenecientes al Ejército, personal de Inteligencia, Gendarmería Nacional, Policía Federal y Policías provinciales de Neuquén y Río Negro.
En el curso del debate van develándose las distintas responsabilidades: autorías, decisiones, participaciones, omisiones, de los delitos formalmente imputados. Y van también surgiendo otros responsables. Se va ampliando la trama. Revelándose el terrorismo de Estado. Se va exponiendo el plan económico, social y cultural de la dictadura; por ello lo de dictadura cívico-militar. La barbarie en estado puro.
Los relatos de víctimas, familiares y otros testigos constituyen las transmisiones más potentes. Los secuestros, las torturas, las desapariciones. La Escuelita, el batallón, la inteligencia. Las familias rotas, el exilio, el miedo, el terror. La destrucción, la impunidad. El dolor profundo. Las heridas en el cuerpo, la mente, el alma. El daño al tejido social, a la conciencia colectiva. Pero también surgen relatos de solidaridad, valentía, ideales, militancias; concepciones integrales de “otros mundos posibles”.
Siempre, aun frente al paredón mas blindado, se filtran resistencias y libertades.
En este esquema, el juicio revela, en un punto repara y según las reglas legales tensiona cierto grado de impunidad. Esencial por cierto; pero siempre un proceso judicial. Los juicios de lesa humanidad en todo el país permiten ampliar el espectro y la agenda.
Para que realmente haya “nunca más” es primordial que no exista impunidad, pero también trabajar la memoria colectiva, que no es ni más ni menos que la obligación ética que nos asiste a todos de saber y recordar lo que pasó para evitar –entre otras cosas– que vuelva a ocurrir, no lo mismo puesto que nunca dos momentos históricos se repiten idénticos, pero si algo similar o que participe de características equivalentes.
La memoria colectiva se construye. Entre todos. Por eso existe un recuerdo individual y una memoria compartida, conversada, que va configurando relatos elaborados, sociales, colectivos. Y también se actualiza, se hace presente, se recuerda para reflexionar y compartir en tiempo presente. Otra obligación ética: la de transmitir generacionalmente. Poner palabras a los “indecibles” y a los “impensables”. De allí el nunca más olvido, de allí el estamos recordando. La herencia para el futuro…
Y en este camino, en este recorrido, rescatar en los relatos la visión de “mejor mundo”, la práctica social y política, los proyectos de transformación, su estructura consciente y cultural. Recordar, en épocas de individualismo y vacío, que siempre hay alternativas a proyectos socialmente más solidarios, justos e inclusivos.
La obligación, otra vez, ética de transmitirnos qué se puede, qué no, qué nunca más puede suceder y qué podemos “ser” entre todos.
Tan profundo como escribió Elie Wiesel: “La resistencia contra el mal puede tomar muchas formas; se pueden empuñar las armas, se puede escribir, pero también se puede dar un trozo de pan a un niño con hambre y se puede tomar con afecto a ese niño de la mano, y decirle: ‘Ven, vamos a pasear que te contaré una historia’ ”.
(*) Abogado
Opiniones
Marcelo Medrano –
Abogado
Graciela Fernández Meijide, exmiembro de la Conadep y madre de Pablo, desaparecido en 1976
En nuestra región se viene realizando el cuarto juicio por delitos de lesa humanidad; se juzgan 28 casos de víctimas, entre ellas 14 desaparecidas. Veintidós son los imputados, pertenecientes al Ejército, personal de Inteligencia, Gendarmería Nacional, Policía Federal y Policías provinciales de Neuquén y Río Negro.
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