«Destrozarle la cara»
Ronald Boyd y Gladys Caldelari se encontraron, frente a frente, en las mismas escaleras de Comodoro Py que el viernes volvió a subir la mujer, de 72 años, buscando justicia. En aquella oportunidad, un custodio del vicepresidente de Lapa tuvo que frenarle la mano porque Gladys iba dispuesta a destrozarle la cara con sus propios dedos.
«Estaba ciega y dije: ahora o nunca. La intención no era pegarle, era destrozarlo. Fui con las manos para sacarle los pedazos de la cara. Yo le pregunté: ¿Usted es el señor Boyd? y me contestó que no. Entonces yo dije: Aparte de asesino sos un cobarde, hijo de perra! No le pude hacer nada porque me tomó la mano el guardaespaldas».
Gladys se estremece cuando lo cuenta. La anécdota viene a cuento de que esta mujer luchadora y temperamental siempre dice que no sabe cómo va a reaccionar si el juicio que, dará descanso pleno a su hija y al resto de los muertos del accidente, llegara a quedar en la nada.
«Realmente va a ser tremendo que nadie sea condenado, con toda la expresión de esta palabra. Yo sé que las condenas son muy bajas, pero pretendo que existan para que los que vengan tengan más cuidado», explica.
Como sucede con otro tipo de sentimientos, el tiempo fue borrando lo peor del dolor y desgastando el empuje de las personas cercanas a las víctimas en su reclamo de justicia. Al principio, las reuniones tenían una asistencia perfecta, aunque con el correr de los años la participación se redujo notablemente. Muchos de los sobrevivientes se niegan a recordar. «Es duro decirlo pero el paso del tiempo hace que las personas, el gobierno, el Estado, la Justicia se olvide un poco de esto. Aún los familiares, por razones de trabajo, por sus hijos, porque la vida continúa…», desliza Gladys, casi con resignación.
-¿Y su vida cómo continuó?-preguntó «Río Negro».
-A mi me arruinaron la vida en un instante.
Los que también parecen tener mala memoria son los políticos. La ex esposa del gobernador José Manuel de la Sota, Olga Ruitort, quitó a los familiares la oficina que les había facilitado en la calle Rondeau al 200 (donde ahora funciona la Unidad Judicial de la Mujer) para poder funcionar como una asociación civil y jamás cumplió su promesa de otorgarles un nuevo espacio.
«Cuando esto era noticia, los políticos estaban. Cuando dejó de serlo… es terrible la memoria de los argentinos», se lamenta Caldelari. La mujer también se quejó porque, pese a los numerosos pedidos de audiencia, ni el presidente Néstor Kirchner ni el secretario de Transporte Ricardo Jaime recibieron a este grupo de damnificados. (MFV)
Ronald Boyd y Gladys Caldelari se encontraron, frente a frente, en las mismas escaleras de Comodoro Py que el viernes volvió a subir la mujer, de 72 años, buscando justicia. En aquella oportunidad, un custodio del vicepresidente de Lapa tuvo que frenarle la mano porque Gladys iba dispuesta a destrozarle la cara con sus propios dedos.
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