Desnaturalizar lo aberrante
Es asombrosa la cantidad de casos de abusos de menores que aparecen en la prensa. En la región, contamos con varios casos resonantes: el caso Giglio en Bariloche (que debido a la presión social será nuevamente juzgado); el caso de estas nenas de Loncopué (que esperan que el STJ de Neuquén ordene un nuevo juicio) y, muy recientemente, el caso de una nena en Lamarque. Pero mucho más asombrosa es la cantidad de abusos que se registran en distintos ámbitos sociales que no llegan a juicio, y aun más asombrosa la naturalización de los mismos en grandes franjas de la sociedad. No nos referimos a gente humilde, que convive con esta problemática del orden de lo que podría encuadrarse dentro de un fenómeno «socio-cultural», sino en amplios sectores que, con más preparación, parecen hacer la vista gorda ante algo que, de ser algo común o frecuente, transita rápidamente por el túnel irremediable de lo obvio.
Que en las zonas rurales, donde parece que el grado de naturalización de lo aberrante es mayor, o que en las grandes ciudades donde se viola y se prostituye a menores, tal como se denunció en Bariloche, se hable en términos demasiados semejantes, no significa otra cosa que una formidable ceguera de la sociedad en su conjunto.
Hemos escuchado cómo funcionarios, hombres del derecho, y demasiados hombres –con desagradable frecuencia– naturalizan lo aberrante. Como si el hecho de que sucedan a diario les quitara una cuota de espanto. En este caso, en el de violación a menores, se escuchan argumentos inauditos tales como «pero bueno… en el campo es muy común», «pero bueno… la nena provocó», «ella no dijo que no»; «es imposible decir que sólo tuvo relaciones con ese, seguramente los tuvo con otros».
Resulta que se trata de nenas de 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12 años. Y resulta que esta gente, más ilustrada que las pobres víctimas de este tipo de abusos sexuales, parece que no termina de entender cabalmente que la ley es igual para todos, aunque el delito sea demasiado frecuente, aunque el abuso de niñas y mujeres sea un tétrico paisaje de todos los días.
Notas asociadas: Niñas violadas en Loncopué esperan que el STJ se expida
Notas asociadas: Niñas violadas en Loncopué esperan que el STJ se expida
Es asombrosa la cantidad de casos de abusos de menores que aparecen en la prensa. En la región, contamos con varios casos resonantes: el caso Giglio en Bariloche (que debido a la presión social será nuevamente juzgado); el caso de estas nenas de Loncopué (que esperan que el STJ de Neuquén ordene un nuevo juicio) y, muy recientemente, el caso de una nena en Lamarque. Pero mucho más asombrosa es la cantidad de abusos que se registran en distintos ámbitos sociales que no llegan a juicio, y aun más asombrosa la naturalización de los mismos en grandes franjas de la sociedad. No nos referimos a gente humilde, que convive con esta problemática del orden de lo que podría encuadrarse dentro de un fenómeno "socio-cultural", sino en amplios sectores que, con más preparación, parecen hacer la vista gorda ante algo que, de ser algo común o frecuente, transita rápidamente por el túnel irremediable de lo obvio.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios